El presidente de Paraguay Federico Franco interrumpió la homilía de monseñor Mario Melanio Medina, tomó el micrófono y en plena celebración eucarística defendió la legalización del cultivo de algodón transgénico y confesó que la medida se ampliará a otros cultivos.
A pedido de la burguesía agroindustrial y por recomendación del Ministerio de Agricultura y Ganadería, el 20 de agosto el Poder Ejecutivo paraguayo liberalizó por decreto la importación de semillas de algodón transgénico Bollgard II, pese a que sectores sociales y campesinos demostraron que los cultivos transgénicos son nocivos para la salud de los agricultores, depredan la tierra y solo benefician a las transnacionales agroquímicas y a los latifundistas nativos.
La multinacional norteamericana Monsanto, aliada a los grandes productores de soya, el principal cultivo paraguayo, será la primera beneficiada con el cobro de millonarios royalties por el uso de sus semillas y agroquímicos, además de afianzar su dominio en el negocio algodonero.
La organización ambientalista After Vida explicó que el algodón transgénico fomenta un modelo de producción altamente perjudicial porque somete económicamente a los agricultores, cada vez más dependientes de semillas y agroquímicos importados.
Activistas de la coalición Frente Guasú, integrada por 20 partidos políticos y organizaciones de izquierda, denunciaron que el gobierno, las empresas transnacionales y sus aliados nacionales violaron leyes ambientales y de bioseguridad, al permitir la introducción de semillas transgénicas sin la evaluación previa de riesgos.
Monsanto y otras transnacionales transgreden todas las normas legales nacionales y tratados internacionales como el Protocolo de Cartagena, ratificado en 2003, que disponen evaluaciones de riesgo antes de liberar al ambiente cualquier organismo genéticamente modificado, recordó el Frente Guasú. After Vida exigió que se haga público el dictamen de la comisión de Bioseguridad que analizó el caso, principalmente en los temas de inocuidad alimentaria y licencia ambiental.
Con esos antecedentes, durante una eucaristía por los 132 años de fundación de Villa Florida, en la provincia Misiones, monseñor Mario Melanio Medina solicitó al presidente Franco que revise su decisión de dar vía libre a la utilización de semillas transgénicas en el país, sacando de sus casillas al aludido, quien se levantó de su asiento y pidió la palabra para responder a las críticas del obispo.
El jefe de Estado rompió el protocolo litúrgico, interrumpió la homilía del obispo, tomó el micrófono y defendió en plena misa las semillas transgénicas, alegando que “son algo de Dios a través de la ciencia y de la tecnología” que permitirá al ser humano modificar genéticamente el algodón, el maíz y la soya para resistir la humedad y las plagas, y de esta manera multiplicar la producción agrícola.
“¿Si los transgénicos van a perjudicar la salud o al ambiente, piensa que yo haría algo parecido? Si usted presenta un solo documento de una autoridad que demuestren que los transgénicos van a perjudicar la vida o la salud, nosotros vamos a cambiar de actitud”, desafió al obispo el presidente paraguayo transformado en abogado de los transgénicos.
El obispo Medina dijo que buscará informes científicos que demuestren a Franco los peligros de los transgénicos. Por lo pronto, la Mesa Coordinadora Nacional de Organizaciones Campesinas reiteró que existen decenas de evidencias científicas de los posibles riesgos para la salud humana, la seguridad y soberanía alimentaria y la biodiversidad.
La presunción de que el uso de la semilla de algodón Bollgard II resultará milagrosamente en la recuperación de la producción algodonera nacional y en copiosos beneficios para nuestros agricultores carece de fundamentos serios, puesto que soslaya los impactos colaterales, como por ejemplo el uso irracional de agrotóxicos y herbicidas y la virtual liquidación de la semilla local.
Las semillas transgénicas acabarán con las simientes nacionales libres de modificaciones genéticas, a las cuales acceden gratuitamente los pequeños productores, lo que implicará a la larga una cesión de la soberanía del país a una poderosa multinacional que ganará cada vez más influencia en la producción y exportación agrícola, advirtió el Frente Guasú.
Según varios estudios presentados por la oposición, la legalización de los transgénicos implica un riesgo para la salud de los agricultores, acompañado por el ya existente a causa de los agrotóxicos vendidos por Monsanto. La historia de esta multinacional no da posibilidad de creer mucho en la bondad de sus recomendaciones si se recuerda que fue una de las empresas contratadas por Washington para la fabricación del célebre Agente Naranja, usado durante la guerra de Vietnam, apuntó el periodista Javier Rodríguez, corresponsal de Prensa Latina en Paraguay.
A ello se suma el atentado al equilibrio ambiental con las deforestaciones y las privatizaciones de territorios arrebatados a campesinos e indígenas a favor de las empresas del agronegocio. Y es que la desigual tenencia de la tierra es uno de los más graves e injustos problemas en Paraguay; se estima que el 1% de los propietarios rurales acapara el 77% de la tierra cultivable.
En el corto tiempo de ocupación del poder, Franco concretó lo que muchos consideran una alianza con los intereses de las transnacionales, que ven ahora un camino más viable para consumar grandes negocios en el esquema agroexportador de la agricultura paraguaya.
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