Esta imagen grafica el concepto de alineación planetaria, pero es irreal en los tamaños y distancias relativas de los planetas.
Mercurio, Venus, la Tierra, Marte, Júpiter, Saturno, Urano, Neptuno y Plutón damos vueltas alrededor de Sol, cada uno a una velocidad y distancia distintas, pero -más o menos- en un mismo plano y en un mismo sentido. Cada cierto número de años, unos 57, en promedio aunque esto varía bastante, varios de esos planetas “se alínean” (se ponen en fila) por un momento, en relación al Sol. Es un fenómeno totalmente natural. Que recordemos, ocurrió en 1962, en 1987, y en el “fatídico” año 2000.
En todos esos años numerosos charlatanes anunciaron que la “alineación” traería todo tipo de tragedias (terremotos por ejemplo) y también “felicidades” (inicios de eras de paz y amor, nueva conciencia humana, etc). Como a todos nos consta, no ocurrió nada de eso. Ni lo malo ni lo “bueno”.
En relación a la leyenda de la profecía maya del fin del mundo, también muchos charlatanes han salido hablar de “alineaciones planetarias” que nos destruirán. La verdad astronómica es que este año no habrá ninguna “alineación“. Y aún si la hubiera, esta no tendría consecuencias detectables en ninguno de los planetas alineados, como lo demuestra los casos citados de 1962, 1987 ó 2000.
Al de diciembre 21, en nuestro hemisferio, le corresponde el solsticio de verano (de invierno en el hemisferio norte), fecha oficial del inicio de esa estación. En sociedades agrícolas, tanto los solsticios como los equinoccios (que marcan el inicio y final de las estaciones) son importantes pues indican momentos de siembra y de cosecha, eventos que se han cargado de simbolismo a lo largo de la historia.
Pero, en sí mismos, son fenómenos astromómicos perfectamente naturales, que han ocurrido miles de millones de veces desde la formación de nuestro planeta, sin que ello implique riesgos o desgracias de ningún tipo, salvo por simple coincidencia.
Pero volvamos a la famosa “alineación” planetaria que no va a ocurrir, pero que si ocurriera… ¿Realmente no pasaría nada malo?
Los charlatanes se esmeran en sostener que la alineación es como una “sobrecarga de fuerzas gravitatorias” que desestabiliza a los planetas, incluyendo al Sol, que en respuesta podría lanzar tormentas y destruirnos a todos. Como poner todos los planetas en un mismo plato, y que ese plato, en consecuencia, se rompa al no soportar “el peso” de todos.
Eso, en término astronómicos, no tiene ningún sentido. La Tierra sufre el influjo de dos campos gravitatorios extraterrestres: la Luna, que la tenemos muy cerca. Y el Sol, cuya masa es aproximadamente el 98% de toda la masa del Sistema Solar. La influencia gravitatoria de ambos astros sobre la Tierra explica las mareas, otro fenómeno natural al que estamos totalmente acostumbrados. Pero nomás que eso.
Los restantes planetas están muy lejos unos de otros y son, en comparación con el Sol, muy pequeños, para que sus gravedades nos afecten. De hecho, cualquier persona que tengamos cerca tiene una influencia gravitatoria sobre nosotros infinitamente más fuerte que lo que puede tener Marte o Venus o Júpiter o cualquier otro de los planetas.
Es más. Los planetas orbitan en más o menos un mismo plano, pero no en el mismo plano. Eso es importante porque si bien pueden alinearse respecto del Sol, la alineación entre ellos nunca será “perfecta”, habrá unos planetas “más arriba” y otros “más abajo”. Y como ya hemos visto, cuando se alinean, no ocurre nada.
Los charlatanes señalan, sin ninguna base, que como consecuencia de esta alineación (que no va a ocurrir, pero que si ocurriera, nada malo sucedería) la polaridad de la Tierra podría cambiar, mandando el norte magnético al sur, y trastocando todo nuestros sistemas de electrónicos.
La Tierra puede ser vista como una batería. En su centro tiene una gran bola de hierro, que gira en un magma que hace las veces de un “lubricante” (el magma es roca líquida y tiene una elevada temperatura), ambos magnetizados. Esa interacción crea a nuestro alrededor un enorme campo electromagnético, que funciona como un poderoso escudo en contra de las radiaciones mortales del Sol y del resto del cosmos.
Ese campo tiene un polo negativo y un polo positivo, exactamente como una batería o como un imán. Los geólogos estiman que esa polaridad puede cambiar gradualmente, hasta, efectivamente, hacer que el norte magnético se corresponda con el sur geográfico.
Según el registro geológico se ha determinado que ese cambio puede tomar entre miles a millones de años. No se ha podido establecer una “regla”, pero sí se sabe, sin lugar a dudas, que no ocurre en un día, ni tampoco por influencia de factores externos a la Tierra.
Así pues, no hay forma de que el 21 el campo magnético de la Tierra cambie espontáneamente y de la noche a la mañana.
Pero… ¿Si lo hiciera, qué ocurriría? No hay que fantasear mucho al respecto. La polaridad de la Tierra es dinámica. El polo norte magnético cambia de lugar ligeramente todos los años, obligando -cada década- a los fabricantes de brújulas a afinar sus mediciones y hacer algunos cambios. ¿Genera ese dinamismo grandes catástrofes? La respuesta es un contundente no.
Un cambio total de polaridad sería un fenómeno más notable, por supuesto, y seguramente afectaría a algunas especies que podrían desorientarse y a nuestros sistemas de navegación, pero en modo alguno provocaría ni terremotos ni erupciones volcánicas, fenómenos que ocurren a partir de otros factores, totalmente ajenos a la polaridad magnética de la Tierra.
Así que ni alineación planetaria ni cambio de polaridad qué temer para este fin de semana. Continúa atento a Sophimanía y el próximo artículo de esta serie especial, que el viernes habrá una agradable sorpresa.
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