Por Gustavo Espinoza M.
¿Vieron a Cecilia Valenzuela —la Chichi— el jueves por la noche? Estaba desencajada. Se le salían los ojos y virtualmente echaba fuego por las orejas. Bufaba de rabia, y confundía celo con iracundia. Despotricaba amargamente del Presidente del Congreso de la República, al que llenaba de vituperios, simplemente enardecida. Su voz, engoladamente candorosa y musical, lucía esta vez ríspida, gutural; y las palabras, que antes mecánicamente le fluían sobrias, le salían agresivas. Pues bien ¿qué decía?
¿Han visto —decía— a Daniel Abugattás?- ¡Hoy bailó el huaynito “Flor de retama”! ¡El himno de Sendero! ¡Y lo hizo en una reunión comunista, en el local de Construcción Civil, en el acto convocado por la CGTP!.
¡Acabáramos —podríamos decir— ¡Tamaño desatino! ¡Bailar un huayno ayacuchano en una fiesta comunista ¡qué horror! Bien podría haber bailado “El alcatraz”, en homenaje a la población chinchana ¿verdad? Por lo demás, estaba acompañado por la Vice Presidenta de la República con la que podría haber hecho pareja perfecta en este pintoresco ritmo costeño, y de paso haber matado —como suele decirse— dos pájaros de un tiro, divertirse a lo grande y dejar sin discurso a la “analista política” de “Mira quién habla” de la ventada de Willax.
¿Por qué entonces, teniendo tan luminosas perspectivas, el Líder del Poder Legislativo habría optado por la pegajosa melodía andina? ¡Torpeza, sin duda! y torpeza merecedora de una censura parlamentaria, por supuesto.
Pero ¡el colmo!, quien presentó la moción de censura contra el Presidente de la Cámara -¡ya no ya! - la retiró, sin siquiera consultarle.
Como dicen los poetas de la calle, hoy Cecilia podría decir “¡ya ni en la paz de los sepulcros creo!”.
Hace algunas décadas el destacado dirigente comunista uruguayo Rodney Arismendi escribió un polémico y agresivo artículo en el que desnudaba las prácticas terroristas y asesinas de los militares fascistas de su martirizado país. Con la idea de fortalecer su denuncia, puso como título de su escrito una frase punzante y candente: ¡El desenfreno de los gorilas!.
Cuando fue preciso publicar en ruso el texto de Arismendi, un estudiante poco versado en estudios políticos, desconocedor de la lexicología que se usaba en nuestras tierras en aquellos tiempos, buscó la ayuda de un diccionario para hacer una traducción literal, palabra por palabra. Cuando comenzó por “Desenfreno”, halló: “falto de control o de límites, libertinaje”. Y cuando siguió por “gorilas”, leyó: “monos de origen africano”. De ese modo, no encontró más apropiado que una traducción exacta y literal del texto que tenía ante sus ojos, y donde decía “El desenfreno de los gorilas”, el colocó muy doctamente “El libertinaje de los monos”. Obviamente la versión no fue ni aceptada ni publicada..
Algo parecido le ocurrió a la periodista que nos ocupa. Tomó “al pie de la letra” fenómenos distintos y dio una versión que nada tiene que ver con la realidad. Más aún, que nunca tuvo que ver con la realidad.
“Flor de retama” fue una inspiración del profesor Ricardo Dolorier, un ya veterano y calificado maestro primario egresado de la Escuela Normal Superior “Enrique Guzmán y Valle” de La Cantuta, a fines de los años 50 del siglo pasado, cuando era una institución seria y respetable.
La canción se originó en 1969, once años antes de la “experiencia senderista” y alude a sucesos que ocurrieron en Huanta en junio de 1969. Como se recuerda, en esa circunstancia el país vivía los días previos a la dación de la Ley de Reforma Agraria, que fuera promulgada el 24 de dicho mes en homenaje al campesino.
Una sorpresiva y absurda disposición del ministerio de Educación de entonces, que elevaba de 11 a 12 la nota mínima de aprobación en los exámenes o pruebas académicas; y la campaña desesperada de gamonales y latifundistas contra el gobierno militar de Velasco Alvarado por el tema de la tierra, se dieron la mano para generar movilizaciones de descontento en el interior del país, la más sonada de las cuales ocurrió precisamente en Huanta, donde la intervención de efectivos policiales —“los Sinchis”— dejó una estela dolorosa de muerte y destrucción.
La sangre vertida en esas jornadas fermentó en el sentimiento de los ayacuchanos y “Flor de retama” recogió la legítima ira de las multitudes, que la cantaron muchas veces como reminiscencia y otras como nostalgia, lamento o indignación.
Cuando los denominados “senderistas” asomaron en el escenario peruano, se apropiaron impúdicamente de muchas cosas: del nombre del Partido Comunista, de su simbología clásica —la hoz y el martillo—, de la efigie de José Carlos Mariátegui, el legado de José María Arguedas y hasta —incluso— de “Flor de retama”. Y lo hicieron con la vana idea de sentirse así “más peruanos” y “más revolucionarios”.
La osadía -como la mentira- tiene piernas cortas. Aunque la “prensa grande” se empeñe aún en seguir llamándolo “Partido Comunista Sendero Luminoso”, ellos nunca fueron, ni Partido, ni Comunistas. Fueron simplemente una estructura terrorista ligada al narcotráfico y usada para otros fines por servicios empeñados en caotizar la vida nacional a fin de crear las condiciones que les permitieran imponer aquí una dictadura neo nazi, como el régimen de Alberto Fujimori.
Y es claro que ni los símbolos de la lucha de obreros y campesinos, el pensamiento de Mariátegui, Arguedas, o las canciones populares, les pertenecen, ni les pertenecieron nunca. Adjudicárseles, es hacer una traducción literal de palabras para otorgar un sentido completamente distinto al mensaje; cuando no un servicio a esta estructura sospechosa y urticante.
Que una persona escuche, cante o baile una canción popular —en este caso “Flor de retama”— no la compromete para nada, ni menos la hace cómplice, de quienes —desafortunadamente— pretendieron apropiarse de símbolos establecidos en un contexto anterior, y con los que no tuvieron ligazón alguna.
Y asociar a quienes hoy bailan un huayno con el terrorismo y a la Central Sindical con Sendero, porque lo bailan o porque lo tocan, respectivamente; es tan ridículo que merece tan solo, como respuesta, una sonora carcajada.
La censura contra el Presidente del Congreso de la República Daniel Abugattás, no prosperó porque no tuvo fundamento alguno. El “Programa de gestores” fue suspendido, y los autores de la iniciativa de censura quedaron sin juego pronto. Velásquez Quesquén y los suyos no podían insistir en una propuesta que no tenía la menor base. Por lo demás, las bancadas que respaldan al gobierno deslindaron campos pronto y se pudo percibir que la moción sería derrotada. El repliegue de sus impulsores, lo confirma.
Eso no cambia, sin embargo, la situación de fondo. Las presiones contra el gobierno de Ollanta Humala habrán de proseguir independientemente de trabas circunstanciales. La “prensa grande” no le perdonará nunca al mandatario peruano los sustos que ya le hizo pasar, incluso aunque ellos, finalmente, queden en palabras. Y para tal efecto, se valdrán de los recursos más disímiles: desde “el resurgimiento del terrorismo senderista” hasta los incendios y atentados provocados, como bien puede percibirse en el caso del siniestro de almacenes del Ministerio de Educación, ocurrido hace un par de días.
Lo importante es subrayar, sin embargo, que la derecha y la Mafia sufren derrotas sucesivas, y que sus aviesos planes no se concretan ni en el plano del municipio de Lima -donde la idea de la “revocatoria” naufraga ostentosamente- ni en el país, en el que se afirma una voluntad de cambio que más temprano que tarde habrá de concretarse.
Aunque el país entero baile un huayno andino o una canción costeña, y aunque se multipliquen las reuniones sociales en los que resulta más importante la música que se toque que los discursos que se pronuncien; los sicofantes de la Mafia no se habrán de callar. Para ellos es cuestión de vida o muerte señalar a gritos que quien baila “Flor de retama” es un senderista consumado. Lo dijo la “Chichi”.
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