martes, 7 de marzo de 2017

El expediente Figueroa-Tombs


Pedro Salinas

Ya existe un trabajo académico sobre el impacto de la pederastia clerical hecho a base de testimonios de víctimas del Sodalicio de Vida Cristiana. Se hizo en Canadá, figúrense. Y lo pueden encontrar en internet. El documento se llama Escuchando a sobrevivientes masculinos de abuso sexual en la Iglesia. Y es estremecedor. El expediente lleva la firma del Centro de Teología y Asuntos Públicos de la Universidad de Otago. Los autores de las pesquisas son David Tombs, director de la mencionada área académica y la teóloga peruana Rocío Figueroa.

Figueroa, todo hay que decirlo, fue quien hizo la investigación interna, en el Sodalitium, sobre los abusos sexuales de Germán Doig, al que querían hacer santo. Rocío fue fraterna (rama femenina del Sodalicio) hasta mediados o fines del 2011, aproximadamente). Y ya que estamos en este punto, Alessandro Moroni, superior del Sodalicio, si fuese una persona seria, debería rendirle un homenaje a Rocío Figueroa. O hacerle algún tipo de reconocimiento público o privado, no importa. Creo que es lo mínimo, ¿no? Todavía está a tiempo. Porque si a alguien deben darle las gracias los sodálites, que vivieron ciegos, durante largas décadas, ante la siniestra realidad de la doble vida de sus principales jerarcas, es a esta mujer. En el informe elaborado por los consultores externos rentados por ellos mismos, apenas la mencionan, dejando cierto sabor a mezquindad.

Pero volviendo al punto. Una de las ideas que uno se lleva luego de leerlo, es que ninguna de las víctimas del Sodalicio “recibió apoyo pastoral efectivo de parte de la Iglesia por años, hasta que el escándalo explotó y alcanzó a la prensa”. Y esta realidad, por cierto, no es que haya cambiado un poquito. Al contrario, parece ir empeorando. O acaso no han visto al papa dándole un trato benévolo a un grupo de curas pederastas que había sancionado. O no se han enterado que en el nuevo manual para la instrucción de obispos recién ordenados dice que los prelados “no tienen la obligación” de reportar las denuncias de abuso sexual a menores a la policía”. Tal cual.

Y eso está pasando ahorita. Miren, si no, el caso peruano, que es sumamente ilustrativo. El Vaticano recibe las denuncias escritas, y escritas con sangre, hay que subrayar. Y qué creen. Roma no responde ninguna. Ni llama. Ni pone un email que diga “Recibí conforme”. O algo así. Ni un gesto caritativo, es decir.

Así las cosas, el “Protocolo Cero” de Francisco consiste, en síntesis, en recibir las denuncias, no contestarlas, sugerir a las autoridades eclesiales un par de cosas para no alertar a la prensa, y encarpetar la demanda.

¿Pueden creerlo? Y no me digan que no es así, porque miren lo que ocurrió en el Caso Sodalicio. La resolución vaticana critica los testimonios por tener “lagunas”, “vacíos” y ser “contradictorios”, ¡y nunca contactaron con las víctimas para pedirles precisiones o que amplíen la información entregada! ¡Nunca!

Les importa un carajo las víctimas. Esa es la verdad. Más importante es la reputación de la institución que las personas. Porque volviendo al cuento. Tratar así, con indiferencia, a gente que ha sido dañada por una iglesia que supuestamente es éticamente intachable, es cruel. Es revictimizar a las víctimas. Es hacerlas sentir que nadie quiere escuchar sus historias, o peor aún, creerlas. Estamos hablando de individuos traumatizados, cuya confianza ha sido traicionada, ojo.

Porque el asunto con la iglesia es ese. Que sus portavoces y agentes abusan del poder que tienen. “Una cosa es un abuso sexual, otra cosa es un abuso sexual cometido por un representante de la Iglesia (…) Eso tiene una repercusión enorme en la confianza (…) A eso agrégale encubrimiento (…) La religión se convierte en el medio para tener poder”, declara Rocío Figueroa para Altavoz.

Tombs opina en la misma línea de pensamiento. La pérdida de confianza es posiblemente el daño más crítico causado por estos abusos “porque eso afectará todas las relaciones de su vida”, añade también en Altavoz.


Y escribiendo estas líneas, me acabo de enterar de la renuncia de la irlandesa Marie Collins, todo un símbolo internacional del cáncer de la pederastia clerical católica. Collins abandona la comisión pontifica sobre abusos sexuales a menores porque se siente “frustrada” por la indolencia demostrada por las autoridades vaticanas. Este es otro duro golpe a la credibilidad de Francisco y su cacareada “Tolerancia Cero”. También se había anunciado la creación de un tribunal especial para juzgar a los obispos negligentes o encubridores, y hasta el día de hoy no funciona. Porque obviamente, y cada vez está más claro, enfrentar esta lacra no es una prioridad para Francisco. Y es que Francisco dejó de ser la solución para convertirse en parte del problema.

No hay comentarios:

Publicar un comentario