Una muestra: recientemente CEPAL reportó que, durante la última década,
los beneficios de las compañías transnacionales en América Latina y el
Caribe crecieron en un 500%. No obstante, más de la mitad de estas
ganancias se enviaron a sus matrices. Sólo en 2011 las ganancias de
estas empresas alcanzaron los 113 mil millones de dólares. De éstas, más
del 55% abandona el país donde se generan, es decir, cerca de US$ 62
mil millones, el equivalente a llevarse la totalidad del PIB de Ecuador o
casi tres veces el PIB de Paraguay en el mismo año.
A comienzos de la década del setenta, el periodista y escritor uruguayo
Eduardo Galeano relataba con amplio detalle la descarnada crónica de
despojo y humillación a la que ha sido sometida Latinoamérica desde el desembarco de Colón. Plata, oro, salitre, azúcar, cacao, caucho y un largo etcétera de recursos naturales
arrasados en diversos puntos del continente a fin de enriquecer las
ambiciosas arcas de los imperios del norte, dejando como herencia la
miseria una vez agotada la veta y la tierra.
Cuarenta años después, Las venas abiertas
de América Latina permanece vigente como llamado a despertar la
conciencia de los pueblos oprimidos y manipulados por el poder
económico. “El subdesarrollo de América Latina proviene del desarrollo
ajeno y continúa alimentándolo. Impotente por su función de servidumbre
internacional, moribundo desde que nació, el sistema tiene pies de
barro. Se postula a sí mismo como destino y quisiera confundirse con la
eternidad”. Éste es uno de muchos extractos que describen una coyuntura
que tristemente sigue replicándose una y otra vez.
Una muestra: recientemente CEPAL reportó que, durante la última década,
los beneficios de las compañías transnacionales en América Latina y el
Caribe crecieron en un 500%. No obstante, más de la mitad de estas
ganancias se enviaron a sus matrices. Sólo en 2011 las ganancias de
estas empresas alcanzaron los 113 mil millones de dólares. De éstas, más
del 55% abandona el país donde se generan, es decir, cerca de US$ 62
mil millones, el equivalente a llevarse la totalidad del PIB de Ecuador o
casi tres veces el PIB de Paraguay en el mismo año.
La maldición de los recursos naturales
Desde una perspectiva económica por ejemplo, resulta interesante
comparar la contra-historia relatada en Las Venas con lo que la
literatura económica denomina “la maldición de los recursos naturales”. De hecho, este último sería un título más que adecuado para la misma realidad descrita por Galeano.
La maldición se explica por la evidencia que constata que países ricos en recursos naturales
presentan un desempeño peor y con mayores desigualdades que aquellos
países pobres en recursos, aunque cabe destacar que el problema es la
dependencia, y no la abundancia, de estos recursos. Dentro de los
factores que explican este padecimiento hay de tipo económico, como la
tendencia de las monedas locales a fortalecerse y entorpecer otro tipo
de exportaciones, y de tipo político, derivados de la tendencia al
comportamiento corrupto de los actores, como consecuencia de las
disputas por el acceso a la renta económica de los recursos, generando
daños estructurales a nivel institucional.
El cómo escapar de la maldición ha sido materia de amplio estudio.
Dentro de la reflexión se cuenta el control del tipo de cambio, la
reinversión de los recursos en la población y el fortalecimiento
institucional. Pero en primer lugar, como lo señala el Nobel de
Economía, Joseph Stiglitz, “los países deben hacer más por garantizar
que sus ciudadanos reciban el valor total de los recursos”.
Siempre ha resultado inaceptable que una vez extraída la ganancia, la
población quede desnuda y desprotegida, como ocurrió con la crisis del
salitre a comienzos del siglo pasado. Ahora, al menos, podemos apreciar
que hay una ciudadanía consciente que no está dispuesta a seguir
tolerando el abuso. Ejemplo de ello es la crisis de la industria
salmonera en Chile. Sustentada por inmejorables condiciones naturales,
llegó a transformarse en el segundo exportador mundial de este producto.
Pero luego de una década de extraordinario éxito comercial, producto de
la desregulación y de las precarias prácticas sanitarias, sucumbió ante
un virus mortal para los peces y emigró hacia zonas australes.
En
Quellón el desempleo pasó de una tasa inferior al 2% en 2003 a casi un
15% en 2009, situación dramática para una comuna que vio casi triplicada
su población entre 1992 y 2008. Y como si fuera parte de un nuevo
capítulo de Las Venas, en la llamada a ser “capital del salmón” quedaron
los brazos caídos, un par de calles pavimentadas y el anhelo de un
nuevo hospital. Aunque las cifras de empleo han mostrado recuperación
durante el último tiempo, la insuficiente base material y abandono quedó
de manifiesto con el activo descontento que ha exigido recientemente
dignidad y mejoras concretas en la atención de salud.
El contexto actual
El modelo que vive la región se reorienta con la vuelta al Estado de los
gobiernos de izquierda o progresistas en otros casos -Venezuela (1999),
Brasil (2002), Argentina (2003), Uruguay (2005), Bolivia (2006),
Ecuador (2007), Paraguay (2008), cambiando el relato y el sentido de la explotación de recursos naturales,
con una orientación de carácter social y redistributivo, pero en la
esencia manteniendo y profundizado el modelo extractivista. Más aún,
gracias al explosivo aumento del precio de los recursos naturales a
nivel internacional, la región ha tendido a retroceder en términos de
industrialización, para volver a economías donde predominan las
exportaciones de materias primas. Este modelo se ha perpetuado en
aquellos países con gobiernos abiertamente neoliberales.
Latinoamérica
muestra una alta dependencia de los commodities. Estos representan casi
la cuarta parte de los ingresos fiscales de la región. En siete países
(que explican el 85% del PIB regional), la participación de bienes
primarios (de explotación
directa y sin elaboración) sobre el total de los ingresos fiscales es
considerable, variando entre el 10% y 49% para el período 2004-2008.
Adicionalmente, gran parte de estos commodities, el 80%, ha gozado de un
particular período de bonanza comercial, tal como lo demuestra el
ejemplo del cobre chileno. Sin embargo, la mayor parte de estas rentas
migran, y por otra parte, los gobiernos, capturados por la necesidad de
satisfacer la demanda social inmediata, caen en la tentación de
transformarlas en gasto, imposibilitando la reinversión en la región,
necesitada de reformas estructurales para abandonar la dependencia de la
explotación y exportación primaria.
El modelo avanza en una dirección que podría agudizar la maldición,
porque están atrapados en la lógica del crecimiento y el comercio
internacional como principal mecanismo para hacer políticas sociales.
Punto relevante de esta vuelta atrás ha sido la creciente relación
comercial con China que, en el discurso global, era aplaudida como una
relación Sur-Sur, pero en la práctica es aún más dependiente de recursos
naturales que los intercambios con Europa o Estados Unidos: en 2008,
del total de envíos de América Latina a China, el 69% correspondía a
bienes primarios, versus el 31% de Estados Unidos y 42% de Europa.
Hace un par de semanas atrás se realizó la Conferencia sobre Recursos
Naturales y Desarrollo Integral de la Región, convocado por la UNASUR.
Donde se reconoce el valor que tienen los recursos naturales para la
región, reforzando la idea de la “defensa de los derechos de propiedad
de los Estados sobre los recursos naturales”.
El cambio de manos de la propiedad de recursos genera ingresos y
dividendos valorables, pero tiene tremendos riesgos. El principal es,
sin duda, el riesgo de la democracia. En Estados con poco espacio para
la participación real, la población tiene nula capacidad para definir
qué modelo de desarrollo quiere y qué condiciones demandar para llevar a
cabo los proyectos estatales. Más aún, hemos visto una creciente
criminalización de las demandas sociales, que debilita a los movimientos
y amordaza sus demandas.
Tenemos al frente inmensos desafíos –que no estaban presentes al momento
en que Galeano escribió Las Venas- como el cambio climático, la
problemática de agua, la crisis alimentaria o la escasez energética.
Estos elementos configuran nuevos ingredientes de una maldición que sólo
puede ser eliminada si fortalecemos la institución democrática. Para
ello, es imperativo democratizar los Estados, recuperar las rentas
económicas de los recursos naturales, generar participación y
transparencia, y dotar a la ciudadanía de un rol activo en la
construcción de sociedad.
Francisco Pinto. Master en Economía Ambiental y Cambio Climático de la
London School of Economics. Investigador asociado al Centro de Economía
de los Recursos Naturales y Medio Ambiente (CENRE) de la Universidad de
Chile.
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