Escribe: Humberto Campodónico
En
el 2016 el Perú ocupó el puesto # 7 en el mundo en aranceles promedio a los
productos importados (1). Los líderes son Hong Kong y Macao con 0 % de arancel,
seguidos de Singapur (0.2%), Islas Mauricio (1%), Georgia (1.5%) y Nueva
Zelandia (2.0%). Justo después viene Perú con 2.4% (en el 2013 teníamos el
puesto 10, con 3.36%).
Más
atrás viene EEUU con 3.5% (lo que quizá no dure por el proteccionismo de Trump),
Japón (4%), Israel (4.5%), Unión Europea (5.1%), Colombia (5.7%) y Chile (6%).
Más atrás todavía están China con 10% y Corea del Sur con 13.9%.
Aquí
hay varios temas. Primero: “nos ganan” ciudades (como Hong Kong, Macao y
Singapur) y países con baja población (Islas Mauricio, Georgia y Nueva
Zelanda). Por tanto, estamos cerca del #1 como país de 30 millones de
habitantes. Ser el país con los aranceles más bajos del mundo es un “honor” que
solo encandila a los ayatollahs neoliberales.
Segundo,
que el arancel efectivo (la recaudación efectiva en dólares como proporción del
valor total de importaciones) fue solo 1.2% en el 2015, más bajo que el arancel
promedio (del total de partidas) ya señalado de 2.4%.
Tercero,
que países con políticas de “libre mercado” como Colombia y Chile tienen
aranceles más altos. Y grandes “países emergentes” industrializados, como China
y Corea del Sur tienen aranceles promedio de dos dígitos.
Cuarto,
que más del 90% del comercio exterior peruano se realiza con países con los que
tenemos Tratados de Libre Comercio (EEUU, China, Japón, Unión Europea, Corea
del Sur, CAN, Mercosur). Por tanto, los aranceles actuales tienen compromisos
vinculantes obligatorios con el Estado peruano.
Quinto,
que el dólar barato (producto del super ciclo de precios de las materias primas
y la masiva entrada de capitales) disminuyó el valor en soles de los productos
importados, sobre todo de los bienes de consumo, duraderos y no duraderos
(tuvimos un aumento ficticio y temporal del consumo de las personas, parte de
la fórmula del “éxito” del modelo económico). Esta apreciación del nuevo sol
“llovió sobre el suelo mojado” de los ya bajos aranceles, perjudicando a
importantes sectores de la industria nacional y, también, a los ingresos
fiscales aduaneros: del 2005 al 2016 la recaudación arancelaria bajó de 1 a
0.2% del PBI como producto de la desgravación arancelaria unilateral del 2006
al 2011.
Sexto,
en el Perú la aplicación de estas políticas ha venido de la mano con la
afirmación “todos ganan con el libre comercio”, dejando de lado los argumentos
que señalan claramente que hay ganadores y perdedores. Así, los importadores
Oeschle, Falabella y Ripley son
ganadores, mientras que Gamarra (textiles) es un claro perdedor de 400,000
puestos de trabajo y US$ 500 millones de
mercado interno (Expreso, 19/02/2017).
Séptimo,
la industria peruana se está viendo seriamente afectada en los últimos años por
una serie de motivos, entre ellos la reducción arancelaria ya mencionada. Dice
la Sociedad Nacional de Industrias en el Foro Ejecutivo para la Reactivación
Industrial que el sector ha bajado su participación en el PBI de 16.5% a 13%
del 2007 hasta el 2016 y que se han
perdido 150,000 empleos desde el 2012 (2).
Octavo,
las medidas contra la competencia desleal (aprobadas por la OMC) en el Perú
están en retroceso a diferencia de la tendencia mundial. Dice la SNI que las
medidas antidumping en el Perú han bajado de 34 a 7 del 2006 al 2016 (-79%),
mientras en el mundo han subido de 1,198 a 1,538 (+28%). ¿Aló, Indecopi, aló?
La
política industrial brilla por su ausencia, a pesar de que el exministro de la
producción, Piero Ghezzi, hizo esfuerzos en el gobierno pasado (Plan Nacional
de Desarrollo Productivo). Pero el actual tiró esos avances por la borda.
Eso
no es casualidad porque el Consenso de Washington (vigente acá) dice que no
debe haber políticas de promoción explícitas a algún sector, pues el “libre mercado”
se ocupará de la asignación eficiente de recursos. Así, a diferencia de China y
el sudeste asiático, que tuvieron un crecimiento liderado por las exportaciones
industriales, impulsado con políticas explícitas, aquí el crecimiento fue
liderado por las exportaciones primarias (minerales) con mínimo valor agregado,
que luego nos regresan como productos terminados (China consume el 50% de cobre
del mundo).
Pero
las cosas han comenzado a cambiar. Dice el BID que hay que replantear el
problema del desarrollo productivo y que “eso no es un retroceso, sino un
avance que busca diferentes enfoques para remediar los problemas del
crecimiento que siguen afectando a AL. Se requiere comprender qué falló, no con
el fin de revaluar el pasado, sino para asegurarse de que las nuevas soluciones
no repitan los mismos errores” (3).
Un
componente clave de ese modelo de crecimiento fue, justamente, la apertura
comercial unilateral y la desgravación arancelaria radical. La magnitud y la
escala de esas políticas es lo que tiene que re-pensarse después de 25 años de
vigencia. Dicho de otra manera, las “nuevas soluciones” del CdeW botaron al
niño de las políticas industriales junto con el agua sucia de la bañera.
Volviendo
al principio: el libre comercio, la desgravación arancelaria y los TLC son un
medio y no un fin en sí mismo, a pesar de lo que diga el neoliberalismo
extremo. Si lo fueran, el “Perú campeón de los aranceles bajos” estaría
boyante. Los planteamientos recientes de la SNI deben repensar las premisas del
modelo existente y discutir seriamente las políticas explícitas de desarrollo
productivo.
(1)
OMC y UNCTAD, Perfiles arancelarios del Mundo 2016 (World Tariff Profiles),
www.wto.org
(2)
http://www.sni.org.pe/wp-content/uploads/2017/02/propuestas.pdf
(3)
Ver “Generales después de la batalla”, www.cristaldemira.com, 6 de abril 2015 y
“¿Cómo repensar el desarrollo productivo?, Políticas e Instituciones Sólidas
para la transformación económica”, BID, 2014, www.iadb.o
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