La naturaleza no solo desenterró miles de minas antipersonales y antitanques en la frontera Perú-Chile, sino un pasado que 36 años después vuelve a la mente de los peruanos.
En la década del 70, el gobierno militar del general Juan Velasco Alvarado había iniciado una compra masiva de material bélico con la idea de iniciar una II Guerra del Pacífico y recuperar Arica y Tarapacá.
Ante ello, el gobierno chileno del general Augusto Pinochet, inició una ofensiva colocando minas antipersonales y antitanques en la frontera con Perú.
“Al no tener armamento, lo más próximo era minar la frontera. Esto se conoció después. Ha sido un largo proceso de minado en toda la extensión de la frontera. Hasta que ellos pudieran nivelar el poderío militar peruano y luego superarlo”, recuerda el cronista tacneño, Freddy Gambetta Uria.
En un artículo publicado en la revista chilena “Qué pasa”, se detalla la estrategia chilena que emprendieron para sembrar estos artefactos de guerra a 20 kilómetros que separan Arica de la frontera. Con el uso de retroexcavadoras y todo tipo de maquinaria habilitaron trincheras en las que sembraron 20 mil minas, y luego en 1981 elevaron esa cifra hasta las 60 mil.
Se señala que estas minas contaban con un minucioso registro, del cual solo existen tres copias que revelan donde se encuentran las mortíferas cargas. En el lugar se hizo pequeños senderos que permitían la circulación de personal sin correr riesgos.
Potencia militar
“Velasco se preocupó de invertir en preparación, no solo en la compra del armamento de tanques y aviones. A Chile no le quedó otra alternativa que instalar minas para impedir un posible avance de tropas”, añade José Giglio Varas, director del Archivo Regional de Tacna.
En esa época Chile atravesaba una aguda crisis económica por la baja en el precio del cobre, lo que obligó a militares chilenos a utilizar todos los medios posibles para evitar un posible ingreso de las tropas peruanas en Arica.
“Perú se había convertido en una potencia militar en Latinoamérica y se hablaba de recobrar Arica y Tarapacá”, sostiene Gambetta.
Añade que en la mitad de 1975 se pudo detectar el movimiento de tropas y tanques en La Yarada y la salida de varias personas de la ciudad ante un posible conflicto.
Giglio asegura que el fin de Velasco y por consiguiente la tensión con Chile, se discutió entre vasos de whisky. El jefe del comando conjunto de las Fuerzas Armadas, Francisco Morales Bermúdez, junto a otros oficiales celebraban en una casa, hasta la madrugada, la reincorporación de Tacna al Perú, cuando se pusieron a hablar de política y decidieron sublevarse.
En el libro Revolución por Decreto, de Dirk Kruijt, se hace mención a este episodio con la siguiente sentencia: “No es un chiste ni son decires. Lo de Tacna fue fruto de una borrachera”.
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