Por Róger Rumrrill
La reciente visita del presidente Ollanta Humala a la Comunidad Nativa Qichwa “El Wayku”, en Lamas, en la Región San Martín, podría ser la señal, el registro, la marca y la fecha del desencuentro definitivo entre el militar que urdió “la gran transformación” para arribar al gobierno y la Amazonía y los pueblos indígenas.
Este desencuentro entre Lima, el Estado rehén de las clases dominantes y un hipercentralismo político, económico, cultural y mediático es histórico con la Amazonía. Ollanta Humala no hace sino repetir y reiterar el síndrome colonial de la dominación del centralismo con las provincias que el Amauta José Carlos Mariátegui columbró con su característica lucidez y genialidad en 1934 en 7 Ensayos de interpretación de la realidad peruana: “Puede decirse que la montaña, o mejor dicho la floresta, es un dominio colonial del Estado Peruano”.
“El Wayku” es el axis mundi de los Qichwa de San Martín, descendientes de los Pocras y Chancas que, según la historia, estuvieron a punto de tomar la ciudad del Cusco. Derrotados, huyeron a la Amazonía y se refugiaron en esta ladera rocosa de Lamas. Nunca había llegado a esa comunidad ningún jefe de estado hasta el lunes 27 de agosto pasado, cuando el presidente Ollanta Humala y su esposa Nadine Heredia, Víctor Isla, presidente del Congreso de la República, algunos ministros y una decena de presidentes regionales encabezados por César Villanueva Arévalo, presidente de la Región San Martín y actual coordinador de la Asamblea Nacional de Gobiernos Regionales (ANRG), ocuparon un estrado donde, de acuerdo a una lista confeccionada por funcionarios de palacio, nadie más podía subir. El motivo de la cita: firmar un acuerdo para poner en marcha un programa nacional de lucha contra la desnutrición infantil.
De ese estrado, considerado un olimpo por la burocracia palaciega, fue desembarcado el gobernador de Lamas, Carlos Cotrina, y el alcalde de Tarapoto, Walter Grundel, que poco antes había declarado “Visitante Ilustre” al jefe de estado a su llegada a la ciudad, fue impedido de acceder al escaparate gubernamental.
Pocos minutos antes de empezar la tanda de discursos se produjo el primer desencuentro o, mejor, la incomunicación entre el Perú oficial y ese Perú de “todas las sangres” de José María Arguedas; el choque y la ruptura entre la nación multilingüe y multicultural que tenemos y el Estado monocultural y criollo de origen colonial que pretende representarnos. Fue cuando el alcalde indígena de “El Wayku”, Werling Guerra Amaringo, quiso vestirle al presidente Humala con un tacsha coton indígena lamista, que apenas cubre la media espalda y una parte del pecho y la Primera Dama de la Nación pensó que esa camisa estaba mal confeccionada e impidió que su esposo lo luciera.
La comedia de equivocaciones continuó como una expresión de un país culturalmente sin diálogo cuando la reina de belleza Qichwa le puso a Nadine Heredia una corona que no le correspondía: una corona de novia.
Lamas tiene una fama bien ganada de ciudad del realismo mágico amazónico, donde ocurren sucesos que a veces empalidecen y tornan previsible los acontecimientos y realidades del Macondo de Cien años de soledad. Pero sobre todo es la ciudad del humor amazónico. Una de las más famosas historia del humor lamista cuenta que un político convocó a una multitud delirante en la Plaza de Armas de la ciudad y les anunció que por fin había conseguido lo que todo el mundo venía reclamando y exigiendo durante décadas: la construcción de un coliseo cerrado. Pero la buena nueva no provocó la explosión de alegría y reconocimiento que el político esperaba en la multitud. Molesto y contrariado preguntó por qué el pueblo no quería el coliseo cerrado. La masa rugiente, contestó: “Si el coliseo es cerrado, ¿por dónde vamos a entrar?”.
Pero en Lamas la realidad supera a la fantasía. El alcalde, Fernando del Castillo Tang, en el mitin en la Plaza de la Cultura, en “El Wayku”, dirigiéndose al presidente Humala pidió y exigió, en nombre de su pueblo, la construcción del coliseo cerrado de Lamas, mientras la gente gritaba: “Pero tiene que ser con puerta, si no por dónde vamos a entrar”.
Pero además la realidad política, la realidad del poder, está por encima de los intereses de las grandes mayorías; el interés del gran capital, de las multinacionales extractivistas que ahora ocupan la Amazonía se superpone al interés de los pueblos indígenas amazónicos. Por eso el presidente Humala en “El Wayku” no dijo una sola palabra sobre los pueblos indígenas y el reglamento de la Ley de Consulta que traicionando el espíritu del Convenio 169 de la OIT, no consulta sobre aspectos legislativos que tienen que ver con las tierras y territorios indígenas. Tampoco el presidente Humala dijo una sola palabra sobre el reglamento de la Ley Forestal que abre la puerta a una neolatifundización de la Amazonía Peruana.
En la lógica del modelo primario-exportador que las multinacionales han impuesto en el Perú, el extractivismo voraz seguirá su relación incestuosa y destructiva con la Madre Naturaleza.
En Lamas y en “El Wayku” el presidente Humala ha terminado de sellar su desencuentro con la Amazonía y los pueblos indígenas.
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