En América Latina, temas como el agua, la alimentación y el uso de los transgénicos se ubican en el centro del debate.
El profesor emérito de la Universidad de Zaragoza, España, Pedro Arrojo, plantea que si queremos encarar la crisis alimentaria el reto no es tanto producir más alimentos sino acabar con la pobreza y ser capaces de distribuir la riqueza que tenemos, de manera “que haya mayor capacidad de acceso a los alimentos por parte de los más pobres”. Arrojo agrega que es una gran mentira presentar a los transgénicos como una solución a los problemas del hambre.
40 millones de latinoamericanos no tienen acceso a los servicios de agua potable, mientras otras 52 millones se abastecen a través de sistemas que representan un riesgo significativo para la salud, según un estudio de la CEPAL. A ello se añade que 81 millones sufren hambre y subnutrición, según la FAO.
En relación al problema del agua, el profesor Arrojo, quien es fundador de la Fundación Nueva Cultura de Agua y el primer español en recibir el Premio Goldman de Medioambiente, dice que éste no es un problema de escasez sino de quiebra de la salud de los sistemas acuáticos, lo que determina que donde antes podíamos beber hoy nos envenenamos o nos enfermamos. Critica a la minería a cielo abierto y revindica el agua potable como derecho ciudadano que debe estar por encima de cualquier criterio privatizador o mercantilista.
La entrevista:
Actualmente se habla de que el mundo vive múltiples crisis, ¿qué intensidad tiene la crisis ambiental?
La crisis ambiental tiene su expresión oficial más contundente y reconocida en lo que es el cambio climático, que tiene unas repercusiones ya visibles y esperables realmente espeluznantes sobre todo para comunidades y lugares más vulnerables, como puede ser Bangladesh, y sobre todo en la gente más humilde y más pobre que tiene menos capacidad de adaptación a cambios bruscos, ya sea en la agricultura, ya sea en el medio rural, está siendo y va a ser un futuro verdaderamente doloroso.
Otra faceta de estas crisis ambientales la tenemos en lo que yo trabajo más, que es lo que se conoce como la crisis global del agua, de alguna manera podría decir que hay una paradoja trágica, la crisis global del agua en el planeta agua, en el planeta azul, millones de personas sin acceso al agua potable, diez mil muertes diarias solo de diarreas, y un número indeterminado, que ni siquiera se estima, de envenenamientos progresivos por metales pesados, por contaminación tóxica, no biológica, derivada de la minería a cielo abierto, derivada de los agrotóxicos y con unos impactos demoledores sobre la salud pública de las personas.
Todo esto no es un problema de falta de agua, es un problema de quiebra de la salud de los sistemas acuáticos, donde antes podíamos beber hoy nos envenenamos o nos enfermamos. Por tanto, las crisis ambientales tienen muchas facetas pero abren frentes de dolor en la humanidad sin precedentes, particularmente en las comunidades más pobres.
¿Qué nos puede decir de la crisis alimentaria?
La crisis alimentaria, por lo que dicen todos los informes oficiales medianamente sensatos, no es una crisis de producción de alimentos como de acceso a los alimentos que se producen o se pueden producir. El problema está fundamentalmente en la pobreza, no en la no producción. Y tiene que ver con lo que está haciendo la desarticulación social y cultural del medio rural de comunidades tradicionales que acaban, por así decir, desprotegidas de la protección que daba el lugar tradicional de habitación. Todos esos factores van agravando los procesos de miseria, de vulnerabilidad de las comunidades y al final de acceso a los alimentos.
En el tema del agua, hay veces que se dice como vamos creciendo vamos a tener que producir más regadíos, y para eso más represas, y vamos a darle dos vueltas de tuerca a la explotación de la naturaleza. Es un error confrontar pretendidamente la producción de alimentos con la sostenibilidad de los ecosistemas, es un error mortal de necesidad, porque al quebrar la salud de los ecosistemas, al quebrar las capacidades naturales de producción de alimentos justamente nuestra tecnología no suple la destrucción de la producción de alimentos, por ejemplo cuando tenemos una gran represa en nombre que queremos hacer agricultura más industrializada (generalmente producimos agricultura qe no da de comer, agricultura de exportación, agricultura que da de comer a unos pocos y enriquece a los que ya son ricos) probablemente va a desplazar población de la zona de inundación de la represa y esa población queda vulnerable, pasa a ser población hambrienta.
O, también, vamos a destruir la pesca del río de la que vive mucho más gente de la que pensamos, porque la pesca es la proteína de los pobres. El quebrar las pescaderías en las masas fluviales de agua dulce, tiene consecuencias indirectas en los litorales, porque hoy se sabe que la pesca del litoral depende de los flujos de nutrientes que portan los ríos.
Todos estos elementos son claves, de tal manera que si queremos abordar la crisis alimentaria el problema no es tanto producir más alimentos sino acabar con la pobreza, ser capaces de distribuir mejor la riqueza que tenemos, de manera que haya mayor capacidad de acceso a los alimentos por parte de los más pobres. Por otro lado, el otro reto es recuperar el funcionamiento de la ingeniería natural, que es en el fondo la naturaleza, los ecosistemas, en su capacidad de regenerar la vida y de regenerar alimentos, ya sea pesca, agricultura, la fertilidad del suelo. Ahí tenemos, desde mi punto de vista, los grandes retos.
Las transnacionales presentan a los transgénicos como la solución para el problema de la alimentación, ¿Qué opina usted?
Sencillamente es una gran mentira. Lo que se está consiguiendo con esa reingeniería transformada en gran negocio es perder la soberanía alimentaria, perder la soberanía de poder alimentarse y de poder regenerar sus medios de producción. Pasas a depender de una multinacional que te lo vende todo, te vende la semilla que ya no puede reproducirse, te vende el agrotóxico específico para esa semilla y sin el cual esa semilla tampoco produce, y se entra, por otro lado, a riesgos de mediano y largo plazo que nadie ha experimentado.
Nosotros jugamos con algo tan delicado y tan fino como es la herencia genética, entramos en un túnel cuyo final no conocemos, no digo que tenga que ser necesariamente malo o desastroso, en realidad no lo conocemos. Hemos cometido ya tropelías y por arrogancia tecnocrática que ahora empezamos a ver… yo recuerdo de niño que jugábamos con el DDT y nos echábamos DDT a la cara, pero entonces nos habían dicho que el DDT mataba mosquitos pero a las personas no hacía nada, hoy sabemos que es un tóxico para las personas y que se acumula en nuestros tejidos, a lo mejor yo muero antes de que me tocaba porque yo jugué con el DDT de niño. Esa imprudencia, esa arrogancia tecnocrática, en nombre del negocio de corto plazo, tiene sus exponentes más notables justamente en ese negocio de los transgénicos que se ha montado Monsanto y compañía.
Yo creo que es una enorme imprudencia, una temeridad, y que más nos valdría investigar pero no experimentar en vivo a gran escala, dar tiempo al tiempo, seguir confiando como cuestión esencial en las capacidades naturales de esta ingeniería natural, que no sé si la ha hecho Dios pero la hecho bien, una tecnología de regeneración de nutrientes, de regeneración energética a través de energía solar que funciona con una eficiencia que los humanos estamos lejos de emular siquiera. Y no olvidemos nunca que esos ciclos energéticos, esos ciclos inmateriales, esa ingeniera natural tan sofisticada funciona gratuitamente con sofisticadas tecnologías solares naturales.
Yo pienso que tenemos que prestar más atención, desde la investigación, a entender bien esa ingeniería natural que tenemos y a podernos engarzar bien nuestras tecnologías artificiales con esos procesos naturales, no entrar en contradicción con ello. Y, todo lo demás se puede seguir estudiando pero aquello que no se conoce en rigor en sus efectos de medio y largo plazo, y que tiene ver con cuestiones tan delicadas como el orden genético o con la información genética, yo le daría muchísimo más tiempo de información y sería un período de prueba en pequeñito no en vivo ni en la sociedad. Lo que pasa es que eso no es un buen negocio para Monsanto, esperar es perder dinero, luego, por tanto, los riesgos los paga la sociedad, mientras Monsanto se mete el dinero en el bolsillo.
Desde el punto de vista de la geopolítica, ¿cómo se está manifestando el problema del agua en el mundo?
En el mundo ya se califica como la crisis global del agua y yo añado en el planeta agua. Tiene grandes raíces a mi punto de vista. No es un problema generalmente de escasez, la inmensa mayoría de los mil millones que no tiene acceso al agua potable viven en países como Ecuador, al lado de un río. Lo que pasa es que antes donde se podía beber hoy nos envenenamos o nos enfermamos, es decir el gran problema, la gran raíz de las dificultades del acceso al agua potable no es la falta de agua sino del acceso a agua potable, a agua de calidad. La primera razón es que hemos quebrado la salud de nuestros ríos, de nuestros ecosistemas acuáticos, primero han muerto los peces y las ranas y luego enferman y mueren las personas, pero siempre las personas, más pobres, más vulnerables. Y ahí viene la segunda raíz del problema: la crisis de inequidad y pobreza que hemos producido desde un sistema capitalista profundamente inmoral. Y la tercera, se añade, es la pretendida solución del sistema neoliberal puesto que el agua de calidad la hemos hecho cada vez más escasa, se la ha transformado en negocio, un bien útil y escaso, se ha dejado que sea el mercado el que administre los sistemas de agua y saneamiento; la privatización de los sistemas de agua y saneamiento, está transformando lo que es una necesidad pública en un negocio.
Eso está transformando a los ciudadanos en meros clientes y si ese cliente tiene una Visa en el bolsillo a lo mejor puede estar tranquilo, pero si soy pobre más me valdrá rebelarme como los pobres de Cochabamba en la “guerra del agua”. Y ahí se está produciendo la tercera gran crisis, de gobernanza de los servicios de agua y saneamiento que va haciendo más vulnerables a los más pobres porque al ser clientes pobres son expulsados de sus derechos más elementales.
¿Cuáles son las alternativas?
Ese es el diagnóstico y por tanto hay que reaccionar, pasando de la gestión de recurso a la gestión ecosistémica, como hemos pasado de la gestión maderera a la gestión forestal, entender que un río no es un canal de H2O sino que es un ecosistema vivo, es la pachamama, es hacer las paces con nuestros ríos. Sin eso tendremos ríos envenados.
Segundo, una vez que hagamos las paces con los ríos, y veamos cuanta agua sacar sin quebrar la salud del río, la clave está en distinguir el agua para qué, yo distingo el “agua vida” vinculada a los derechos humanos. Dice Naciones Unidas (que requerimos) 30 litros /persona y día al menos de agua potable, es un derecho humano, como el cariño verdadero de la copla ni se compra ni se vende, se garantiza como máxima prioridad, máxima prioridad agua vida.
Yo pienso que el agua potable y el saneamiento en casa deben ser de acceso universal, y entonces deben ser un derecho si no humano ciudadano, la diferencia está en que los derechos ciudadanos también tienen deberes ciudadanos, pero no de hacer negociados en un mercado sino que deben ser acordados en una sociedad democrática. Hagamos un sistema tarifario en donde el primer bloque (30 litros) sea gratuito, en donde el segundo bloque (100 litros más) tenga un coste, pero que recupere costes para la entidad pública de gestión, y cuando lleguemos al bloque de consumo más alto que ese sea cinco veces más caro, el que llene su piscina de lujo que sepa que está pagando también, a través de una subvención cruzada, el derecho de los más pobres a tener un servicio de altísima calidad. Por lo tanto, yo digo el “agua ciudadanía”, derechos y deberes, de acceso universal, pero fuera del esquema de privatización.
Y por último el “agua economía”. Bueno pues, la inmensa mayoría del agua se usa para producir agricultura de exportación, electricidad y otros mil bienes, entonces yo digo el derecho de los productores a ser más ricos a través del agua pública, muy bien, pero no es una prioridad, no se puede sacrificar la calidad de un río con una contaminación diciendo que estoy produciendo economía (…) usted tiene una fábrica de papel pero no es dueño de la salud de la gente, usted no es dueño del río, entonces ahí (se debe aplicar) estrictas condiciones de sostenibilidad, y luego el pago del agua,lo que nos haya costado, igual que el carpintero paga la madera y nadie se la subvenciona, pues pagar por el “agua economía” lo que haya costado al Estado llevar el agua.
Y luego el “agua delito” que en América Latina se da mucho en actividades económicas que se justifican porque dan dinero, pero envenenan a la mayoría de sus ciudadanos, por ejemplo la minería de cielo abierto del oro y del cianuro, eso es una barbarie del siglo XXI que en muchos países ya se está considerando fuera de la ley, como un atentado a la salud pública, y no vale decir que produce dinero, porque al mismo tiempo envenena a la gente, tarde o temprano, entonces lo que yo llamo el “agua delito” debe estar fuera de la ley y la ley debe perseguirlo para que quede fuera de nuestra práctica social y económica.