El
periodista Pedro Salinas presenta Mitad monjes, mitad soldados, su segundo
libro sobre el Sodalicio de Vida Cristiana. En él, recoge denuncias por abuso
sexual presentadas contra el fundador de esa comunidad católica, Luis Fernando
Figari.
“Era
inteligente, sagaz, de los que no daban puntada sin hilo, hábil para detectar
los defectos del otro. Era cariñoso con los que necesitaban afecto y exigente
con quienes carecían de una figura paterna”.
'Lucas'
describe de este modo al fundador del Sodalicio de Vida Cristiana, Luis
Fernando Figari, una figura hasta ahora impenetrable. De él solo se sabe que a
sus cortos 24 años, y tras estudiar Derecho y Teología, fundó su propio
movimiento religioso: el Sodalicio, una de las alas más radicales del
catolicismo en el Perú, que tiene como fin, según rezan sus principios, llevar
a los jóvenes por el camino de la santidad.
'Lucas',
quien prefiere mantener su edad y su nombre en el anonimato, es un ex sodálite
que se unió a este grupo a los 15 años, atraído por la vida de disciplina y fe
que Figari le prometió cuando lo conoció en un retiro del colegio Santa María.
Han
pasado varios años para que 'Lucas', ya alejado de la organización, hable de lo
que fue su experiencia entre las cuatro paredes del Sodalicio.
Los
periodistas Pedro Salinas y Paola Ugaz han registrado su testimonio en el libro
Mitad monjes, mitad soldados (Planeta, 2015), una investigación que se completó
en cuatro años y que devela –entre casos ya conocidos de maltratos físicos y
psicológicos cometidos en la comunidad– graves casos de abuso sexual.
Domingo
tuvo acceso a dos testimonios de ex sodálites que, según se narra en el libro,
fueron seducidos por Figari, en ese entonces Superior General del Sodalicio y
que hoy, ya alejado de la comunidad, "vive una etapa marcada por el
recogimiento y la oración", según señala el portal web de la organización
católica.
“Ahora sácate la ropa”
Según
los testimonios que ha recogido Salinas, Figari representaba una figura
intachable para sus pupilos. Su poder en la comunidad era tal que todos seguían
sus órdenes sin chistar: “Si ordenaba algo, todos saltaban para complacerlo”,
dice el periodista, quien también fue sodálite y lo conoció: “Te decían que si
la vida de Figari corría peligro, tú tenías que poner el pecho para
salvarlo”.
'Lucas'
fue uno de los pocos privilegiados que tuvo a Figari como guía espiritual. El
"número uno" se ocupaba de él de forma exclusiva en sesiones privadas
en las que exploraba su psicología. Todo iba bien hasta que un día su mentor
tomó cierta ventaja.
Según
narra 'Lucas', en una de sus reuniones Figari le ordenó que se quitara la ropa
con el pretexto de que ese “era un método que aconsejaban para identificar cómo
era la valoración de alguien sobre sí mismo”. 'Lucas', confiado, accedió al pedido quedándose en ropa
interior. Esto ocurrió en la casa de Figari, donde solía reunirse con sus
discípulos.
A
continuación un extracto de la conversación que citan Salinas y Ugaz en su
libro:
"–¿Qué
sientes? –le preguntó Figari.
–Nada
–respondió 'Lucas' algo extrañado.
–Bien.
Ahora sácate la ropa interior.
–Bueno.
–¿Ahora,
qué sientes?
–Un
poco de aire –bromeó 'Lucas', para mitigar su pudor.
–¿No
te sientes avergonzado? ¿Qué sientes?
–Nada
–insistió Lucas.
–Bien.
Ahora ven y abrázame".
Figari
le habría pedido después al muchacho –según se reseña en el libro– que se
echara junto a él en la cama y acto seguido le pidió nuevamente un abrazo,
orden que 'Lucas' acató de forma automática:
"–Te
felicito –le dijo Figari al finalizar– has pasado la prueba. Debo decirte que
eres una persona con mucho autocontrol y dominio de tu sexualidad".
“Nadie
imaginó que aquello sucedía en la intimidad del Sodalicio”, dice Pedro Salinas.
“Es más, cuando escribí Mateo Diez el 2002 (una novela de ficción que a modo de
catarsis escribió sobre su experiencia como sodálite), me buscó muchísima gente
para contarme cosas del Sodalicio. De hecho, dos personas a quienes no conocía
se me acercaron para contarme de abusos sexuales y comportamientos pervertidos
perpetrados por Figari. Pero no les creí. Lamento que haya sido así”, cuenta el
periodista.
La crisis
A
fines del 2010, Pedro Salinas recibió una llamada telefónica que gatilló su
curiosidad. Su interlocutor le dijo que Luis Fernando Figari dimitiría al cargo
de Superior General por “problemas de salud”. Por ese tiempo también se corría
la voz de que Germán Doig, el delfín de Figari, fallecido hace diez años de un
infarto, ya no podría alcanzar el título de santo. Sobre aquello se tejían dos
versiones: la oficial decía que ya no sería canonizado porque no había reunido
las suficientes "virtudes heroicas". La otra señalaba que el segundo del Sodalicio, de
quien se repartían estampitas con su rostro, había abusado sexualmente de tres
menores.
Salinas,
nuevamente, no creyó lo que oía, hasta que su interlocutor, a quien nombraremos
'Francesco', le contó con lujo de detalles que él mismo había sido una víctima
de Doig al que llamaban el "sodálite por antonomasia".
"Me
contó de los encuentros sexuales a los que lo indujo Germán, aprovechando su
condición de director espiritual”, cuenta Salinas.
El
2011 fue una año difícil para el Sodalicio. Sus paredes temblaron cuando las
víctimas de Doig dieron sus testimonios a la prensa. Los casos se ventilaron en
Diario 16, Caretas y La República. Ante la presión mediática, la institución
terminó reconociendo la falta: “Dejamos en claro que estas conductas contrarias
a nuestra vocación cristiana deben ser denunciadas y rechazadas con
energía", señalaron en un comunicado en el que se comprometían, además, a
retirar los retratos de Doig de todos sus espacios.
"La
ecuación estaba clara. –dice Salinas– ¿Acaso Figari, quien, como todos decían,
tenía el don de saber lo que piensas con solo mirarte a los ojos, nunca
sospechó de las conductas de Germán? ¿Acaso no sabía tampoco de las faltas del
sodálite Daniel Murguía, que el 2007 había sido atrapado por la Policía en un
hostal tomándole fotos a un niño a quien le había ordenado bajarse el pantalón?
Murguía era muy cercano a Figari, ¿no te parece raro que el líder del Sodalicio
no se haya dado cuenta y haya renunciado después de todo el escándalo?".
"¿Cuál
es tu tipo?"
En Mitad monjes, mitad soldados
Se
reúnen treinta testimonios de ex sodálites. Los 44 años de vida del Sodalicio
se narran en la voz de quienes abandonaron la comunidad hace varias décadas y
quienes acaban de renunciar hace un par de años.
'Juan'
es otro ex sodálite que declara en el libro haber vivido episodios muy vergonzosos con Figari. Dice:
"Al rato Luis Fernando entró a su cuarto y sacó un par de revistas
pornográficas de hombres desnudos, al abrirla en una página que tenía marcada
me preguntó: "¿Te gusta este? ¿O te gusta este otro? ¿Cómo es tu tipo de
hombre?". Esto sucedió durante una sesión espiritual a solas con el líder
del Sodalicio; 'Juan' le había confesado previamente, y tras la insistencia de
Figari, que era homosexual.
En
otra oportunidad pasó lo siguiente:
"Estábamos solos. Entró a su cuarto de donde sacó un palo. Con el rostro
adusto me dijo: ¡Levántate! Puso el palo en el sofá y dijo: Ahora siéntate
encima. Figari le preguntó: ¿Te gustó? Acto seguido le mostró un
crucifijo".
En el
libro de Salinas se consignan tres testimonios de ex sodálites que aseguran
haber sufrido abuso sexual de parte del fundador del Sodalicio.
El
2011, las tres víctimas presentaron sus respectivas denuncias ante el Tribunal
Eclesiástico del Arzobispado de Lima, institución que imparte justicia en la
Iglesia Católica y que está moderada por el cardenal Juan Luis Cipriani.
Pedro
Salinas asegura que el presidente del Tribunal, el reverendo Víctor Huapaya,
tiene conocimiento de estos casos. Sin embargo, hasta la fecha, el Sodalicio no
ha sido notificado. Fernando Vidal, asistente de comunicaciones del Sodalicio,
respondió a Domingo que no podían comentar nada del libro de Salinas hasta que
este sea público. Precisó además que el Tribunal Eclesiástico no les ha
notificado sobre ninguna denuncia contra Figari.
Salinas
asegura que sus entrevistados están dispuestos a declarar ante un juez si fuese
necesario. El silencio está por romperse.