El problema de fondo es que si la humanidad pretende mantener el estilo de desarrollo consumista y cortoplacista actualmente dominante va a requerir cada vez más energía pese a que ninguna fuente es ideal. Los hidrocarburos aportan directamente a crear el efecto invernadero, la energía nuclear crea un riesgo grande y tiene cada vez menos simpatizantes. Las opciones de biomasa (alcohol y biodiesel) son una farsa ya que cuando se contabilizan sus impactos desde la producción hasta su uso, gastan más energía que la que producen. Las energías solar y eólica son, sin duda, una promesa pero sus costos son aún excesivos. Es decir que, mientras que la ciencia y la tecnología no resuelvan el problema, hidrocarburos, hidroeléctricas y biocombustibles continuarán apareciendo como las opciones menos malas.
La lucha por un desarrollo amazónico sensato debe enfocar cambiar el estilo de vida dominante, rediseñando los principios de la economía y, asimismo, revisando el concepto de “desarrollo sustentable”, que hace creer que se puede crecer ilimitadamente sin destruir el entorno natural que sustenta la humanidad.
Mientras tanto, pues ese cambio llevará mucho tiempo, la lucha debe orientarse a evitar lo peor. Los peruanos consiguieron evitar la construcción de la central hidroeléctrica del Inambari y los bolivianos revertieron la decisión del gobierno de construir una peligrosa carretera en medio de su Amazonía, ambas obras promovidas por el Brasil.
Los movimientos sociales, cuando olvidan sus rencillas, hacen milagros …
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