Rodrigo Montoya Rojas
Para las empresas multinacionales y sus defensores en el 98 % de los medios de comunicación en Perú, el agua es un recurso indispensable en la explotación de las minas. No les interesa si está en las cabeceras de cuencas o no, tampoco quiénes son sus dueños y lo que hagan o no con ella. Lo que les importa es que esté disponible para sacar el oro y el cobre. En el caso de La Conga, en Cajamarca, la empresa minera no sólo insiste en tener acceso al agua, sino mantiene férrea su voluntad para vaciar las lagunas, y trasladar sus aguas a otros reservorios porque debajo de esas lagunas se encuentran el oro y el cobre. Anuncia también que repondrá las lagunas en otros sitios como si fueran muebles y que los habitantes locales tendrán el doble de agua que antes. Todo lo que las empresas multinacionales y sus socios locales buscan es dinero, más dinero y más dinero. El cuento del ¨desarrollo del país¨ que no tiene cuando llegar sirve para muy poco. Desde hace quinientos años el mapa minero del país es el mismo mapa de la pobreza. Potosí, Huancavelica yLa Oroya están ahí, ante nuestros ojos, hablándonos todos los días de la fortuna que salió y los huecos de relave y pobreza que quedaron.
Si para las empresas las minas y el agua son fuentes de extraordinaria riqueza y maravillosas ganancias en billones de dólares, para los pueblos, sangres, culturas, patrias y naciones del mundo entero donde se encuentran, el agua es fuente de vida. Tan importante es la relación entre el agua y la vida en el mundo entero, que los grandes mitos sobre los orígenes, vida y destino de los pueblos sitúan al agua en un lugar de privilegio. Los hermanos Ayar -personajes míticos de la historia, fundadores de la gran civilización inca- salieron del Lago Titicaca. Entre la historia y el mito, cuentan que los Apus Titikaka y Pachacámac, fueron los líderes de la rebelión, en 1965, de los Taki unquy en los Andes y en la Costa contra la Iglesia Católica y su cruz-espada de doble filo: el discurso de fe y amor, y sus hechos de muerte y destrucción...
En los ayllus y comunidades de hoy, los manantiales y lagunas que se encuentran en las cabeceras donde nacen los ríos como el Amazonas o el Rímac son lugares sagrados porque en ellos nace la vida. Los Awkis o sacerdotes quechuas en los 4 ayllus de Puquio, les llevan a sus Wamanis o Apus una ofrenda anual para agradecerles por el agua-vida recibida en las cosechas del año y rogarles que el año siguiente la lluvia sea abundante y los pastos sean suficientes para reproducir y multiplicar el ganado. El agua es vida, esencia, y sangre de los Apus. Lo mismo ocurre en San Pedro de Casta en las alturas de Lima y en todos los pueblos donde la fiesta del agua es el acontecimiento religioso, simbólico y social indígena más importante del calendario.
En la vertiente de la investigación científica, Charles Darwin abrió el camino para que sepamos hoy que la vida tal como la conocemos comenzó en el mar, que los mamíferos marinos son nuestros ancestros lejanos y una variedad de simios muy inteligentes, nuestros ancestros próximos. Los Awkis de Puquio en tiempos de sequías muy graves descienden caminando hasta las orillas del mar en el puerto de Lomas, con una ofrenda especial para que vuelvan las lluvias, porque saben bien desde hace centenares de años que las aguas del mar se evaporan y viajan con los vientos, convirtiéndose en lluvias,
¿Sabrán algo los grandes empresarios mineros y el 98 % de la clase política peruana de lo que aquí cuento? Envenenar las cuencas de los ríos, lagos y lagunas, es defender un proyecto de muerte a cambio de unos billones de dólares. Agua o vida, oro o vida, cobre o vida. Ese es el problema de fondo. Lectoras y lectores: ¿De qué lado estamos?.
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