Por Red Social Watch
Erradicación de la Pobreza y Justicia de Género
Lejos de acabar con el hambre en el mundo y de mejorar la calidad de vida de los campesinos, los cultivos transgénicos agravan la inseguridad alimentaria y los riesgos a la salud y son un fracaso a la hora de aumentar las cosechas, según confirmaron estudios científicos en las últimas semanas. Estas nuevas investigaciones coinciden con la inminente interrupción por parte de China a la comercialización de arroz y trigo genéticamente modificados, como informó la Red del Tercer Mundo (TWN).
“El semanario financiero Observador Económico confirmó la medida en su edición del 23 de septiembre, invocando un informante vinculado con el Ministerio de Agricultura”, indicó TWN en un memorándum público al respecto.
La inminente veda, que se extenderá por entre cinco y diez años, “parece alineada con la creciente cautela en torno de la tecnología transgénica que reina en la cúpula del gobierno”, agregó esta organización con sede en Malasia que integra la red de Social Watch.
“En el Cuarto Taller Internacional de Biodiversidad celebrado en Beijing en abril, organizado por varios grupos científicos chinos, un alto funcionario del Ministerio de Ambiente dijo que el primer ministro Wen Jiabao pidió mayor cautela en la materia”, indica el memorándum.
Mientras, el diario chino Global Times informó sobre el compromiso expuesto por el funcionario del Ministerio de Agricultura Chen Xiaohua a aceptar los llamados a la cautela. Por otra parte, entrevistado por el Diario de Nanfang el 29 de septiembre, Yuan Longping, conocido como “el padre del arroz híbrido”, advirtió que “los científicos no saben si la resistencia a los insectos de algunos cultivos transgénicos tienen efecto en seres humanos”.
Un mes después, un informe elaborado por 20 organizaciones de la sociedad civil del sudeste asiático, África y América Latina constató que los transgénicos causaron un aumento en el uso de productos químicos que contaminan el agua y la tierra, y la propagación involuntaria y sin control de “supersemillas” infértiles en predios donde no fueron cultivadas.
El estudio, titulado “El emperador transgénico está desnudo: Un informe ciudadano global sobre el estado de los transgénicos” y coordinado por la organización Navdanya International y la Comisión Internacional para el Futuro de la Alimentación y la Agricultura con la colaboración del Centro de Seguridad Alimentaria, describe la ingeniería genética como “tecnología fallida” cuyas “promesas de aumentar el rendimiento de las cosechas y alimentar a los hambrientos demostraron ser falsas”.
“La ingeniería genética no aumentó el rendimiento de ningún vegetal. Investigaciones de Navdanya en India muestran que, si bien [la compañía estadounidense] Monsanto afirma que el algodón Bt rinde 1.500 kilogramos por acre, en realidad alcanza un promedio de entre 400 y 500 kilogramos”, escribió la renombrada científica y activista Vandana Shiva, quien dirigió la investigación junto con sus colegas Debbie Barker y Carolina Lockhart.
El estudio también verifica que los transgénicos tolerantes a herbicidas y resistentes a los insectos, con la presunta propiedad de controlar por sí mismos yerbas malas y pestes, “hicieron surgir supersemillas y superpestes”, remarcó Shiva.
Los defensores de los transgénicos prometieron resolver “grandes desafíos” como “las crisis alimentarias, la degradación de recursos naturales y el caos climático”, pero esta tecnología “no logró alimentar a los hambrientos y ha contribuido a la destrucción ambiental y al recalentamiento planetario”, escribió Debbie Barker en el informe. Por otra parte, agregó, estos cultivos “no están alimentando a los hambrientos” porque “en su inmensa mayoría se los procesa como pienso animal o a biocombustibles”.
“En contraste con el muy costoso sistema industrial transgénico de alta tecnología, hay métodos agrícolas viables y de bajo costo que solucionan mejor los problemas del hambre y la pobreza”, sostuvo Barker.
“La ingeniería genética no es solo una ciencia, una tecnología y un negocio, sino también una moda intelectual pasajera y en cierto sentido una burbuja económica. Algo que se vende, y en exceso, como la ultimísimo respuesta a todo: solucionará el problema del hambre y curará toda enfermedad”, escribió Wendell Berry en el informe.
“La biotecnología también es extremadamente cara en comparación con la agricultura tradicional y es costosa para los agricultores. Algunas compañías biotecnológicas mendigan dinero, mientras otras aportan grandes cantidades a los departamentos universitarios de microbiología. La actitud de la industria hacia los campesinos es de hostilidad, como lo demuestran sus demandas contra ellos y su búsqueda del ‘gen terminator’. Su actitud hacia los consumidores es agresiva y despectiva, como lo demuestra su oposición al etiquetado.”
El informe advierte que, tras la introducción de los cultivos transgénicos comerciales en 1996, éstos llegaron a producirse en 29 países y a cubrir alrededor de 1.500 millones de hectáreas. En China, agrega, el uso de algodón resistente a los insectos multiplicó por 12 la población de estas pestes desde 1997. Los cultivadores de soja de Argentina y Brasil necesitan el doble de herbicida para sus predios que con las modalidades tradicionales. El uso de pesticida sobre el algodón en India se multiplicó por 13 desde la introducción de la variedad transgénica Bt.
El estudio “Alimentos con ingeniería genética: Una revisión”, publicado el 28 de septiembre por la organización Food and Water Watch radicada en Washington, concluye que la proliferación de esos cultivos causó numerosas crisis ambientales y de salud, así como aumentó la pobreza al obligar a millones de campesinos a “comprar” semillas patentadas a precios exorbitantes, informó la agencia de noticias IPS.
Este informe, concentrado en la situación estadounidense, indica que tres organismos gubernamentales (la Administración de Alimentos y Medicamentos, el Departamento de Agricultura y la Agencia de Protección Ambiental) son cómplices de esas crisis, debido a su débil control, su escasa capacidad para imponer las regulaciones y su absoluta falta de coordinación.
Otro informe, publicado este mes por el Centro Africano de Bioseguridad (ACB), se opone a la autorización del primer ensayo con banano transgénico en Sudáfrica, no sólo por los riesgos que supone “para la salud humana y animal, el ambiente y la sociedad”, sino también por “la falta de interés público o justificativo comercial”.
El ABC considera que el banano resistente a enfermedades fitosanitarias no puede poner fin a los problemas de tenencia de la tierra o la competencia de áreas de producción más ecológicamente adecuadas, como las de Mozambique, un proceso que significará la pérdida de 24.000 empleos rurales en Sudáfrica.
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