“A
tu casa vienen de fuera una plaga de empresas, para arrebatar la
riqueza que pueda tener, y te van a pagar una suma que nuble tu juicio,
para lo que sea, en tu perjuicio, no llegues a ver”. Fragmento de la canción: “Multinacional” del autor e intérprete argentino Mero.
Parece que vivir de la plusvalía engendra en los hombres un sentido de
deshumanización. Como diría Marx, el atribuirle propiedades
sobrenaturales a las mercancías produce una contradicción histórica al
presentar características primitivas el hombre moderno. El fetichismo
del producto hace al objeto sujeto y, en esas condiciones, no existe
diferenciación entre seres humanos y las cosas. No existe moral, más la
marcada por el proceso anárquico de la producción capitalista. Sus
frecuentes crisis agudizan las relaciones humanas. Mientras unos cuantos
se apropian de la riqueza social otros luchan por sobrevivir.
En el seno de la lucha de clases y la embestida feroz de los
capitalistas, la fractura en el tejido social es eminente. El humanismo
queda relegado. La superestructura ideológica-política-religiosa no
responde a las nuevas épocas. La razón se hunde en un mar plagado de
inconsistencia. En el caos del capitalismo, el ambiente es fascistoide.
Un darwinismo social exacerbado, solamente maquillado por los
intelectuales predicadores del “desarrollo sustentable”. Pero dichas
concepciones se hacen pedazos ante una realidad aplastante. Los
Estado-Nación han quedado superados ante la voracidad del capitalismo en
su fase imperialista. El mercado saturado de mercancías. Las grandes
corporaciones manejan a su antojo gobiernos e instituciones, por
supuesto, la vida de millones.
“En el capitalismo todo es mercancía”
Dijo Gabriel García Márquez: “El día que la mierda tenga algún valor,
los pobres nacerán sin culo." Nada más alejado de la realidad presente.
En la agonía de lo público, lo privado tiene única relevancia. Ignorando
lo social de la producción, la riqueza privada va adoctrinando seres
egoístas, carentes de solidaridad, autómatas sedientos de acumular
capital. Si la mierda fuera capital, cada uno de nuestros sistemas
digestivos estuviera concesionado a alguna empresa transnacional.
Tendríamos que ser competitivos para poder sobrevivir en el “mundo
global”, capacitarnos de por vida para mejorar nuestro metabolismo y con
ello, ser un triunfador en la “sociedad del conocimiento.”
Un
claro ejemplo es la declaración vertida a mediados de 2012 por parte del
presidente del emporio corporativo Nestlé, Peter Brabeck-Letmathe,
quien asevera la necesidad de privatizar el agua. Alega, envuelto en un
discurso ecologista, la necesidad de racionalizar el uso del líquido
vital, asegurando 5 litros de agua para beber y 25 para uso doméstico a
cada ser humano, pero a partir de ese margen, vender a precio de mercado
lo consumido. Brabeck-Letmathe no ve como un derecho humano el agua, ve
en ella una mercancía lista para vender. No por nada, el comercio de
agua embotellada representa el 8% de las utilidades netas, en una
corporación con ventas registradas en 2012 de 9.2 billones de francos
suizos.
La idea del dirigente empresarial puede sonar
descabellada, pero no es novedosa, la privatización del recurso vital se
ha puesto en práctica en distintos países con resultados trágicos. En
Bolivia, el entonces presidente Hugo Banzer Suárez expidió en 1999, la
Ley 2029 titulada “Ley de Agua Potable y Alcantarillado Sanitario” y con
ello daba facilidades a empresas extranjeras para lucrar con el recurso
hídrico. Además, obligaba a las distintas fuentes de abastecimiento de
líquido a conectarse a la red del concesionario.
El alza en las
tarifas fue inmediata, el afán de lucro desmedido de las trasnacionales
originó un alza en las facturas del cien por ciento de un período a
otro. Los campesinos antes dueños del agua, no pudieron tolerar
semejante afrenta y organizados en un movimiento unitario dieron
impresionante lucha. Durante la “guerra por el agua” hubo un muerto,
heridos y encarcelados. Al final la resistencia popular se impuso. Hoy,
con el gobierno progresista de Evo Morales, ese episodio fue superado
por un sistema integral de distribución de agua potable bajo la
dirección estatal. Curiosamente Bolivia, hace un año acaba de cumplir
una de las “Metas del milenio” fijadas por la ONU, llevar el agua a cada
hogar boliviano de manera sostenible. Objetivo inalcanzable de seguir
con la legislación privatizadora, cuya redacción restringía la
recolección de agua de lluvia solamente a aquellos que tramitaban su
respectiva licencia.
En México, la situación no dista de ser
muy diferente a esa Bolivia de los años noventa, en el Distrito Federal
sostiene la investigadora Claudia Campero de Food and Water Watch Blue
Planet Project, en las 16 delegaciones, el agua está concesionada a
empresas privadas.
Campero hace referencia al alto consumo de
agua embotellada, que equivale a 234 litros al año, cifra que reditúa en
altas ganancias a las corporaciones transnacionales y en perjuicios
para la naturaleza. Cada botella desechable representa gran impacto para
el medio ambiente. Privatización, ganancia y destrucción es el
resultante.
Para los criminales empresariales no hay límites posibles. Para quienes estamos abajo resistiendo, es imperativo ponérselos.
Bibliografía:
-De la Fuente, M. (2000) La “guerra” por el agua en Cochabamba. Crónica de una dolorosa victoria. Recuperado en: http://www.umss.edu.bo/ Academia/Centros/Ceplag/ AguaMDLF.PDF
-Enciso, A. (2011) Se extiende la privatización del agua en todo el país: Campero. Versión digital del periódico La Jornada, recuperado en: http://www.jornada.unam.mx/ 2011/04/11/index.php?section= sociedad&article=047n1soc
-Nestlé (2013) Año Fiscal 2012: Buen desempeño en todos los sentidos:
Página en red del corporativo, recuperado en: http://www.nestle.com.mx/ media/pressreleases/ resultados-financieros-2012
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