A
pesar de todos los premios literarios, Vargas Llosa sigue atravesado por su
derrota en las elecciones presidenciales de Perú del año 1990. Jamás lo superó.
Ninguno de sus merecidos reconocimientos como escritor compensó su anhelo de
todo niño hijo de la oligarquía latinoamericana de la época: ser Presidente.
Desde entonces, ha persistido con sus diatribas en defensa de cualquier
propuesta de la derecha naciente en América latina. Su tono se enfureció mucho
más durante el siglo XXI luego de la llegada de los gobiernos de signo
contrario a sus designios. En todos esos casos (Venezuela, Brasil, Argentina,
Bolivia, Ecuador), la democracia dejaba de ser un sistema justo para elegir sus
mandatarios. El pueblo dejaba de tener razón. Y Vargas Llosa sustituía su pluma
ilustrada y creativa por un lenguaje de brocha gruesa, de lugares comunes cómo
cualquier político obsoleto de la derecha del siglo XX.
El
novelista y ensayista ha vuelto a aparecer en escena con las elecciones
argentinas. En su editorial, de El País, “Una esperanza argentina”, hace
campaña en modo hooligan a favor de Macri. Le regala todo tipo de piropos como
adalid de la libertad y democracia a pesar de que su fortuna –la de la familia
Macri- se fraguó en época de dictadura. Por el contrario, arremete sin piedad
contra el peronismo y el kirchnerismo. Les insulta con el peor lenguaje
barriobajero. Se atreve incluso con equiparar lo que sucede en Argentina con el
nacismo y fascismo: “el fenómeno del peronismo es, al menos para mí, más
misterioso todavía que el del pueblo alemán abrazando el nazismo y el italiano
el fascismo”. Su lengua viperina no tiene límites. A Chávez le dijo
absolutamente de todo. Lo mismo contra Evo Morales o Correa. A Néstor y
Cristina también les despreció con todo tipo de improperios. Todo porque –tal
como él mismo afirma- Argentina no vuelve “al primer mundo”, a su primer mundo,
a ese mundo privilegiado para unos pocos donde está prohibida la entrada de las
mayorías. Vargas Llosa, como buen marqués (marquesado hereditario español que
le fue creado y entregado por el rey Juan Carlos), siempre defiende a su propia
su casta.
Su
mirada está impregnada de rencor y mentiras. Habla de empobrecimiento cuando
Argentina es el país, según la CEPAL, que más ha erradicado pobreza y reducido
desigualdad gracias a las políticas públicas del kirchnerismo. Crítica el
antiamericanismo del gobierno después de que éste se haya negado a acatar lo
que un juez de Nueva York sentencia a favor de los fondos buitres. Para Vargas
Llosa el americanismo ha de significar todo proyecto político impuesto desde
Estados Unidos en vez de cualquier construcción de una América latina más
emancipada. Seguramente, jamás pudo digerir aquel No al ALCA (Área de Libre
Comercio de las Américas) que tuvo lugar precisamente en Mar del Plata hace una
década. El gobierno K jugó un rol clave en esa batalla y eso escuece todavía
mucho a aquellos que defienden que América latina ha de volver subordinadamente
al redil atlántico trazado por Estados Unidos y Europa.
Vargas
Llosa sigue sin comprender absolutamente nada de lo que sucede al interior del
cambio de época latinoamericano. Sigue apoyando a perdedores en América latina:
Henrique Capriles en Venezuela, Aecio Neves en Brasil, Lacalle Pou en Uruguay,
Rubén Costas en Bolivia, Mauricio Rodas en Ecuador. En esta ocasión apuesta por
Macri a ver si logra de una vez por todas ganar una elección en países que
buscaron otro camino diferente al neoliberalismo. El 22 de Noviembre veremos si
atina. Por ahora, sus aciertos son prácticamente nulos. Su olfato político deja
mucho que desear.
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