Nos quieren vender gato por liebre.
Primero, una revisión oficial a cargo del Ministerio del Ambiente recomienda salvar dos de las cuatro lagunas que Conga destruiría. Luego, el ministro es despedido y el nuevo ministro dice que ese informe nunca existió.
Para solucionar el problema, el Gobierno contrata un peritaje internacional, que concluye recomendando “evaluar técnica y económicamente alternativas de reubicación o desplazamiento de los desmontes del tajo Perol, para tratar de evitar que recubran a las lagunas Azul y Chica, dada su importancia”. Ante ello, el Presidente dio un mensaje a la Nación con una serie de nuevas exigencias para la empresa Yanacocha. Entre otras cosas, Ollanta Humala señaló que “Deberá atenderse la recomendación planteada en el peritaje, en relación a las lagunas Azul y Chica. En este sentido, deberán evaluarse las alternativas hidrológicas y ambientales para evitar que las lagunas Azul y Chica, sean utilizadas como depósito de desmonte del tajo Perol”.
Pasaron dos meses, ¡dos meses!. Y el 21 de junio, año nuevo andino, el presidente salió a anunciar que la empresa había estudiado las nuevas exigencias y había decidido aceptarlas. “A Newmont ya le habíamos hecho un planteamiento sobre el proyecto y saludamos que ellos por fin se hayan identificado con nuestras propuestas”, señaló.
Genial, el Estado actuó de forma independiente y mejoró las condiciones de Conga. Hasta ahí todo bien. Discutible pero interesante. Por supuesto que todavía cabe el debate ecosistémico sobre Conga, al cual los peritos no contribuyeron en nada porque no realizaron su informe bajo un enfoque integral sino únicamente de provisión de agua. Y ese es solo uno de los múltiples servicios ecosistémicos que brindan las lagunas y humedales de Conga y que, según indican otros peritajes no oficiales, no podrán ser reemplazados por las grandes piscinas que pretenden construir.
Pero al menos era algo: un intento, limitado pero importante, de ponerle condiciones a la inversión.
Hasta que el domingo, uno de los voceros de Yanacocha, Roque Benavides, decidió dejar en ridículo al presidente y anunciar que NO van a cumplir las nuevas exigencias en lo referido a las lagunas: “Nosotros lo que evaluamos es la posibilidad de defenderlas al máximo. (…) Pero no estoy diciendo –por favor, que quede claro– que de todas maneras no se van a impactar las dos lagunas. Porque las dos lagunas van a estar en la zona de operación y es muy difícil el controlar ese tipo de cosas”.
Lo curioso de esta breve cronología es que uno no entiende de dónde Ollanta Humala sacó que Newmont había aceptado cumplir las nuevas exigencias del Gobierno. Roque tiene razón el algo: el peritaje oficial no obliga a mantener las lagunas intactas, pues habla de estudiar otras alternativas hidrológicas. Pero el presidente decidió elevar la valla y plantear como una condición indispensable lo que los peritos habían incluído como una recomendación. “Deberá atenderse la recomendación planteada en el peritaje, en relación a las lagunas Azul y Chica”: esas fueron las palabras presidenciales. No dijo “podría ser” o “tal vez sería bueno” o “me gustaría”. Dijo “deberá”. Y claramente, Roque Benavides no lo ha entendido así o no le ha dado la gana de atender a esa nueva exigencia.
Es triste, pero ya no sé si Ollanta no se da cuenta de que lo están dejando en ridículo, o si no le importa. En ambos casos es grave.
Lo que queda claro es que Newmont se está burlando del mensaje presidencial. No sólo no se compromete a preservar estas dos lagunas: tampoco garantiza cumplir con la exigencia referida a los puestos de trabajo. Entonces, ¿a qué se refieren con que “aceptan” las nuevas condiciones?
Lo único que han aceptado es construir piscinas más grandes. Pero esa es una solución tremendamente ineficiente para resolver el problema de la provisión de agua (que insisto, es solo una de las funciones ecosistémicas de las lagunas y bofedales). ¿Por qué digo que es ineficiente? Simple: porque lo que se aumenta es la capacidad de los reservorios artificiales, no la disponibilidad de agua en la zona. Las precipitaciones en la zona NO son capaces de llenar los 14 millones de metros cúbicos que está ofreciendo ahora Yanacocha. Es un engañamuchachos: es la misma lógica de quienes amplían las pistas para resolver el problema del tránsito o de los que amplían la talla del pantalón para resolver el problema del sobrepeso. La falta de agua no se va a resolver con piscinas gigantescas si no se asegura la provisión de agua para llenar esas piscinas.
La lluvia no las va a llenar, y ni hablemos del agua subterránea porque esas interconexiones van a quedar totalmente destruidas, como lo reconoce el propio EIA.
Así pues, ¿cómo las van a llenar? Simple: con agua traída de otros lados, bombeada de otros lados. Eso va a parecer que funciona durante un tiempo, cuando las piscinas aparezcan rebosantes de agua fresca. Pero el costo energético y económico de bombear agua de otras zonas, que aún no sabemos ni siquiera cuáles son, es insostenible a largo plazo, con lo cuál no se ha solucionado el verdadero problema: ¡que el proyecto es insostenible, y pertenece al enfoque del desarrollo insostenible! ¿Para qué ha ido Ollanta a Río+20 si no es capaz de entender ni siquiera eso?
Eso fue lo que nos explicó el ingeniero cajamarquino Guido Peralta, quien a la sazón es titulado en España y colega de uno de los peritos famosos, en una entrevista hace un par de meses en Radicales Libres. Él preparó un informe que precisamente se llama “A partir del día siguiente” donde hace una proyección de la situación de la zona de Conga una vez que la empresa se haya ido y no exista ya la plata que haga funcionar el bombeo de agua.
Más aún: todavía no puede decirse que “Conga va” pues la ampliación hasta el paroxismo de los reservorios debería ser motivo de un nuevo Estudio de Impacto Ambiental, porque implica nueva ingeniería e implica demostrar que el balance hídrico planteado es viable y sostenible.
En resumen, estas nuevas condiciones son las mismas de antes pero con piscinas más grandes. Mi conclusión sigue siendo la misma: Conga es inviable.
Ahora bien, la verdad es que el diálogo en Cajamarca no puede limitarse a las lagunas de Conga, por importantes que estas puedan ser. Aún si el proyecto Conga llegara a realizarse, lo que la protesta cajamarquina pone en agenda es qué va a pasar con la región en relación a la minería. Alrededor de Conga existen otros proyectos mineros de gran envergadura: ¿qué va a pasar con estas otras miles de hectáreas de bofedales, humedales y lagunas? ¿También se van a hacer piscinas más grandes? ¿O se va a entrar en una discusión integral sobre la capacidad de carga de los ecosistemas?
En Cajamarca, como en otras zonas del Perú, existen provincias cuyo territorio está concesionado en más de 70% a empresas mineras. ¿Es eso razonable?
¿Cuándo se va a aprobar una ley de ordenamiento territorial? ¿De qué manera van a participar los Gobiernos regionales y la gente de las localidades en la definición de SU modelo de desarrollo? ¿O vamos a permitir que el INGEMMET y el Ministerio de Energía y Minas entreguen concesiones y aprueben estudios de impacto ambiental sin tomar en cuenta la opinión de los que van a ser afectados directamente?
¿De qué manera se va a fortalecer a los organismos de fiscalización ambiental para garantizar que las empresas cumplan con lo que prometen en sus estudios ambientales y que respetan los límites máximos permisibles y los estándares ambientales? ¿O van a seguir siendo fantasmas sin presupuesto y sin la cantidad suficiente de técnicos capacitados?
Cuando Ollanta anuncia que su gobierno está inaugurando una “nueva relación” con la minería, nos está vendiendo sebo de culebra. A menos que esa “nueva relación” se traduzca en leyes e instituciones concretas.
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