Por Jean Meyer*
Empieza 2012 y el planeta tiene 7 mil millones de habitantes. En 1913, cuando nació mi padre, había mil 700 millones de humanos; 6 mil millones en 2000. ¿Cuántos en 2050? Se habla de 9 y de 10 para 2100. Pero una escuela demográfica piensa que la cifra podría bajar a 6, mientras que la otra se espanta con 16. Miles de millones, claro. Todo depende de muchos factores, y no solamente de los índices de fertilidad.
En todos los casos, hemos llegado al final de los ciclos de ocupación territorial que empezaron hace más de cien mil años. Vivimos de manera cotidiana al contacto los unos de los otros, en México y en el resto del mundo, entre habitantes del mismo país, y entre países. Esta densidad codo a codo va para largo, si no hay una megacatástrofe nuclear, climática o biológica.
Toda la tierra está ocupada y nos encontramos frente a frente, todos los pueblos, confrontados a multitudinarias e inevitables migraciones, como al final del imperio romano. México, América Latina y el mundo entero marchan hacía Estados Unidos y Canadá, África hacia el Norte, Asia hacia el Poniente y el Oriente, y todas las fronteras del mundo de nada servirán.
Y no es una catástrofe, es la vida
¿Qué tenemos en común, estos siete mil millones que serán nueve antes de estabilizarse o disminuir? ¿En cuál mundo queremos vivir y cómo lograremos coexistir pacíficamente? ¿Sabremos trabajar en común y enriquecernos de nuestras diferencias? Algunos tienen miedo y quieren encerrarse en su castillo de la pureza nacional o racial; otros no se preocupan de nada, cuando falta inventar una idea del mundo futuro.
Aprovechemos la crisis financiera que recorre el planeta para darnos cuenta que la crisis es también intelectual y teórica, que debemos hacer una nueva lectura de este mundo, plantear las buenas preguntas, imaginar buenos proyectos. La humanidad es nuestra familia y eso impone la solidaridad; la tierra es nuestra casa, no podemos ensuciarla, menos destruirla.
Lo que nos lleva al segundo punto de prospectiva. Hasta ahora hemos jugado con el planeta, como niños inconscientes, traviesos y destructores. Basta. El recalentamiento obedecerá probablemente a muchos factores y no podemos manipular los factores cósmicos, pero los hombres somos uno de los factores y esto obliga a actuar.
El nivel de los océanos ha subido 17 centímetros en el siglo XX. Las emisiones de CO2 han subido 80% en los últimos 40 años. En estas condiciones la temperatura subirá entre 1.8 y 4 grados Celsius en el siglo XXI. Si la temperatura sube más de 2.5 grados, entre 20% y 30% de las especias marinas se extinguirán. Para evitarlo, los niveles de CO2 deben estabilizarse antes de 2020. Resulta que 2010 vio el récord de emisiones de CO2. ¡Ah! Se me olvidaba: el transporte y los edificios urbanos son los mayores emisores de CO2.
A trabajar, pues, para luchar contra el recalentamiento, la contaminación generalizada y el alegre despilfarro de todos los recursos naturales. Un amigo acaba de regresar de las Amazonas y se quedó espantado de los incendios que por los cuatro vientos atacan la selva. Es sólo un ejemplo. En México seguimos pateando el pesebre y ensuciando el nido.
Hace unos meses la BBC pasó un documental muy triste, ¿Quién mató las abejas? No sabía que dependemos de las abejas para la polinización de siete de los diez más importantes cultivos que alimentan a la humanidad; ahora resulta que su repentina y rápida disminución se debe, además de enfermedades y parásitos “naturales”, a la desaparición de las flores silvestres —por nuestra culpa— y a los pesticidas y otros productos que acompañan nuestra agricultura; el comentarista explicaba que no menos de 25 materias agroquímicas se encuentran en una sola abeja…
No va a ser fácil desandar el camino de los últimos siglos, pero ¿quién hizo este desastre? Los humanos. ¿Quién debe componer y reparar? Nosotros, los humanos. Los científicos dicen que se puede, si se toman decisiones firmes y sostenidas. Pero, sí, sí, hay un pero y mayúsculo.
¿Aceptarán las clases medias, que están creciendo a gran velocidad en China, India, África y demás lugares, renunciar a la meta de vivir como sus parientes occidentales? Si adoptan, como lo están haciendo, el modelo estadounidense (y europeo) de uno, dos, tres coches por familia, China tendría pronto 200 o 300 millones de carros y la India también, y si el mundo consume petróleo como Estados Unidos, respirar será un problema.
No lo digo yo, repito lo afirmado por Michel Peter, responsable de negocios de Lukoil-Litasco, la petrolera no estatal más importante del mundo (El País, 17 de julio 2011). Añade: “Esa es la realidad y es lo que les digo a mis hijos, cuando me preguntan desesperados si van a vivir en un mundo horrible. Les digo que por eso los jóvenes deben trabajar duro para encontrar una solución en el futuro”.
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* Jean Meyer es investigador del CIDE. jean.meyer@cide.edu
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* Jean Meyer es investigador del CIDE. jean.meyer@cide.edu
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