miércoles, 19 de septiembre de 2012

Una izquierda más allá del progresismo


Semanario Brecha

En América del Sur, allí donde existen gobiernos progresistas, las izquierdas que no participan de esas administraciones han navegado casi en solitario. Pero poco a poco se están reorganizando, alimentadas por las contradicciones de esos gobiernos. En Ecuador ese proceso se está acelerando, y una coordinadora de partidos y grupos de izquierda logró unificarse para presentar un candidato presidencial único para las próximas elecciones. Los gobiernos progresistas sudamericanos son un conjunto muy heterogéneo: van desde la impronta bolivariana de Hugo Chávez en Venezuela, hasta la moderación institucionalizada uruguaya. Todos ellos se han presentado como promotores de cambios, en unos casos revolucionarios –de acuerdo a las versiones de Bolivia, Ecuador y Venezuela–, y en otros más modestos, como el “protosocialismo” que defienden algunos integrantes del Frente Amplio.

En ese contexto, los grupos de izquierda que no integraron inicialmente esos gobiernos quedaron muy relegados, con un bajo perfil y en muchos casos con escasa adhesión electoral. Pero a medida que los años se sucedieron, acumularon contradicciones, sumaron unas cuantas desilusiones, y esa izquierda que estaba fuera de los gobiernos comenzó a reorganizarse. Este viene siendo un proceso lento y trabajoso, por ejemplo en Argentina y Brasil, pero ha cobrado un fuerte ímpetu en Ecuador.

Tensiones y desilusiones

Mirando la situación ecuatoriana con ojos uruguayos parecería que en ese país está en marcha un gobierno mucho más volcado a la izquierda.

El actual gobierno ecuatoriano es liderado por Rafael Correa, quien asumió inicialmente en 2008 tras un período de profunda crisis política y económica. Después de la caída de Lucio Gutiérrez, un grupo de líderes políticos y ciudadanos que durante años venía pujando por una renovación de la política partidaria conformó el movimiento Patria Altiva i Soberana [sic] (pais), desde donde catapultaron a Correa. Éste exhibió una gran capacidad para de-sempeñarse como candidato, con buenas dosis de carisma, complementando su formación como economista. Ya en el gobierno, logró avances iniciales significativos en varios frentes: lanzó con éxito la redacción de una nueva Constitución, fortaleció a un aparato estatal muy debilitado, aumentó su control sobre los recursos petroleros, redujo la pobreza, instaló programas de asistencia a los más pobres por medio de pagos mensuales, fortaleció la obra pública, y el país apareció como un destacado promotor de la integración latinoamericana. La retórica del gobierno es por momentos muy fuerte, en comparación con las escalas uruguayas, dados los repetidos llamados a la “revolución ciudadana” o el “socialismo del siglo xxi”.

Se hicieron muchas cosas, y en un lapso corto. Pero con el paso del tiempo la administración de Correa también comenzó a mostrar tensiones y no pocas contradicciones. Se mantuvieron estructuras económicas tradicionales, la reducción de la pobreza se enlenteció y se cayó en discutibles batallas contra el periodismo. El papel del país como exportador de materias primas se reforzó, y Correa se lanzó a promover la minería a gran escala a cielo abierto.

Reclamos y protestas ciudadanas comenzaron a volverse más frecuentes. La respuesta de Correa fue, en unos casos, burlarse de ellas, tratándolas de infantilismos de izquierda; en otros las criticó duramente, y más recientemente se enfrascó en judicializarlas y criminalizarlas.

Si se repasan estas y otras particularidades de la situación ecuatoriana, sin duda hay muchas diferencias con Uruguay, pero también aparecen unas cuantas similitudes, como el reforzamiento de una economía exportadora de materias primas o la insistencia en la minería.

Entre esos avances y retrocesos, distintos actores de la izquierda ecuatoriana que inicialmente fueron apoyos clave para el gobierno comenzaron a desilusionarse, y poco a poco abandonaron el gobierno, o quedaron en posiciones contrarias.

Es cierto que este fenómeno de la “desilusión” es una sombra que está presente en otras izquierdas gobernantes. Ocurre allí donde muchos actores políticos consideran que la marcha gubernamental no cumple con las expectativas de lo que podría llamarse un “espíritu de izquierda”. Esto puede deberse a muy distintos motivos; por ejemplo, que unos esperaban reformas económicas más profundas, mientras que otros consideran que su propio sueño de la revolución no se concretó.

Paralelamente, el progresismo gobernante alimenta esta situación al presentarse a sí mismo como la única opción viable de cambio, como la verdadera representación de la izquierda, y cerrando prácticamente todas las puertas al debate y la renovación ideológica. Esto hace que muchos militantes abandonen las cuestiones políticas.

Ese humor estuvo muy presente, para poner un caso, en Brasil durante la campaña de reelección de Lula da Silva en 2006, y es ahora muy claro en Bolivia, frente a la marcha del gobierno de Evo Morales. En este terreno hay similitudes con Uruguay, donde también se palpa una mezcla melancólica de desilusión y desinterés de una porción de la izquierda frente al gobierno de José Mujica.

De todos modos, muchos de los que se colocaron por fuera de los apoyos o participación en estos gobiernos en una primera etapa parecen evitar el debate público. Para varios de ellos la razón es muy simple: más allá de sus diferencias con esos gobiernos, entienden que la oposición conservadora es mucho peor, y no desean que sus cuestionamientos puedan fortalecerla. Esto sin duda está presente en Bolivia, donde la derecha política defiende ideas muy conservadoras, sigue añorando las reformas neoliberales y tiene unos cuantos reflejos autoritarios. En Brasil, en cambio, la situación es mucho más compleja, ya que parte de esos sectores conservadores son aliados del Partido de los Trabajadores en la coalición que sostiene al gobierno.

Pero esas actitudes no duran para siempre. La postura de muchos desilusionados cambia, regresan sus ánimos militantes, entienden que su número es cada vez mayor y por lo tanto ven posible el retorno a la militancia, renace la discusión ideológica, y se tejen nuevas alianzas con los movimientos sociales. Parecería que en algún momento se cruza un umbral, y muchos de esos actores desencantados o retraídos comienzan a reorganizarse, reaparece la pasión y retornan a la arena política. Eso es lo que estaría pasando en Ecuador.

Reorganización

Los distintos partidos de izquierda y movimientos sociales que no participan del gobierno de Correa iniciaron un proceso de acercamiento. Su primera meta fue lograr la unidad, lo que no siempre es sencillo. Ese esfuerzo fructificó en la Coordinadora Plurinacional por la Unidad de las Izquierdas, con una composición mixta. Por un lado la integran partidos consolidados, como el Movimiento Popular Democrático (mpd) o el Pachakutik (que es la expresión de las organizaciones indígenas), grupos políticos (que provienen por ejemplo del socialismo), y por otro lado movimientos como Montecristi Vive.

Ante la necesidad de comenzar a prepararse para las elecciones presidenciales de 2013, esta coordinadora apeló a una práctica novedosa: seis precandidatos presidenciales recorrieron el país conjuntamente para presentar sus propuestas. El proceso finalizó el 1 de setiembre, en una convención con unos 5 mil participantes, donde se eligió a Alberto Acosta como candidato presidencial.

Acosta es un economista nacido en Quito en 1948 y con más de tres décadas de militancia junto a los movimientos sociales y las izquierdas ecuatorianas. En esto se diferencia de Correa, quien es un recién llegado a la política. Pero a la vez, Acosta estuvo muy cerca de Correa, ya que fue uno de los ideólogos clave de la conformación inicial del movimiento pais, fue ministro de Energía y Minas en el primer gobierno del actual jefe de Estado, seguidamente fue el candidato más votado a la Asamblea Constituyente, de la que fue designado presidente.

En los trabajos de esa Constituyente, a inicios de 2008, se acentuaron las contradicciones entre Acosta y Correa, y entre una izquierda renovada y un progresismo convencional. Mientras que Acosta deseaba profundizar el esquema de derechos y garantías de la nueva Constitución, Correa buscaba acelerar las deliberaciones para poder retomar su campaña política. En aquellas circunstancias, Acosta renunció a la presidencia de la Asamblea Constituyente. A partir de ese momento se acentuó el perfil de Correa volcado al progresismo extractivista, calificó a quienes lo critican por izquierda como “infantiles”, indicó que la nueva Constitución tiene demasiadas garantías, y aplicó medidas de judicialización contra sus críticos (según algunos análisis hay más de 200 líderes ciudadanos con causas judiciales abiertas).

A pesar de sus antecedentes, Acosta no es un político clásico. Algunos dirían que es casi uruguayo: es sobrio, no canta ni baila en los actos políticos, algo que otros candidatos han vuelto tan común. Es uno de los economistas más respetados de Ecuador, ha sido docente universitario pero también acompañó a los movimientos sociales, por ejemplo aquellos que denunciaban la deuda externa. Mantiene relaciones estrechas con los movimientos indígenas, defiende posturas de pluralidad cultural, y es también un defensor de los derechos de la naturaleza. Estos rasgos son muy difíciles de encontrar en Uruguay, donde los más encumbrados economistas en el gobierno han dejado de discutir algunos temas de la izquierda clásica, como el endeudamiento extranjero, y ahora celebran a las calificadoras de riesgo. Y por cierto, están muy lejos del ambientalismo.

Todo esto hace que la candidatura de Acosta posiblemente represente uno de los primeros ejemplos de una divergencia entre izquierda y progresismo. La primera mirada busca una renovación de los compromisos con la justicia social y ambiental, desde una visión crítica del desarrollo contemporáneo, mientras que la segunda se mantiene enfocada en lograr el crecimiento económico y asegurar la inversión extranjera como ingredientes clave para una justicia muy recostada en la redistribución económica.

Colombia: Noam Chomsky exhorta a Santos a proteger el Cauca de la gran minería


El reconocido intelectual norteamericano Noam Chomsky consciente del peligro que representa para las fuentes naturales de agua del departamento del Cauca la minería a gran escala, principlamente en La Vega,  le escribió una carta al presidente Juan Manuel Santos.

Hace algunos días los campesinos del Cauca, cercanos al destacado intelectual  desde un homenaje que le hicieron a su esposa en 2010, revelaron el contenido del escrito en el que le pide al mandatario que proteja esa zona de la mineria por ser un tesoro incomparable para Colombia y para el mundo.

Noam Chomsky es profesor emérito de Lingüística en el MIT (Instituto Tecnológico de Massachusetts) y una de las figuras más destacadas de la lingüística del siglo XX. Con 84 años de edad, es toda una autoridad en geopolítica y derechos humanos. Es conocido también por sostener una posición crítica respecto de la política exterior de los EE.UU.

Carta al presidente colombiano Juan Manuel Santos

Agosto 08 de 2012

Presidente Juan Manuel Santos Calderón

Casa de Nariño
Carrera 8 # 7-26
Bogotá, Colombia

Estimado Presidente Santos,

Me dirijo a usted por una preocupación general, que comparto con muchos otros, sobre los planes de operaciones mineras a gran escala, que, al parecer, suponen una grave amenaza para el delicado ecosistema del Macizo Colombiano. Pero escribo también por razones personales, que espero sean apropiadas para llamar su atención.

He visitado Colombia varias veces, algunas para conferencias en universidades y comunidades (y un doctorado honoris causa en la Universidad Nacional de Colombia). La mayoría de las visitas, sin embargo, fueron junto a grupos internacionales de derechos humanos y activistas de derechos humanos. Mi primera visita fue en una misión de Amnistía Internacional, en la apertura de una campaña mundial para la protección de los defensores de los derechos humanos. En esta y en posteriores ocasiones las visitas fueron principalmente para investigar, junto con los defensores de los derechos humanos, los abusos que sufren los campesinos, afrocolombianos y las comunidades indígenas, principalmente en La Vega, en el Departamento del Cauca, al igual que en otros lugares.

Hace algunos años, mi esposa murió. Poco tiempo después, los habitantes de Santa Rita en La Vega decidieron dedicar un bosque a su memoria, en la montaña que está ubicada en la parte alta de su pueblo. Fui a la ceremonia con amigos, y con la cortés e invaluable ayuda de la Defensoría. Participar en la inauguración de “El Bosque Carol Chomsky” fue una de las experiencias más emocionantes de mi vida. Esto forma parte de un proyecto bien diseñado por los líderes de Santa Rita y cuidadosamente explicado en una reunión pública, para el desarrollo y la protección de los recursos hídricos y la riqueza del medio ambiente en general,  los que seguramente serán gravemente perjudicados o destruidos por las operaciones mineras.

No necesito especificar sobre la importancia de preservar estos valiosos recursos, no sólo para las comunidades locales, sino también fuera de sus fronteras.  Si bien para usted mi interés es principalmente de carácter personal, las iniciativas amables y compasivas de los habitantes del pueblo de Santa Rita deben ser altamente significativas para estimular la participación internacional en los esfuerzos cruciales necesarios para proteger los territorios amazónicos y las regiones circundantes, que no tienen paralelo por su extraordinaria biodiversidad y su importancia para el medio ambiente global.

Espero que sea posible tomar medidas para asegurar que estos esfuerzos locales sean un éxito y salvaguarden estos tesoros incomparables para Colombia y para el mundo.

Atentamente,
Noam Chomsky

martes, 18 de septiembre de 2012

Gregorio Santos se queda sólo ante denuncia por corrupción



En diálogo con RPP, el presidente del Frente de Defensa Ambiental de Cajamarca, Wilfredo Saavedra pidió que se investigue la denuncia y reveló que la gestión de Santos no ha hecho nada para luchar contra la corrupción.

“Gregorio Santos está gastando su tiempo en cosas mejores para él: promoviendo su partido, utilizando el conflicto a su favor. Hoy está comprometido en hechos que han puesto en tela de juicio su accionar político como progresista o de izquierda. (…) Nosotros hemos cuestionado siempre esa actitud porque no se ha hecho nada para luchar contra la corrupción. Aquí se sigue el mismo estilo de los gobiernos regionales anteriores”, mencionó.

“Esperamos que la contraloría intervenga y que en un debido proceso se justifique o no la responsabilidad, bien de Gregorio Santos o de alguno de sus funcionarios, el hecho es que el acto denunciado debe ser investigado lo más pronto posible”, agregó.

Por otro lado, hoy se supo que la alianza entre los partidos Tierra y Libertad de Marco Arana y el Movimiento de Afirmación Social liderado por Gregorio Santos, decidieron distanciarse después de tener aspiraciones diferentes en relación a las próximas elecciones.

Victoria Popova sobre terremoto en Perú

El Sol al ataque: La Tierra podría enfrentarse a un colapso energético el 22 de septiembre

Una serie de explosiones solares producirán supertormentas geomagnéticas que podrían acabar con sistemas de comunicación.

El próximo 22 de septiembre millones de personas en el planeta podrían no solo experimentar en carne y hueso el efecto de las tormentas geomagnéticas, sino también quedarse sin electricidad a causa del fenómeno.

Esta alarmante información  ha sido divulgada ampliamente en Internet por varios medios de comunicación que citan a los expertos de la NASA, quienes hace años predijeron esta catástrofe energética, aunque no precisaron la fecha exacta.

Así, en el estudio titulado ‘Amenazas de la meteorología del espacio: consecuencias económicas y sociales", publicado en el 2009, los científicos anunciaron que cualquier día en el Sol se producirán una serie de explosiones que darían lugar a “supertormentas geomagnéticas” que "dejarían indefensa a toda la Humanidad".

Ahora varios medios, dedicados a publicar materiales científicos, precisan que durante toda la jornada del 22 de septiembre una parte de los habitantes de la Tierra podrán admirar las auroras boreales. Sin embargo, después de contemplar el espectáculo natural, según advierten, los terrícolas se arriesgarán a enfrentarse a un verdadero colapso energético: la fuerza de las explosiones sería tan grande que la mayoría de los generadores y transformadores podrían quedarse fuera de servicio o, incluso, fundirse.

"La energía eléctrica es la tecnología de la sociedad moderna, la piedra angular, de la que dependen prácticamente todas las demás infraestructuras y servicios", señala el informe, precisando que es particularmente vulnerable al clima espacial.

"Algo normal"

Sin embargo, no todos los especialistas creen que el fenómeno pueda suceder en general o que sea posible  predecirlo con tanta exactitud.

“Se trata de una situación normal, cuando explosiones solares vienen acompañadas por un vertido del plasma”, sostiene Nikolái Chugai, de la Academia de Ciencias de Rusia. “No obstante, para que este proceso afectara a los terrícolas,  deben coincidir varios factores: que el plasma solar llegue hasta la órbita terrestre, y que nuestro planeta se encuentre en ese momento en la trayectoria de su 'bombardeo'. Pero hay que reconocer que el fenómeno ya sucedió varias veces", concluyó el experto.

“¡Menuda barbaridad! ¡Es imposible predecir un fenómeno natural de este tipo, que todavía no ha pasado!”, opina otro científico ruso del Instituto de Astronomía, Nikolái Samus.

La tormenta solar más potente registrada ocurrió en 1859, cuando tras unas espectaculares auroras boleares  se produjo un fallo de los sistemas de telégrafo en toda Europa y América del Norte. Entonces, los cables sufrieron cortes y cortocircuitos, que provocaron numerosos incendios en ambas regiones.  

Monsanto, entre la apropiación indebida y la publicidad engañosa




La transnacional podría encontrar en Brasil un límite hasta ahora impensado: cinco millones de productores de soja le reclaman una fortuna por “apropiación indebida” de regalías.

En juego están unos 7.500 millones de dólares que los sembradores de soja de todo tamaño (pequeños, medianos y grandes), podrían cobrar de manos de la mayor empresa de agroquímicos del planeta.

En abril pasado, un juez de primera instancia de Rio Grande do Sul, Giovanni Conti, que entendía en un pleito presentado tres años antes por productores sojeros de ese estado, ordenó a la transnacional estadounidense dejar de cobrar regalías por la patente que detenta sobre una semilla de soja transgénica.

La patente, falló el magistrado, estaba vencida desde 2003. Conti intimó entonces a la empresa no solo a dejar de percibir el canon correspondiente (2 por ciento de la producción generada a partir de esa semilla) sino a devolver el dinero recaudado desde 2004, es decir unos 2.000 millones de dólares.

La transnacional apeló, pero a mediados de junio la Suprema Corte de Justicia de Brasil extendió la validez del fallo del tribunal riograndense a todo el territorio nacional.

Si la resolución de abril quedara firme, Monsanto debería pagar a los cinco millones de productores brasileños de soja –ya no únicamente a los miles de Rio Grande- unos 7.500 millones de dólares.

Todavía se está lejos de una resolución definitiva –se estima que antes de fines de 2013 no habrá novedades- pero la transnacional, que figura en la lista de las más resistidas y boicoteadas por los pequeños y medianos agricultores de todo el planeta, podría llegar a conocer un revés que jamás soñó.

De demandante a demandada

Habitualmente sucede a la inversa: es Monsanto la que denuncia a los agricultores ante la justicia para cobrar las regalías sobre los paquetes tecnológicos que les vende.

“Cuando no gana, presiona, chantajea, atemoriza, pero es raro que no termine saliéndose con la suya, porque allí donde se instala acaba montando un circuito redondo del que es difícil que alguien pueda salir”, dice Marie Monique Robin, una periodista francesa “especializada” en esta transnacional y autora de investigaciones como “El mundo según Monsanto”.

La historia de la transnacional en Brasil es, acaso, curiosa. Su soja genéticamente modificada, que comenzó a producir en los primeros años noventa en Estados Unidos, ingresó al país de contrabando desde Argentina hacia finales de esa década.

Durante varios años las semillas transgénicas de la oleaginosa estuvieron prohibidas en Brasil, pero no hubo esfuerzo que las frenara.

En 2005, el gobierno del presidente Lula da Silva legalizó el cultivo, según alegó porque no podía combatir el hecho consumado de su imposición, y después destinó millones y millones de dólares a desarrollarlo. A tal punto, que Brasil es hoy el segundo productor y exportador mundial de soja transgénica, que 17 de los 25 estados del país están sembrados con ella y que la famosa hojita verde de laboratorio genera el 26 por ciento de las exportaciones agropecuarias brasileñas.

La soja Roundup Ready (RR), genéticamente modificada para resistir al herbicida Roundup, fabricado por la propia transnacional, ocupa casi el 90 por ciento de los 25 millones de hectáreas de territorio brasileño sembradas con la oleaginosa.

Por usar esa semilla patentada, los productores brasileños deben pagarle un 2 por ciento de su cosecha anual en royalties al comprarla, y otro 2 por ciento cuando venden su cosecha.

"La ley prevé el derecho de los productores de multiplicar las semillas que compran, y en ninguna parte del mundo se cobra con la producción final. Los productores están pagando un impuesto privado sobre la producción", comentó una de las abogadas de los productores demandantes, Jane Berwanger.

Paradójicamente, Monsanto no debe hacer frente esta vez en Brasil a ninguno de sus oponentes tradicionales (agricultores familiares, productores de otros rubros, sindicatos, grupos ambientalistas, movimientos sociales, comunidades nativas) sino a quienes son objetivamente sus aliados, los productores sojeros que han incorporado sin mayor drama una tecnología que multiplica sus ganancias.

“No hay como Monsanto para esquilmar”, decía recientemente la francesa Robin.

Más allá de esta situación, no se escucha entre los sojeros reclamos por los daños sanitarios y ambientales generados por los productos que Monsanto elabora y ellos utilizan, o por el desplazamiento hacia las periferias urbanas de decenas de miles de campesinos expulsados por el avance de la soja, o por la amenaza que la oleaginosa representa para el Cerrado, un área de 2 millones de quilómetros cuadrados que concentra el 5 por ciento de la biodiversidad mundial.

Aun así, dijo un productor lechero de una pequeña localidad de Rio Grande, “toda dificultad de Monsanto hay que celebrarla”. Máxime cuando no es la única que la transnacional enfrenta en Brasil, y en especial en ese estado del sur del país.

A fines de agosto, un tribunal de segunda instancia de la ciudad de Porto Alegre condenó a la empresa a pagar al Estado 500.000 reales (unos 250.000 dólares) por una “publicidad engañosa” sobre la soja transgénica.
El aviso, de 2004, promovía las “bondades” del producto de laboratorio cuando éste todavía estaba prohibido en Brasil.

Monsanto "enalteció un producto cuya venta estaba prohibida y no aclaró que sus pretendidos beneficios son muy cuestionados en el medio científico", dice el fallo del juez instructor del caso, Jorge Antonio Maurique.

Si la sentencia es ratificada, Monsanto deberá pagar el cuarto de millón de dólares y además difundir una publicidad en la que consten los efectos negativos de los productos con los que modifica las semillas de soja.

...Entrevista a Ulrich Brand: "No podemos pensar en el planeta si no pensamos en la emancipación social"

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Verónica Gago y Diego Sztulwark
Página 12
–¿Cómo se vincula hoy la crítica al desarrollo y la cuestión de la crisis?
–En la cumbre de Copenhague de 2009 sobre el cambio climático por primera vez se formuló desde los movimientos sociales, y más allá de las ONG, una crítica muy fuerte diciendo basta a este modo de gestión global de los recursos. Esto se articula de modo directo con la crisis actual, aunque ya encontramos en el siglo XIX el debate entre Marx y Sismondi referido a qué significa el crecimiento como solución a los problemas. Esta vez, el disenso se articuló también entre las elites. Por ejemplo, Amartya Sen y Joseph Stiglitz dijeron que había que reconocer estas críticas frente a lo que se proponía como salida dominante: redinamizar el crecimiento. Por supuesto, hay cierta historia y cierta preocupación por cómo salimos de la crisis. Está la respuesta neoliberal, que es hoy la dominante en Europa y que consiste en la receta de la austeridad. Luego, la respuesta keynesiana, que pide inversiones y consumo interno para empujar la economía. Y, más al margen, está el debate sobre qué hacemos con el crecimiento. Algunos iconos al respecto son personas como el inglés Tim Jackson, que propone una fórmula ya famosa: bienestar sin crecimiento.
–¿Qué opina de esta posición a favor del decrecimiento?
–La postura del decrecimiento restringe el crecimiento a un materialismo inocente, muy positivista, que cree resolver los problemas ecológicos a través de menos consumo, menos producción, más eficacia en el uso de recursos. Lo que se pierde en esta discusión es que el crecimiento supone la comodificación de relaciones sociales y de la naturaleza. Esto significa que desde el decrecimiento no se piensan las formas sociales del crecimiento, ya que no se las vincula con las formas capitalistas ni con la cotidianidad de la gente. Otro problema es que todavía en Europa no se debate en serio sobre el desarrollo porque se sigue viendo como un concepto destinado únicamente al sur. Es por eso que desde el norte no surge una crítica al desarrollo.
–¿La postura del decrecimiento se presenta como anticapitalista?
–Quienes argumentan a favor del decrecimiento hablan de una crisis del capitalismo, pero sin pensar cómo terminar con las formas sociales capitalistas. No es suficiente. Hace veinte años que Japón no crece y es una sociedad capitalista. Argentina en los ’80 y ’90 no creció. Pero la cuestión es cambiar la forma del valor, la forma de la mercancía, la forma política del Estado. El capitalismo no se acaba sin crecimiento. El capitalismo es acumulación de capital. Y si hay crecimiento económico esa acumulación es más suave porque se puede repartir. Si no hay crecimiento, como ahora en Europa, la respuesta del capital es la austeridad o las privatizaciones. El carácter hegemónico del capitalismo se reproduce mejor cuando hay crecimiento. Pero decir que el no crecimiento lleva a que el capitalismo se acabe para mí es una tontería.
–¿El término posdesarrollo es más abarcativo?
–Sí. Es un debate mucho más pequeño, pero tiene como eje criticar los fundamentos epistémicos del desarrollo como valor universal y las relaciones de fuerza que están allí implicadas. El desafío es llevar este debate más allá, hacia lo que llamo modo de vida imperial, es decir, a cómo se sustenta cierto desarrollo incluso desde el punto de vista de la vida cotidiana.
–¿Esto incluiría una crítica a la modernidad?
–Exactamente. Acá, en el sur, es posible hablar de crisis civilizatoria, como algo mucho más profundo. En el norte, en cambio, la perspectiva es más estrecha: desde la izquierda se habla de crisis del capitalismo y la mayoría de los analistas simplemente señala la crisis del neoliberalismo como una crisis coyuntural que se resolvería con una mayor intervención del Estado.
–¿Cómo la definiría usted?
–Diría, en primer lugar, que es una crisis múltiple. Esto significa que no es solamente una crisis económica ni una crisis financiera, como plantea la perspectiva keynesiana. Desde ese análisis se propone que hay que regular los mercados financieros, hacer más inversión pública y luego se llegará a otro modelo de crecimiento. Yo diría, en cambio, que hay que pensar en la transformación del modo de producción y del modo de vida. Si finalmente esto implica crecimiento o no, lo van determinando las luchas concretas en contra de ciertas formas de la economía que sólo se median por dinero.
–¿Qué otras economías desafían la noción clásica del crecimiento?
–Me interesa abrir el debate sobre qué significa una economía de lo común, o solidaria, que no es parte de un crecimiento formal, pero que es parte efectiva de una vida mejor. Por ejemplo, esto implica discutir qué significaría en una ciudad como Buenos Aires la posibilidad de cuadruplicar el transporte público con precios muy bajos y no pensarlo como algo contra el crecimiento, sino en términos de aumento de movilidad de la población. En Europa, las huertas comunitarias hacen que un 20 por ciento de la comida esté asegurada por esa vía, lo cual implica un decrecimiento puro desde cierta lógica, pero es sobre todo un mejoramiento concreto de la vida.
–Es muy difícil, de todas maneras, romper la idea de que el crecimiento es bienestar...
–El crecimiento no puede ser una cuestión de creencias de la que se está a favor o en contra. Es un efecto de un acumulado de luchas. La cuestión para mí es si somos capaces de ampliar el espacio de la producción común, de la producción no capitalista.
–¿Cuál es la capacidad efectiva de esas otras economías?
–La economía pública-estatal es mercantil, sólo que se maneja el precio de un modo más político. La economía común, en cambio, es no mercantil. En el 2004, la estadística alemana hizo un cálculo que decía que había 56 mil millones de horas de trabajo asalariado y 96 mil millones de horas de trabajo no asalariado. ¿Qué significa esto? Que la referencia cuando se habla de trabajo no puede ser únicamente el trabajo asalariado. Hay que abrir esta idea, como ya han hecho las feministas, incluyendo las horas de cuidado y de actividad política o comunitaria como actividades centrales para mantener la sociedad. Me parece importante la perspectiva “4 en 1” de la filósofa Frieda Haug, que propone la orientación de vivir cuatro horas de trabajo asalariado, cuatro horas de un trabajo para nosotros mismos, cuatro horas de cuidado y cuatro horas de trabajo para la comunidad o de trabajo político, como forma de rearticular los modos del hacer y la idea misma de lo común.
–Usted habla desde una perspectiva de la ecología política. ¿Qué implica?
–La economía neoclásica supone que la sociedad se aprovecha de la naturaleza y la tecnología resuelve los problemas y los límites que van apareciendo. Para la economía ecológica los límites sí son un problema y se concentra allí. La ecología política, que es mi punto de vista a partir de la Escuela de Frankfurt, va un paso más allá: sostiene que la reproducción material de las sociedades es un proceso de dominación de la naturaleza en el mismo sentido que las relaciones de dominación que estructuran la sociedad. No podemos pensar en salvar el planeta si no pensamos la emancipación social. Me niego a tomar los límites del planeta como punto de partida.
–¿Entonces...?
–El punto de partida es la dominación social, la cual por supuesto implica un modo de dominación de la naturaleza. Y esto lleva a la pregunta bien concreta de cómo nos reproducimos en el contexto de la movilidad, de las ciudades, de las viviendas, del campo, de la sexualidad, de la comunicación, de lo que comemos. Acá hay un campo de formas de reproducirse materialmente que no son parte del mercado capitalista. La pregunta entonces cambia: ¿cuáles serían las formas emancipatorias de tratar con la naturaleza cambiando los modos de vivir en la ciudad, de moverse, de construir vivienda, de producir, etc.? En este punto la cuestión de la decisión democrática es decisiva.
–¿En qué sentido?
–¿Quién decide, por ejemplo, las formas de salida de la crisis en Argentina del 2001? Podríamos decir: es la soja, una forma de comodificación de la naturaleza. También la minería. Que es un modo de ver a la naturaleza como recurso. ¿Quién decide, por ejemplo, los materiales con los que se van a construir los celulares de la próxima generación? Son los núcleos de investigación y desarrollo de algunas empresas, no es la investigación pública. Si no ponemos sobre la mesa la cuestión de la democracia, es decir, quién decide cuáles son los corredores de salida de la crisis, la salida tarde o temprano es la austeridad. Ustedes en Argentina lo saben mejor que nosotros. En esto es urgente juntar la perspectiva roja y verde: si no luchamos hoy a favor de la democratización y nos quedamos en una posición defensiva, como los keynesianos, la próxima crisis se resuelve por medio de la austeridad del capitalismo autoritario.
–Insiste en que no se trata de una cuestión formal, ¿cómo se logra?
–Vinculando esto con la experiencia cotidiana de la gente. Porque democracia acá no es algo formal, sino cómo yo me apropio de la vida, cómo vivo. El problema es cuando la cuestión ecológica y la cuestión democrática van por caminos diferentes.
–¿Qué significa lo que llama el modo de vida imperial?
–Es la pregunta por cómo se está universalizando un modo de vida que es imperial hacia la naturaleza y las relaciones sociales y que no tiene ningún sentido democrático, en la medida que no cuestiona ninguna forma de dominación. En este sentido preciso, el modo de vida imperial es no democrático. El modo de vida imperial no se refiere simplemente a un estilo de vida practicado por diferentes ambientes sociales, sino a patrones imperiales de producción, distribución y consumo, a imaginarios culturales y subjetividades fuertemente arraigados en las prácticas cotidianas de las mayorías en los países del norte, pero también, y crecientemente, de las clases altas y medias an los países emergentes del sur.
–¿Se trata de una generalización en distintas escalas?
–Cuando hablamos de generalización, no insinuamos que toda la gente esté viviendo igual, sino que existe una especie de lógica de desarrollo ampliamente aceptada, que se inscribe en estructuras coercitivas y dispositivos de acción. A pesar de que la crisis ecológica se politizó en los últimos tiempos y es también percibida como un problema en el discurso dominante, parece que los patrones de producción y consumo y los patrones culturales subyacentes se están consolidando y generalizando a nivel global con el apoyo del Estado y de la esfera política.
–¿No puede pensarse que en la medida en que el sur amplía sus patrones de consumo aparece desde el norte una preocupación por los límites y la crisis ecológica del planeta?
–Desde los conservadores, efectivamente, se trata de contener el crecimiento del sur. Los neoliberales, en cambio, dicen ¡qué bien que el sur crece, necesitamos ampliar los límites y una creciente sustitución de la naturaleza por el capital a partir de los avances tecnológicos! El déficit del debate viene dado también porque ciertas izquierdas medioambientales tienen una perspectiva catastrófica.
–¿Qué sostienen?
–Un aspecto central en este contexto es la superación de la dicotomía entre la sociedad y la naturaleza, ampliamente difundida también en las fuerzas sociales y políticas progresivas. Políticamente, esta dicotomía se refleja, entre otras cosas, para servirse de la cuestión ecológica en contraposición a la cuestión social. La tendencia de declarar a la ecología como contradicción secundaria se manifiesta precisamente en la actual crisis económica, en la cual el catastrofismo ecológico (“Nos queda muy poco tiempo”) y la ignorancia (“Ahora no hay tiempo para eso”) están formando una alianza peligrosa.
–¿Cómo se discute esto en Europa?
–Hay un consejo muy importante del gobierno alemán que cada año hace un informe y que ahora diagnostica que necesitamos una “gran transformación”. Se refieren, sin embargo, a una transición: la perspectiva es la renovación de un Estado que ahora se ve como capturado por los neoliberales. Esto supone que una vía de salida a la crisis es poner precio a la naturaleza. No es sólo una posición neoclásica, es también keynesiana y de la economía ecológica. Todos comparten un mismo argumento: la naturaleza necesita un precio. Hay un famoso informe sobre biodiversidad en 2008 que sostiene que la única manera de salvar la biodiversidad es que se sepa su precio.
–¿El eje queda puesto en el papel del Estado?
–El debate queda encapsulado en la renovación del Estado. El neoliberalismo se asocia únicamente al imperio del mercado y hoy se supone que con el Estado interviniendo en la economía estaríamos en otra fase. Pero cuando hablamos de transformación hablamos de algo mucho más profundo: de la transformación de los modos de vida y las relaciones de producción, lo cual no puede empezar por el Estado. El Estado asegura las relaciones existentes, claro que resuelve algunos problemas, pero siempre al interior de la lógica capitalista. Hablando teóricamente, hay que pensar cuáles son los actores de la gestión y cuál es el objeto de la gestión, qué se quiere gestionar.
–Volviendo el eje al sur. ¿Cómo pensar una alternativa?
–Hay un miedo a China. El sur se tematiza como competidor industrial, por ejemplo India. Y como lugar de donde provienen los recursos. Pero no se lo percibe más allá de la competitividad internacional, dentro del paradigma global actual. Hay que impulsar el debate sobre qué sería una regulación del mercado mundial a partir de las luchas sociales. Por ejemplo, ¿qué pasaría si Bolivia exportara un tercio de lo que exporta hoy, pero manteniendo una renta que le permita una distribución democrática? ¿Cómo pensar que el mercado mundial debe pagar mucho más por un recurso que se extrae del sur? Esto tiene que ver, por supuesto, con las relaciones de poder. Y por eso la respuesta a nivel latinoamericano puede ser organizar un cartel de precios, imponiendo que Europa deba pagar tres veces más. Y la justificación debería ser la presión que imponen las luchas en este continente a favor de distribución más justa de la riqueza y de un extractivismo moderado.
–¿Supondría que los Estados, presionados por las luchas, negocian a nivel global otros precios?
–Es lo que hace la Unión Europea con los productos agrarios, que son tres veces más caros que en el resto del mundo. Entonces, cada tonelada de carne que viene de Argentina a Europa inmediatamente se triplica en precio. Esto no es decisión pura del Estado, sino presión social.
–¿Por qué tiene tanta repercusión el concepto del “buen vivir”?
–Porque implica tomar en serio que hay otras formas de reproducción social, material y espiritual, que no son capitalistas. Lo cual abre un espacio para repensar, a la altura de la modernidad, eso que llamamos buen vivir. Tomando por supuesto en serio los avances tecnológicos, las nuevas experiencias, las redes internacionales, etc. El riesgo es petrificar el buen vivir como algo indígena, puramente autóctono.

Entrevista a Marta Harnecker: "Chávez es contradictorio, pero es fundamental para América Latina"



Eleonora de Lucena

Folha de São Paulo

Se define como ‘educadora popular’ marxista-leninista. Chilena, fue discípula del filósofo Louis Althusser, líder estudiantil católica e integrante del gobierno socialista de Salvador Allende. Se casó con uno de los comandantes de la revolución cubana (Manuel Piñeiro, ‘Barba Roja’) y en los años 2000 fungió como consejera de Hugo Chávez.

Marta Harnecker cuenta que escribió más de 80 libros. El más conocido “Conceptos Elementales del Materialismo Histórico”, de los años 60, vendió más de un millón de ejemplares y está en su 67 edición. A los 75 años, viaja por América Latina y se dice optimista: los Estados Unidos ya no hacen lo que quieren en la región y creció el concepto de soberanía.

Ahora que vive en Vancouver (Canadá), considera a Chávez como un “líder revolucionario fundamental”, pero una “persona contradictoria”: “Él es un militar que cree en la participación popular. Lo importante es ver el fruto de eso”. Venezuela es el país menos desigual del continente.

¿Cuál es su evaluación de la situación política en América Latina?

Tengo mucho optimismo. Cuando Chávez ganó estaba solo, pero hoy el panorama cambió mucho. Considero que las situaciones más avanzadas están en Venezuela, Bolivia y Ecuador. Mi último libro fue sobre Ecuador y se llama "La Izquierda en Busca de la Vida en Plenitud". El concepto de esos gobiernos es el de una sociedad alternativa al capitalismo, donde la persona humana tenga un pleno desarrollo.

No dimos importancia a eso en el pasado. Hoy en día es fundamental: una sociedad construida por las personas, de abajo hacia arriba. No se trata de hacer que el pueblo sea un mendigo que recibe regalos del Estado, no es eso que queremos ni lo que se está haciendo. El partero de este proceso fue el neoliberalismo, que provocó contradicciones y los pueblos comenzaron a resistir y a entender que tiene que participar en política y crear instrumentos políticos. Fue el caso de Ecuador, Bolivia y Venezuela, donde hubo presiones populares en los años 80 que están al origen del triunfo de Chávez.

Hay una crisis estructural del Estado. Las personas ya no confían en la política ni en los políticos y quieren cosas nuevas. Están cansadas de promesas sin cumplir. Surgen esos gobiernos y, contrario a los pronósticos de algunos, incluso de intelectuales brasileños, el proceso emergió. Hubo quienes encontraron que se había logrado un tope y que iba disminuir, pero no fue así.

Pero tenemos al imperio presente. Son los casos de Manuel Zelaya y de Fernando Lugo, quienes tenían procesos más débiles internamente, con organizaciones populares más frágiles. No hay que copiar en América Latina. Algunos se entusiasman con el proceso venezolano y creen que se puede hacer lo mismo en todos los países. El proceso en el continente es completamente diferenciado, lo que los une es el proceso social. En Bolivia y en Ecuador, por ejemplo, los indígenas son grupos importantes, en Venezuela no.

¿No están los logros de Chávez muy vinculados al petróleo?

Cuando Chávez llegó al poder el petróleo ya estaba nacionalizado, pero no estaba en manos del gobierno, era administrado por los grupos ahora en la oposición. Como consecuencia del golpe de 2002, el gobierno recupera su administración. Los excedentes del petróleo pasan a servir a las misiones sociales internas y a apoyar otros procesos en América Latina. Hay dependencia, pero también claridad de que esta debe ser superada.
El gobierno está invirtiendo en proyectos de industrialización, pues el neoliberalismo desindustrializó nuestros países. La estrategia es depender cada vez menos del petróleo.

El gobierno de Evo Morales enfrenta oposición en Bolivia. ¿Cómo explicar eso?

Son las contradicciones que viven estos procesos, muy diferentes de los procesos revolucionarios de los años 20, de la Revolución rusa.
En estos casos, solo se consigue llegar al gobierno, en muchos de ellos con una correlación de fuerzas en el parlamento, los gobiernos locales, los medios de comunicación y en el poder económico, que permanecen en manos de quienes antes dominaban.

Álvaro García Linera [vice-presidente de Bolivia] refleja las contradicciones que vive el país. Entre un gobierno que tiene que ser ejecutivo, tomar decisiones, resolver problemas de todo el país, y los movimientos sociales que tienen un ritmo de discusión democrática, etc. En el proceso boliviano, el pueblo es diverso y tiene contradicciones, se une en torno a banderas como, por ejemplo, la del Estado Plurinacional, pero las contradicciones se agudizan y el gobierno tiene que entender eso y mirar democráticamente las partes. Es muy complicado. El pueblo quiere que el Estado resuelva el problema, es una especie de paternalismo. Cuando llegan estos gobiernos, quieren soluciones inmediatas, no saben de política ni de correlaciones de fuerzas. Además de eso, prima la visión localista, sin perspectiva de conjunto.

Es necesario un proceso de educación popular, para que la comunidad entienda que para el país y otras comunidades es negativo no hacer un camino. García Linera reconoce que existen y habrán contradicciones y que es preciso que el gobernante sepa lidiar con ellas.

¿Cuál es su análisis de la situación en Brasil, Argentina y Uruguay?

Son diferentes, son gobiernos mucho más moderados, pero que están tomando medidas de soberanía, porque lo primero que necesitamos es conseguir la soberanía ante los Estados Unidos. Hemos hecho reuniones dejando fuera a los Estados Unidos, no viene el Departamento de Estado a decir lo que tenemos que hacer. En la mayoría de los gobiernos de la región, la soberanía es un valor. Es un éxito que se haya constituido la UNASUR y que Chile, México y Colombia participen en ella.

¿Disminuyó el poder de los Estados Unidos en la región?

Los Estados Unidos ya no pueden hacer los que quieren. Pero, claro que su poder es inmenso. Hay una contraofensiva de los Estados Unidos, que se refleja en situaciones como la de Zelaya y en la tentativa contra Correa. Hubo un golpe contra Lugo. Están intentando volver a hacer un golpe en Bolivia, con sectores de oposición aprovechando de las contradicciones al interior del pueblo. En Santa Cruz y en otros lugares, están intentando hacer alianzas con los sectores descontentos del pueblo. La intención del separatismo fue vencida gracias a la organización popular, ahora no hay un peligro inminente, pero esas fuerzas se están reconstituyendo.

No tenemos un camino fácil. Son procesos que no se definen de un día a otro, la mejor defensa es tener un pueblo organizado. Chávez lo entendió muy bien, él siempre insiste en que no podemos resolver el problema de la pobreza si no damos poder al pueblo. Chávez es un tipo que siente lo popular, es muy humano. Hice un libro con él, que se llama “Un hombre, un Pueblo”. No digo que el hombre Chávez no tenga defectos y que no hayan contradicciones entre su discurso y lo que hace, vivimos procesos humanos, no de dioses puros.

En su perspectiva ¿podría haber un modelo común entre países latinoamericanos?

Soy chilena, en Chile se consolidó la contrarrevolución burguesa , con Pinochet y los que siguieron. La Concertación dio continuidad a las políticas neoliberales con algunas políticas sociales. Hubo un neoliberalismo exitoso, por el aumento del PIB, la construcción de carreteras, pero Chile, que era uno de los países más igualitarios de América Latina, es hoy uno de los que tienen mayores diferencias entre pobres y ricos. En Chile no existían muros en las casas de la gran burguesía. No se puede medir el resultado del neoliberalismo solo por el lado económico. Conocí una pareja de arquitectos chilenos que trabajan

14 horas por día, viven para trabajar, no trabajan para vivir.

Personas de la pequeña burguesía consiguen alguna cosa, pero hay mucha competencia, están siempre corriendo, nunca tienen tranquilidad en el trabajo. En Brasil también se consolidó la contrarrevolución burguesa.

¿Cómo   es   eso?   ¿El   gobierno   del   PT   significa   la   contrarrevolución   burguesa?

Los sectores dominantes se consolidaron, el agro negocio . El PT está buscando hacer otra cosa. No se puede comparar con Venezuela o Bolivia, por motivo de la correlación de fuerzas de la victoria de Lula. En un país que es la sexta economía del mundo, el capital financiero y las transnacionales tienen un poder enorme. Entonces, el capitalismo se consolida, pero hay atención en los sectores populares, se sacan personas de la pobreza.

En Brasil, al gobierno le falta facilitar más el proceso de la organización popular. Tenemos una izquierda que estuvo en la oposición, el gobierno tiene que ejecutar, resolver y no puede esperar la discusión del partido, se va dando un distanciamiento entre partido y gobierno. En un Estado como el brasileño es necesario mucha firmeza para no transformarse en otra cosa. Un trabajador que llega a ser senador o diputado, cambia su vida. Como enseña el marxismo, las condiciones materiales influyen. Creo que probablemente haya la deformación de muchos dirigentes, que dejan de representar las clases populares.

Hay muchas críticas de la izquierda a Lula y Dilma, que se hacen sin entender la correlación de fuerzas existentes. No quiero decir que no puedan hacer más de lo que han hecho.

¿Entonces no hay un modelo común para América Latina?

No, en América Latina cada situación es distinta. Es necesario estudiar cada lugar, sus orígenes históricos, las correlaciones de fuerza.

Soy estudiosa de Lenin. Es preciso hacer el análisis concreto de las fuerzas, escoger la estrategia y la táctica. Hay un horizonte que es el Socialismo del Siglo XXI, la sociedad del Buen Vivir. No queremos un socialismo como el soviético, estatista, totalitario, de partido único, ateo, que usó a los movimientos sociales como correa de transmisión. Es necesario leer los clásicos, Marx y Engels. La meta es una sociedad solidaria, donde no hayan explotadores y explotados, donde cada quien encuentre que hacer, que respete las diferencias. Es una meta utópica. Mediría a los gobiernos con preguntas: 1) Tienen esos gobiernos conquistas con relación a la soberanía nacional?; 2) Consolidan, aumentan, la organización del pueblo?; 3) Hacen un desarrollo que respete la naturaleza?

¿Cúal es su análisis de la crisis económica mundial?

Es una crisis estructural importante. No es terminal porque el capitalismo se recompone. Las condiciones objetivas están más adelantadas que las condiciones subjetivas. Valorizo movimientos como el de los indignados. La rebeldía es un paso inicial, pero es necesario hacer que eso se transforme en una fuerza. “ Reconstruyendo la izquierda ” es un libro mío en el que digo que es preciso un instrumento de articulación, que no son los partidos tradicionales. El neoliberalismo fragmenta a la población.

¿Por qué?

La política no es el arte de lo posible. Eso es diplomacia. Escribí un libro sobre eso. El político revolucionario necesita entender que para lograr su objetivo tiene que crear una correlación de fuerzas. Construir fuerzas sociales para tener fuerza política, para lograr su objetivo. Se construye fuerza social con el protagonismo popular. El Estado no puede crear lo que no existe, pero puede crear las condiciones para que las fuerzas se fortalezcan.

¿Serían los partidos políticos ese instrumento? ¿No hay diferencias?

Los partidos políticos no comprenden la política como el arte de construir fuerzas sociales. Pero entienden la política como forma de ganar puestos de gobierno, tener más diputados, más fuerza. No es la idea. Muchas veces la política es muy desprestigiada. La derecha se apropió del lenguaje de la izquierda. La izquierda hace, muchas veces, una práctica política igual a la de la derecha: clientelismo, personalismo, carrerismo político, a veces hasta corrupción. El pueblo oye discursos iguales, vé prácticas iguales, se decepciona.

¿Por ejemplo…?

Sin ejemplos. El diagnóstico lo hace cada quien, pero está claro, es necesario ser muy coherente entre lo que se dice y lo que se hace. Es preciso que se trabaje para construir fuerza social y no dedicarse a peleas institucionales. El socialismo requiere una gran mayoría, una hegemonía, convencer del proyecto al máximo de gente, siendo muy pluralista y respetando las diferencias.

Tengo un libro que hace un análisis de los errores que cometió la izquierda. Cuando una persona conoce el valor de la solidaridad, comienza a entender que es más importante ser que tener. Esa es la lucha contra el consumismo. Hay una democracia desmovilizadora. Las personas están endeudadas, los trabajadores están desmovilizados, porque pueden perder el trabajo y no están tan protegidos como antes. Cuando los partidos de izquierda consiguen ganar algún espacio, muchas veces los dirigentes dejan de ser dirigentes revolucionarios. El peligro es muy grande. Un militante político que se mete al aparato burgués tiene que tener algún tipo de estructura, un grupo de personas para consultas y control, que pregunte al dirigente por qué está comprando un carro que no necesita. La cooptación es fácil, por la ideología y por la cultura, de un sujeto solitario.

Usted estuvo casada con un dirigente de la revolución cubana y vivió muchos años en la isla, ¿cómo ve la situación de ese país?
Cuba fue mi segunda patria, tengo una hija cubana que vive allá. Cuba mostró a América Latina la dignidad, la capacidad de defender la soberanía, de resistencia a todos los males. La economía es muy complicada.

¿Cómo evalúa los cambios económicos en curso?

Era necesario hacer cambios. Las personas necesitaban espacio para desarrollar su capacidad productiva, es cierto. Creo que la participación de los trabajadores en cooperativas sería un camino que debería ser explorado.

Usted   fue   discípula   de   Louis   Althusser   (1918-1990),   ¿cómo   fue   esa   experiencia?

Estudié psicología en la Universidad Católica de Chile. Como dirigente de la Acción Católica Universitaria, visité Cuba y quedé fascinada. Era católica y comencé a discutir con cristianos marxistas. Fui a Francia y conocí a Althusser, que también había sido católico. Leí sus obras y establecí una relación de discípula. Vivía a pocos metros de la casa de él y lo veía tres veces al día, él me decía qué leer. No seguí con psicología. Eso fue entre 1963 y 1968. Trabajé también con Paul Ricoeur (1913-2005). Volví a Chile pensando en enseñar francés.

Deliberadamente no tenía título. Había escrito un libro “Conceptos Elementales del Materialismo Histórico”, con las notas que había tomado en un curso para haitianos y mexicanos, el último año que estuve en París. Ese libro se vendió en más de un millón de ejemplares, está ahora en su 67 edición y fue traducido a varios idiomas. Por ese libro, llegué a ser profesora de la Universidad de Chile, con Theotonio dos Santos y Ruy Mauro Marini. Luego fui directora de la revista política de la Unidad Popular “Chile Hoy”. Transformaba artículos de intelectuales, volviéndolos accesibles a la población. Fue entonces que me apasioné por el periodismo. Hacía cartillas de formación y cursos para obreros y campesinos. Sólo ahí hice doce cuadernos de educación popular.

Tengo más de 80 libros publicados. Algunos son libros testimoniales, con experiencias de varios países - El Salvador, Ecuador, Bolivia, Paraguay, Venezuela. Tengo un libro sobre el PT, que está pendiente. En Chile hacía parte del Partido Socialista y quedé fascinada por la educación popular. Para mi, la mayor satisfacción es crear un texto que todos entiendan. Que no sea académico. Nos soy doctora, soy educadora popular: es mi autodefinición. Después del golpe en Chile, fui a Cuba, fue entonces que consolidé mi relación con el comandante Manuel Piñeiro, o ‘Barba Roja’(1933-1998). Me quedé en Cuba hasta 2003. Fui a entrevistar a Hugo Chávez en Venezuela. Recogí las críticas de izquierda, las dudas sobre el gobierno. A él le gustó mucho que le transmitiera las críticas y me invitó a trabajar en el palacio. No quise un salario, solo me pagaban el departamento y la comida.

¿Qué críticas eran?

Que tal Ministerio no estaba haciendo tal cosa, que tenía un discurso demasiado autoritario. Viví seis años en Venezuela.

¿Le parece ahora que Chávez es una persona autoritaria?

Chávez es un militar que cree en la participación popular y quiere promoverla. Como persona es contradictorio y hay que respetar esa contradicción. Queríamos que no fuera tan autoritario, pero entendemos. Yo misma tengo un carácter bastante complicado, muchas veces quise cambiar, pero no es tan fácil. Lo importante es ver el fruto de esa cosa. Si comparamos la Venezuela del primer año con la de ahora, tenemos gente con personalidad, que critica, que creció como ser humano. Es eso que buscamos. Yo lo saturaba con críticas.

¿Todavía vive en Venezuela?

Vivo en Vancouver, en Canadá, con mi compañero Michael Lebowitz.

¿Cómo evalúa la sucesión de Chávez?

No hay nadie a la altura de Chávez. Lo ideal sería una dirección colectiva. Dada la fragmentación que el neoliberalismo produjo en los sectores populares latinoamericanos, los trabajadores de hoy no tienen nada que ver con los del tiempo de Marx: hay subcontratación, precarización. Se necesitan personas con gran carisma y una personalidad muy fuerte para aglutinar todos esos sectores.

Hay el líder populista que usa al pueblo para sus objetivos políticos y el líder revolucionario que, usando su capacidad, promueve el crecimiento de la población. Un líder revolucionario con carisma se comunica con el pueblo igual que un populista. La diferencia es que el populista da cosas, como Perón, pero no ayuda para que el pueblo se independice. No es puente de un crecimiento.

Recuerdo uno de los primeros viajes que hice con Chávez, para la inauguración de una escuela. Las personas pedían cosas, pasaban papeles, uno de ellos pidió un camino, Chávez sugirió que se organizara con otros en una cooperativa para obtener el camino. Esa es la idea. Para mí eso no es populismo, es un dirigente revolucionario. Para mí el proceso venezolano y Chávez son fundamentales para el proceso latinoamericano.

El casino del sistema alimentario global

Common Dreams

El alimento es nuestro sustento. Es la fuente de la vida. El cultivo de alimentos, su procesamiento, transformación y distribución involucran a un 70% de la humanidad. Su consumo nos involucra a todos. Sin embargo, lo que conforma la economía dominante del alimento de la actualidad no es la cultura o los derechos humanos. Más bien la especulación y los beneficios deciden la producción y distribución de alimentos. El hecho de que se coloquen los alimentos en el casino financiero global es una receta para el hambre.

Después de la crisis de los créditos de alto riesgo en EE.UU. y el crac de Wall Street, los inversionistas se apresuraron a participar en los mercados de commodities, especialmente los productos básicos agrícolas y petroleros. Aunque la producción real no aumentó entre 2005 y 2007, la especulación con los alimentos aumentó un 160%. La especulación hizo aumentar los precios y los altos precios llevaron a otros 100 de personas millones hacia el hambre. Barclays, Goldman Sachs, JP Morgan, todos juegan en el casino global del alimento.

Un anuncio de Deutsche Bank en 2008 decía: “¿Le gusta el aumento de precios? Todos hablan de productos básicos, con el Eurofondo de Agricultura usted puede beneficiarse del aumento del precio de los siete productos básicos agrícolas más importantes”.

Cuando la especulación impulsa el aumento de precios, los inversionistas ricos se hacen más ricos y los pobres mueren de hambre. La desregulación financiera que desestabilizó el sistema financiero mundial está desestabilizando ahora el sistema alimentario mundial. El aumento de precios no es solo el resultado de oferta y demanda. Es sobre todo un resultado de la especulación.

Entre 2003 y 2008 se calcula que la especulación con el índice de commodities aumentó en un 1.900%, de 13.000 millones de dólares a 260.000 millones. Un 30% de esos productos básicos indexados están invertidos en productos básicos agrícolas. Como señala la Iniciativa de Responsabilidad de la Agroindustria: “Vivimos en un mundo feliz de comercio electrónico, provocado por algoritmos de índices de precios compuestos, ataques de ‘falta de confianza’ de inversionistas y de ‘pools ocultos’ desregulados de más de 7 billones [millones de millones] de dólares en comercio extrabursátil de derivados de commodities”.

El comercio mundial de productos básicos no tiene relación con alimentos, su diversidad, sus productores o consumidores, con las estaciones, con la siembra o la cosecha. La diversidad alimentaria es reducida a ocho productos básicos y agrupada en el “índice compuesto de precios”.

Las estaciones son reemplazadas por comercio durante las veinticuatro horas del día. La producción de alimentos impulsada por la luz solar y la fotosíntesis es desplazada por “consorcios ocultos de inversión”. La tragedia es que este mundo irreal está creando hambre para gente real en el mundo real.

En The Food Bubble: How Wall Street Starved Millions and Got Away with it –un artículo de fondo para Harper’s – Fredirick Kaufman dice: “La historia de los alimentos dio un giro sombrío en 1991, una época en la que nadie estaba prestando mucha atención. Fue el día que Goldman Sachs decidió que nuestro pan de cada día era una excelente inversión”.

Y la entrada de inversionistas como Goldman Sachs, AIG Commodity Index, Bear Sterns, Oppenheiner and Pimco, Barclays, permitió que la agroindustria aumentara sus beneficios. En el primer trimestre de 2008, Cargill atribuyó su aumento de un 86% a beneficios en el comercio de productos básicos. ConAgra vendió su filial comercial a un fondo de inversión libre por 2.800 millones de dólares.

El juego para conseguir beneficios en el precio del trigo quitó el alimento a 250 millones de personas. La especulación ha separado el precio de los alimentos de su valor. Como Austin Da-mani, un corredor de trigo dijo a Fred Kaufman: “Comerciamos en trigo, pero es trigo que nunca vamos a ver. Es una experiencia cerebral”.

El alimento es una experiencia ecológica, una experiencia sensorial, una experiencia biológica. Con la especulación se ha removido de su propia realidad. Los mercados de granos han sido transformados, con el comercio en futuros de los gigantes de los granos en Chicago, Kansas City y Minneapolis en combinación con la especulación por los inversionistas.

Y como dice el señor Kaufman: “El trigo imaginario comprado en cualquier sitio afecta al trigo real comprado por doquier”. Por lo tanto si no se "descomoditiza" el trigo se negarán los alimentos a más y más gente; se lanza más y más dinero al casino global, los procesos artificiales de especulación están incrementando los precios de los alimentos y llevándolos fuera del alcance de millones de personas.

Las reglas de la Organización Mundial de Comercio, los programas de ajuste estructural del Banco Mundial y el FMI y los acuerdos bilaterales de libre comercio han impuesto la integración de economías locales y nacionales en el mercado global. Y ahora el sistema financiero global está especulando en commodities alimentarias, influenciando precios y el derecho a los alimentos de las personas más pobres en el rincón más remoto del mundo.

El punto más alto en los precios de alimentos del mundo comenzó a reaparecer en 2011. Según la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), en enero de 2011 el índex de los precios de alimentos había aumentado 3,4% desde diciembre de 2010. El índice del precio de cereales estaba a 3% por sobre diciembre, y al más alto nivel desde julio de 2008, pero todavía a un 11% bajo su nivel más alto en abril de 2008.

En India, el precio de la cebolla saltó de 11 rupias por kilo en junio de 2010 a 75 rupias por kilo en enero de 2011. Los precios también subieron a pesar de que la producción de cebollas había subido de 4,8 millones de toneladas en 2001-2002 a 12 millones de toneladas en 2009-2010, mostrando que en un mercado impulsado por la especulación no existe una correlación entre la producción y los precios. La diferencia de precios entre la venta al por mayor y al menor fue de 135%.

Los alimentos que se han colocado en un casino global sirven a los inversionistas especuladores y a la agroindustria, pero no a la gente. Tenemos que sacar a los alimentos del casino global y devolverlos a los platos de la gente. La democracia alimentaria y la soberanía alimentaria solo pueden lograrse poniendo fin a la especulación financiera.

Josette Sheeran, directora ejecutiva del Programa Mundial de Alimentos, relacionó la revolución egipcia de 2010 con el aumento de los precios de los alimentos. “En muchas protestas, los manifestantes han blandido barras de pan o han mostrado pancartas expresando su indignación por el aumento del coste de alimentos básicos como las lentejas. Cuando se trata de alimentos, los márgenes entre estabilidad y caos son peligrosamente finos. La volatilidad en los mercados se puede convertir rápidamente en volatilidad en las calles y todos deberíamos mantenernos vigilantes”.

La creciente preocupación por la especulación con alimentos ha obligado a algunos bancos a dejar de invertir en commodities alimentarias. Commerzbank de Alemania y Volksbanken de Austria han sacado los productos agrícolas de sus productos de fondos indexados. Deutsche Bank ya había hecho lo mismo. Es hora de que todos los gobiernos y todas las instituciones financieras pongan el derecho al limento por sobre el hambre de beneficios.

© 2012 The Asian Age

La doctora. Vandana Shiva es una filósofa, activista medioambiental y eco-feminista. Es fundadora y directora de Navdanya Research Foundation for Science, Technology, and Ecology. Es autora de numerosos libros, incluyendo: Soil Not Oil: Environmental Justice in an Age of Climate Crisis; Stolen Harvest: The Hijacking of the Global Food Supply; Earth Democracy: Justice, Sustainability, and Peace; y Staying Alive: Women, Ecology, and Development. Shiva también ha servido como asesora de gobiernos en India y en el extranjero así como en ONG, incluyendo el Foro Internacional sobre Globalización, la Organización de Mujeres de Entorno y Desarrollo y la Red Tercer Mundo. Ha recibido numerosos premios, incluyendo el 1993 Right Livelihood Award (Premio Nobel Alternativo) y el Premio de la Paz Sydney 2010.

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