Pedro Salinas
Ya
existe un trabajo académico sobre el impacto de la pederastia clerical hecho a
base de testimonios de víctimas del Sodalicio de Vida Cristiana. Se hizo en
Canadá, figúrense. Y lo pueden encontrar en internet. El documento se llama
Escuchando a sobrevivientes masculinos de abuso sexual en la Iglesia. Y es
estremecedor. El expediente lleva la firma del Centro de Teología y Asuntos
Públicos de la Universidad de Otago. Los autores de las pesquisas son David
Tombs, director de la mencionada área académica y la teóloga peruana Rocío
Figueroa.
Figueroa,
todo hay que decirlo, fue quien hizo la investigación interna, en el
Sodalitium, sobre los abusos sexuales de Germán Doig, al que querían hacer
santo. Rocío fue fraterna (rama femenina del Sodalicio) hasta mediados o fines
del 2011, aproximadamente). Y ya que estamos en este punto, Alessandro Moroni,
superior del Sodalicio, si fuese una persona seria, debería rendirle un
homenaje a Rocío Figueroa. O hacerle algún tipo de reconocimiento público o
privado, no importa. Creo que es lo mínimo, ¿no? Todavía está a tiempo. Porque
si a alguien deben darle las gracias los sodálites, que vivieron ciegos,
durante largas décadas, ante la siniestra realidad de la doble vida de sus principales
jerarcas, es a esta mujer. En el informe elaborado por los consultores externos
rentados por ellos mismos, apenas la mencionan, dejando cierto sabor a
mezquindad.
Pero
volviendo al punto. Una de las ideas que uno se lleva luego de leerlo, es que
ninguna de las víctimas del Sodalicio “recibió apoyo pastoral efectivo de parte
de la Iglesia por años, hasta que el escándalo explotó y alcanzó a la prensa”.
Y esta realidad, por cierto, no es que haya cambiado un poquito. Al contrario,
parece ir empeorando. O acaso no han visto al papa dándole un trato benévolo a
un grupo de curas pederastas que había sancionado. O no se han enterado que en
el nuevo manual para la instrucción de obispos recién ordenados dice que los
prelados “no tienen la obligación” de reportar las denuncias de abuso sexual a
menores a la policía”. Tal cual.
Y
eso está pasando ahorita. Miren, si no, el caso peruano, que es sumamente
ilustrativo. El Vaticano recibe las denuncias escritas, y escritas con sangre,
hay que subrayar. Y qué creen. Roma no responde ninguna. Ni llama. Ni pone un
email que diga “Recibí conforme”. O algo así. Ni un gesto caritativo, es decir.
Así
las cosas, el “Protocolo Cero” de Francisco consiste, en síntesis, en recibir
las denuncias, no contestarlas, sugerir a las autoridades eclesiales un par de
cosas para no alertar a la prensa, y encarpetar la demanda.
¿Pueden
creerlo? Y no me digan que no es así, porque miren lo que ocurrió en el Caso
Sodalicio. La resolución vaticana critica los testimonios por tener “lagunas”,
“vacíos” y ser “contradictorios”, ¡y nunca contactaron con las víctimas para
pedirles precisiones o que amplíen la información entregada! ¡Nunca!
Les
importa un carajo las víctimas. Esa es la verdad. Más importante es la
reputación de la institución que las personas. Porque volviendo al cuento.
Tratar así, con indiferencia, a gente que ha sido dañada por una iglesia que
supuestamente es éticamente intachable, es cruel. Es revictimizar a las
víctimas. Es hacerlas sentir que nadie quiere escuchar sus historias, o peor
aún, creerlas. Estamos hablando de individuos traumatizados, cuya confianza ha
sido traicionada, ojo.
Porque
el asunto con la iglesia es ese. Que sus portavoces y agentes abusan del poder
que tienen. “Una cosa es un abuso sexual, otra cosa es un abuso sexual cometido
por un representante de la Iglesia (…) Eso tiene una repercusión enorme en la
confianza (…) A eso agrégale encubrimiento (…) La religión se convierte en el
medio para tener poder”, declara Rocío Figueroa para Altavoz.
Tombs
opina en la misma línea de pensamiento. La pérdida de confianza es posiblemente
el daño más crítico causado por estos abusos “porque eso afectará todas las
relaciones de su vida”, añade también en Altavoz.
Y
escribiendo estas líneas, me acabo de enterar de la renuncia de la irlandesa
Marie Collins, todo un símbolo internacional del cáncer de la pederastia
clerical católica. Collins abandona la comisión pontifica sobre abusos sexuales
a menores porque se siente “frustrada” por la indolencia demostrada por las autoridades
vaticanas. Este es otro duro golpe a la credibilidad de Francisco y su
cacareada “Tolerancia Cero”. También se había anunciado la creación de un
tribunal especial para juzgar a los obispos negligentes o encubridores, y hasta
el día de hoy no funciona. Porque obviamente, y cada vez está más claro,
enfrentar esta lacra no es una prioridad para Francisco. Y es que Francisco
dejó de ser la solución para convertirse en parte del problema.
No hay comentarios:
Publicar un comentario