miércoles, 5 de diciembre de 2012

Espermatozoides escasos y mal formados: la calidad del semen empeora

Espermatozoides escasos y mal formados: la calidad del semen empeora

El esperma masculino pierde calidad y es posible que ese deterioro sea una señal funesta. Un estudio realizado en Francia durante 17 años, entre 1989 y 2005, muestra que la concentración de espermatozoides en el semen descendió un 32,2%, a un ritmo de un 1,9% al año. Si en 1989 la concentración media era de 73,6 millones por centímetro cúbico, en 2005 había caído ya hasta los 49,9 millones. Esta última cifra, aunque aún está dentro del rango en el que la Organización Mundial de la Salud considera fértil a un hombre, está por debajo del umbral de los 55 millones por centímetro cúbico a partir del cual se incrementa el tiempo necesario para concebir.

Los autores del artículo, que se publica hoy en la revista Human Reproduction, analizaron las eyaculaciones de 26.600 hombres, probablemente la mayor muestra estudiada en el mundo, y, aunque los resultados no se pueden extrapolar a otros países, sus datos confirman la pauta que se ha observado en otros lugares del planeta, incluida España.

Además, los espermatozoides no solo eran menos sino que también había descendido el porcentaje, en un 33,4%, de los que estaban bien formados.

“Este estudio constituye una seria advertencia sobre la salud pública y se tiene que buscar la relación entre este descenso de la calidad del esperma y cambios medioambientales”, escriben los autores en el estudio. En él, señalan como posibles culpables, entre otros factores del entorno, a sustancias químicas que alteran el equilibrio hormonal como el bisfenol A, que se encuentra en objetos de uso tan común como las latas de conserva o las botellas de plástico. “Aunque el descenso también podría estar relacionado con factores que han cambiado durante el periodo en el que realizamos el estudio, como un *incremento de la obesidad, cambios en la alimentación o una vida más sedentaria*”, reconoce Joëlle Le Moal, investigadora del Instituto de Vigilancia Sanitaria y coautora del estudio.

Jaime Gosálvez, catedrático de genética de la Universidad Autónoma de Madrid , considera que “es evidente que la calidad seminal de las sociedades avanzadas está bajando”. “Eso se ve día a día”, asegura. “En el banco de donantes, reclutar individuos que tengan buena calidad seminal es un drama, incluso entre gente joven que debería tener un semen de alta calidad. Hay clínicas que me confiesan que solo el 10% de los que van a donar son aptos para hacerlo”, señala. “Curiosamente —añade— en *sitios menos desarrollados como Brasil o México, donde se han realizado estos estudios, la calidad seminal no ha bajado tantísimo*”.

Además, Gosálvez también considera que hay una relación entre el deterioro de las condiciones medioambientales y el empeoramiento de la calidad del semen. “Si hay una célula especialmente sensible a las circunstancias nocivas del medio ambiente, esa es el espermatozoide, porque si hay algo que le está estresando y le puede dañar, lo que no quiere el espermatozoide es transmitir información defectuosa a la descendencia, y prefiere morirse antes que transmitirlo”, explica.

Aunque no abundan los estudios epidemiológicos que relacionen calidad del semen y estado de salud, algunos, como el realizado por Tina Kold Jensen, de la Universidad del Sur de Dinamarca, han obtenido resultados sorprendentes. Jensen analizó las muestras de semen recopiladas entre 1963 y 2001 de 43.277 hombres que durante ese periodo eyacularon en el Laboratorio de Análisis de Esperma y observó que la calidad del semen estaba relacionada con la longevidad. Curiosamente, la mayor mortalidad de los individuos con peor esperma no solo estaba relacionada con enfermedades asociadas al estilo de vida, como el cáncer o las enfermedades cardiovasculares, sino que se debía a un amplio rango de enfermedades. Este dato hizo concluir a los autores que la mejor calidad del semen indicaba una mejor salud general asociada a una mayor capacidad de supervivencia.

LO QUE SE VIENE

Según Le Moal, la calidad del semen no solo puede ser una señal sobre el deterioro del medio ambiente. Las generaciones posteriores también pueden sufrir las consecuencias. Algunas teorías sobre el origen de las enfermedades relacionan la exposición a determinados agentes nocivos durante la gestación o los primeros meses de vida con la salud durante la edad adulta. Como los espermatozoides, junto a los óvulos, son las primeras células de las que están hechos los seres humanos, se cree que un daño en estas células progenitoras puede tener efectos más adelante.

Gosálvez recuerda que “se ha visto que, en niños que han nacido con la ayuda de reproducción asistida o fecundación natural, pero procedente de esperma defectuoso, pueden desarrollar enfermedades asociadas a malos controles del sistema epigenético”. “Y hay trabajos en ratones en los que tras dañar el espermatozoide para luego fecundar, se observa que las ratoncitas abortan con más facilidad, las crías desarrollan tumores y los nacidos vivos tienen más problemas en su desarrollo posterior”, añade el investigador.

Todos estos indicios hacen que los autores del estudio que hoy se publica en Human Reproduction reclamen que se incremente el esfuerzo para averiguar qué está provocando este alarmante descenso en la calidad del semen masculino, particularmente en los países más avanzados. “Nuestra advertencia puede ayudar a las autoridades sanitarias a reforzar sus políticas sobre los perturbadores endocrinos (los productos químicos que alteran el equilibrio hormonal), preferiblemente en el ámbito europeo, mejorando la investigación y los sistemas de vigilancia”, reclama Le Moan.

Su estudio es un argumento más en favor de las medidas que reclama, pero también deja un pequeño rayo de esperanza respecto a la capacidad de nuestra naturaleza para sobreponerse a los contratiempos. Pese al descenso de la calidad del semen, los investigadores descubrieron un dato positivo. La capacidad de movimiento de los espermatozoides (la motilidad) se había incrementado, del 49,5% en 1989 al 53,6% en 2005. La naturaleza, y las urgencias que provoca el deseo sexual son una muestra de ello, siempre busca la forma de abrirse paso, hasta en las circunstancias más adversas.

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