martes, 3 de enero de 2012

El garrote y la zanahoria

Por Antonio Luna Neyra
Es increíble como algunos dirigentes políticos de izquierda esperan todavía que la avalancha del autoritarismo y la militarización nos caiga encima y nos abata para recién darse cuenta que hubieron muchos visos, señales y tendencias que advertían que una nueva dictadura y un nuevo quebrantamiento de los derechos ciudadanos estaban en marcha. Creen que “es mejor no hablar de esos peligros” para calmar o impedir los ímpetus represivos de nuestros gobernantes.
No se dan cuenta que esta actitud cómplice y engañosa hace tanto daño al pueblo como la propia represión, porque impide su alerta y prevención, evita que los sectores populares se organicen y preparen para enfrentarla y derrotarla y ayuda a su desarme político y a que lo arrastren a la conciliación, la sumisión y luego a la guillotina. Similar situación ocurre con las famosas mesas de diálogo que cuando se forman sin respaldo de las masas son condenadas al fracaso.
Recordemos que el General Juan Velasco,  presidente defacto  de 1968-1976,  tuvo el coraje  de quebrar el espinazo a la oligarquía y el gamonalismo y le dio tierra a los campesinos mediante la Reforma Agraria,  sin embargo también fue capaz de reprimir a la izquierda y al movimiento popular, de deportar, encarcelar y perseguir a sus principales dirigentes, bajo el san Benito de Ni Capitalismo, Ni Socialismo y de crear el nefasto y tristemente célebre MLR en el seno de los sindicatos. Era la política de la zanahoria y el garrote.
En la actualidad el presidente Ollanta Humala -que solo se parece a Velasco por el uniforme verde y por levantar la consigna demagógica  Ni Izquierda ni Derecha,   porque no muestra el más mínimo deseo   de realizar alguna reforma, sino solo programas de ayuda social, ni quiere derrotar a la oligarquía sino gobernar con ella-  ha demostrado en su corta actuación como gobernante y en su meteórica  carrera a la presidencia que es una persona poco democrática, embustera y soberbia en quien ni la izquierda, ni el movimiento popular, ni su partido  deben confiar.
Primero se inició con una novedosa “doctrina”  etnocacerista en los tiempos de Locumba y el andahuaylazo, para no hablar de la época de Madre Mía,  luego esgrimiendo una rara mezcla  de hayismo y mariateguismo formó su partido nacionalista y se alineó con los partidos y gobiernos nacionalistas y socialistas de América Latina para ganar respaldo de la izquierda y los sectores populares.
Después del triunfo de las elecciones del 2006, en las que estuvo a punto de ganar también la segunda vuelta, asumió la tesis aprista del centrismo Ni izquierda ni Derecha y lanzó la propuesta de La Gran Transformación. Ahora, es un aplicado seguidor de Sun Tzu, su padre lo delató, quien  pone como quinta rueda del coche a cualquier doctrina y asume que “todo el arte de la guerra está basado en el engaño” y “Por doctrina entiendo la organización, la autoridad, la promoción de los oficiales al rango conveniente, la vigilancia de las vías de aprovisionamiento y el cuidado de atender las necesidades esenciales del ejército” (Sun Tzu).
En el 2002, por  ironías del destino, su hermano Antauro, por encargo del mismo Ollanta, encabezó el levantamiento de Andahuaylas para destituir al presidente Toledo, en primer lugar “Por no haber cumplido sus promesas y entregar nuestros recursos a los extranjeros” y en segundo lugar “Por mantener la Constitución fujimorista de 1979”. Los mismos argumentos que han producido el inicio del rompimiento de Ollanta Humala  con las bases sociales que le ayudaron a asumir la Presidencia del Perú hace 5 meses. Sin embargo, no debemos descartar que  el objetivo final del presidente sea regresar a sus raíces ideológicas primigenias, el etnocacerismo.
Ollanta Humala y su entorno más íntimo nunca dieron un trato correcto a la izquierda, ni siquiera a los que militan o militaron dentro del  Partido Nacionalista,  ni a sus aliados integrantes de Gana Perú, menos aún a los que no le permitieron integrar la alianza electoral. Recordemos su oposición a la candidatura al Congreso de Javier Diez Canseco y luego su indiferencia a que éste presida la Comisión Investigadora contra el gobierno de Alan García. Además en su primer gabinete la presencia de la izquierda ha sido básicamente en calidad de convidados de piedra y en su partido, sus escuadrones más retrógrados  a muchos izquierdistas los satanizaron como comunistas y  terrucos.
Está muy claro que el objetivo político fundamental del Presidente no es establecer un gobierno de izquierda y posiblemente tampoco de derecha. Ambos sectores, izquierdistas y derechistas pueden estar siendo usados con propósitos inconfesables,  que algún día el pueblo conocerá. Más que a Velasco, OH se está pareciendo al neoliberal y represivo presidente Morales Bermúdez o al Coronel Lucio Gutiérrez que traicionó al pueblo ecuatoriano, terminando ambos desamparados por las masas.
Pero, sea como fuere, al pueblo solo le corresponde ahora seguir defendiendo sus derechos e intereses, seguir exigiendo al gobierno el cumplimiento de sus promesas, seguir organizándose y preparándose para frenar y derrotar el proceso de militarización y autoritarismo que  ha iniciado el humalismo y seguir construyendo la nueva alternativa de gobierno democrático, soberano y de unidad popular.

* Ingeniero, periodista y escritor

No hay comentarios:

Publicar un comentario