lunes, 22 de octubre de 2012

Perú: ¿Y cuando el Indulto para los que SI lo necesitan?



Presos que sufren enfermedades terminales, confinados en condiciones precarias en el centro de salud de la cárcel, han presentado sus solicitudes hace más de un año y no reciben respuesta de las autoridades.

Doris Aguirre

Arturo Chagua Llaschag no puede mover ni un solo dedo ni ninguna parte de su cuerpo y mucho menos es capaz de controlar sus sentidos. Es un preso de su propio cuerpo.

Pero como si no fuera suficiente castigo, Arturo Chagua también es un recluso del penal de Lurigancho.

Condenado a 15 años de prisión por su participación en un secuestro, Chagua es uno de los 113 presidiarios de todo el país que han pedido el indulto humanitario al presidente Ollanta Humala.

Este reo, sin embargo, no sabe que está en una lista de espera de la que depende su vida. La solicitud la hicieron en su nombre sus familiares. Y no por capricho o estrategia política, sino que él no es capaz de nada por una enfermedad degenerativa que lo mata cada segundo que pasa en las dos prisiones donde permanece.

Tampoco sabe Chagua en qué lugar de la cola está entre los presos que sufren enfermedades terminales. ¿Entre los veinte primeros? ¿En la mitad? ¿Al final de la fila? ¿Antepenúltimo? ¿Penúltimo? ¿Último? ¿Antes o después del ex presidente Alberto Fujimori?

Chagua no cuenta con una cómoda reclusión. Está internado en una de los peores cárceles del mundo. Virtualmente atado a una cama de la clínica del penal de Lurigancho. Además del trastorno sensorial que padece, sufre de desnutrición crónica. Por eso tiene un aspecto cadavérico que perturba a los propios médicos y enfermeras del lugar.

"Es un paciente muy delicado. Parece un recién nacido. Tenemos que cambiarle todo los días los pañales. La enfermedad le ha lesionado las neuronas hasta el punto que tiene deficiencia para respirar", informó un médico que evitó dar su nombre porque no estaba autorizado por el Instituto Nacional Penitenciario (INPE).

Arturo Chagua, un albañil nacido en Lima, solo tiene dos años y medio preso en Lurigancho. Todavía le faltan 12 años para cumplir la condena que le han impuesto por un secuestro en el que, según su familia, no participó.

La policía de la comisaría de La Huayrona, en San Juan de Lurigancho, lo acusó de haber intervenido en el plagio de una mujer autista de 25 años. La joven secuestrada fue llevada a un terreno de propiedad de Chagua. Por no haber denunciado la presencia de la víctima en el lugar, lo denunciaron como cómplice.

"Mi padre entró caminando y sano en el penal y ahora se ha vuelto un ser que no puede valerse por sí mismo. Los médicos han dicho que ya no tiene cura. Que su enfermedad es irreversible. Por eso hemos pedido el indulto humanitario porque mi padre es un enfermo terminal. No queremos que muera en la cárcel", explicó Zaida Chagua Fernández, hija del recluso.

Hace ocho meses que Chagua elevó al jefe del Estado la solicitud de indulto humanitario. Sigue en la cola, como todos los reclusos que son iguales ante la ley.

EL CASO JORGE HEREDIA

"Ya no aguanto más el dolor. Apenas si puedo respirar y hablar porque mis pulmones están carcomidos por la tuberculosis. Solo me queda esperar la muerte porque los médicos me han desahuciado", declaró el recluso Jorge Heredia Quiñónez. Es otro de los 12 presidiarios de Lurigancho que afrontan una enfermedad terminal.

En febrero, hace ocho meses, Heredia presentó su solicitud a la Comisión de Indultos y Derecho de Gracia por Razones Humanitarias del Ministerio de Justicia. No recibe respuesta.

Nacido en El Agustino, el limeño Jorge Heredia, de 24 años, fue encerrado en Lurigancho, el penal más hacinado y peligroso del país, por robar una cartera y un teléfono celular. Ha cumplido un año preso y hasta ahora no recibe sentencia. Al poco tiempo de su reclusión, los médicos de Lurigancho le detectaron tuberculosis en su fase terminal. Lo han desahuciado. No tiene remedio.

La República encontró a Heredia postrado en una cama del pabellón de Infectología de una clínica construida recientemente en el interior del penal de Lurigancho. Estaba acompañado de otro interno también afectado por el mismo mal. Recoger su testimonio era complicado debido a su situación. Estaba aislado. Pero logramos que relatara su tragedia.

Dijo que ninguna autoridad de la Comisión de Indultos del Ministerio de Justicia lo había visitado para ver su caso. "Nadie se interesa en mi situación", dijo.

Según su historia clínica, Heredia padece de una tuberculosis clasificada como "XMR", que significa tuberculosis extremadamente multirresistente. Los medicamentos ya no le hacen efecto.

La enfermedad no solo le ha dañado los pulmones sino también el hígado y los riñones. "Mi tratamiento es muy caro y aquí ya no hay dinero. Solo me queda la muerte", dijo, rendido por la enfermedad.

"Mi nieto está condenado a morir, pero lo queremos atender nosotros porque en la cárcel no tiene a la familia a su lado. En enero de este año pedimos el indulto, pero no hay respuesta. Es injusto, porque ni siquiera está condenado. A él lo acusan de robar una cartera y un celular, y a otros que cometen peores crímenes les quieren dar el indulto", manifestó la abuela de Jorge Heredia, Juana Torres Huaytalla, de 75 años.

27 PEDIDOS MÁS

La situación de desesperación se repite en otros presidios. El padre Miguel Parets, capellán del penal de máxima seguridad Miguel Castro Castro, dijo que existen 27 casos de internos que han solicitado indulto, pero que hasta la fecha sus expedientes no han sido evaluados.

"Son casos terribles, de enfermedades degenerativas; hay enfermos que ya no pueden moverse. El presidente Humala dijo que en el Perú nadie debe morir en la cárcel. Es un asunto de humanismo cristiano", refirió el sacerdote.

Julio Chávez Panduro, de 65 años, no puede caminar, tampoco hablar, debido a una hipertensión tratada defectuosamente. En noviembre del año pasado pidió el indulto humanitario. No le han dicho ni sí, ni no. Fue condenado a 17 años de prisión por narcotráfico, de los cuales ya cumplió 16. Lo más probable es que salga libre antes de que le otorguen el indulto. Si es que la muerte no se adelanta.

¿SOMOS IGUALES ANTE LA LEY?

Los reclusos con enfermedades en etapa terminal no pueden ser trasladados fácilmente a los hospitales del Ministerio de Salud o al Instituto Nacional de Enfermedades Neoplásicas debido a los engorrosos trámites burocráticos de las autoridades del Instituto Nacional Penitenciario.

Cuando algunos presos consiguen una cama en el hospital, si ingresan en un periodo crítico, son retornados a los penales para que fallezcan en esos establecimientos.

El recluso Alfonso Cachique Torres, de 58 años, ha pedido el indulto humanitario hace más de un año. Las autoridades ni siquiera han revisado su caso. Sufre de un cáncer
al hígado.

No hay comentarios:

Publicar un comentario