Por Raúl Wiener Fresco
que el Ollanta I, de Locumba a las elecciones del 2006, fuera reemplazado por Ollanta II de las últimas elecciones y de los primeros 100 días de gobierno, hemos llegado al punto en el que muchos se preguntan si a partir de mañana estaremos ante un Ollanta III posterior a la salida del gabinete Lerner. Es temprano para ser categóricos pero hay señales que no pueden eludirse:
(a) El supuesto gobierno de “concertación nacional” ha perdido a su único elemento realmente concertador, que podía conversar con todos los sectores políticos, con empresarios y líderes sindicales y pasar nueve horas tratando de convencer a autoridades y dirigentes cajamarquinos para solucionar el conflicto de Conga a través del diálogo.
(b) Lerner parece el derrotado de Conga por el aparente fracaso del diálogo del domingo pasado, pero en realidad el que había sido desacatado por los huelguistas era el propio Ollanta Humala que el martes previo logró una solución con la empresa Yanacocha para suspender el proyecto a exigencia del gobierno, prescindiendo de la región, con el resultado que la huelga se radicalizó y entró en un callejón sin salida.
(c) Es entonces que el expremier ministro reabre el diálogo y consigue una tregua de tres días, llena de incertidumbres, y se sopla la negociación del domingo avanzando un documento de acuerdo que los cajamarquinos no quisieron firmar sin consultar a las bases. En ese punto Santos y Saavedra liquidaron, quizás sin proponérselo, a su interlocutor y le abrieron el camino al giro represivo.
(d) El estado de emergencia fue una respuesta de Ollanta Humala y Oscar Valdés (dicen que también de Miguel Castilla), que sabían que no tenían consenso para eso en el gabinete y que remacharon luego con el congelamiento de las cuentas del gobierno regional. De pronto había surgido un minigabinete y ya se sabía quién tenía que irse y quién iba a reemplazarlo.
(e) El hecho que los dirigentes que no firmaron en la noche, ordenaran el repliegue de sus fuerzas la mañana siguiente ante el inicio de la emergencia, fue el triunfo del método Valdés y el anuncio de que los siguientes conflictos serán tratados de la misma manera. Es una victoria pírrica para un gobierno que está pagando en confianza y credibilidad entre sus electores más fieles, la improvisada dureza de estos días.
(f) Con Lerner se va una parte de la intelectualidad que acompañó a Ollanta en la elaboración de su plan de gobierno y que fue olvidada en el cambalache de la Hoja de Ruta y otros compromisos de moderación política, y a los que el presidente dejó sin lugar en su gobierno. El primer ministro empresario se hizo cargo de los amigos de izquierda de Ollanta Humala y los convirtió en el único núcleo de debate político dentro del gobierno.
(g) El nuevo primer ministro, comandante en retiro como el Presidente, refiere el aire de militarización que recorre al gobierno después del estado de emergencia y del discurso de Ayacucho del viernes último. Es como si Ollanta se hubiera replegado hacia el Ejército al que ese día le invocaba alejarse de la política, es decir como si él mismo creyera que puede ser el primer político del país sin hacer política. Tal vez como “guardián socrático” de todos nosotros.
(a) El supuesto gobierno de “concertación nacional” ha perdido a su único elemento realmente concertador, que podía conversar con todos los sectores políticos, con empresarios y líderes sindicales y pasar nueve horas tratando de convencer a autoridades y dirigentes cajamarquinos para solucionar el conflicto de Conga a través del diálogo.
(b) Lerner parece el derrotado de Conga por el aparente fracaso del diálogo del domingo pasado, pero en realidad el que había sido desacatado por los huelguistas era el propio Ollanta Humala que el martes previo logró una solución con la empresa Yanacocha para suspender el proyecto a exigencia del gobierno, prescindiendo de la región, con el resultado que la huelga se radicalizó y entró en un callejón sin salida.
(c) Es entonces que el expremier ministro reabre el diálogo y consigue una tregua de tres días, llena de incertidumbres, y se sopla la negociación del domingo avanzando un documento de acuerdo que los cajamarquinos no quisieron firmar sin consultar a las bases. En ese punto Santos y Saavedra liquidaron, quizás sin proponérselo, a su interlocutor y le abrieron el camino al giro represivo.
(d) El estado de emergencia fue una respuesta de Ollanta Humala y Oscar Valdés (dicen que también de Miguel Castilla), que sabían que no tenían consenso para eso en el gabinete y que remacharon luego con el congelamiento de las cuentas del gobierno regional. De pronto había surgido un minigabinete y ya se sabía quién tenía que irse y quién iba a reemplazarlo.
(e) El hecho que los dirigentes que no firmaron en la noche, ordenaran el repliegue de sus fuerzas la mañana siguiente ante el inicio de la emergencia, fue el triunfo del método Valdés y el anuncio de que los siguientes conflictos serán tratados de la misma manera. Es una victoria pírrica para un gobierno que está pagando en confianza y credibilidad entre sus electores más fieles, la improvisada dureza de estos días.
(f) Con Lerner se va una parte de la intelectualidad que acompañó a Ollanta en la elaboración de su plan de gobierno y que fue olvidada en el cambalache de la Hoja de Ruta y otros compromisos de moderación política, y a los que el presidente dejó sin lugar en su gobierno. El primer ministro empresario se hizo cargo de los amigos de izquierda de Ollanta Humala y los convirtió en el único núcleo de debate político dentro del gobierno.
(g) El nuevo primer ministro, comandante en retiro como el Presidente, refiere el aire de militarización que recorre al gobierno después del estado de emergencia y del discurso de Ayacucho del viernes último. Es como si Ollanta se hubiera replegado hacia el Ejército al que ese día le invocaba alejarse de la política, es decir como si él mismo creyera que puede ser el primer político del país sin hacer política. Tal vez como “guardián socrático” de todos nosotros.