Moisés Panduro Coral
Me piden una opinión sobre el acuerdo logrado en los últimos días por el gobierno con las empresas mineras. Uno lee los titulares exultantes de júbilo y de tinta y no puede sino sentir regocijo ante la buena nueva. Uno escucha alborozado al señor Diez Canseco, flamante miembro de la bancada oficialista, decir que “lo que García no pudo en cinco años, se hizo realidad en un mes” y tiene ganas de proponer a este barbudo dinosaurio de la política parlamentaria para algún premio internacional de la eficacia congresal. Uno descifra los artículos de los columnistas caviares de los diarios próximos al gobierno y tiene la tentación de aplaudirlos por sus tan prolijas loas a la negociación con las mineras. Más conmovedor, sin embargo, resulta leer al representante del empresariado minero declarar que “no han negociado con una pistola en la sien” porque el acuerdo es producto del diálogo y el buen entendimiento con el gobierno.
Ya esto último es lo máximo. Entonces, en uno se vuelve irrefrenable la voluntad de comunicarse con Pablo Macera, -el otrora estandarte del pensamiento libre que jubiló su intelectualidad al someterse a la reelección fujimorista, quien hace unos años dijo tajantemente que en el Perú no había empresarios patriotas-, y decirle que su sentencia acerca de la conducta avara del empresariado nacional con el desarrollo del país había estado absolutamente errada, totalmente fuera de lugar, y que puede haber sido sólo el exabrupto de un historiador contestatario producto de su mala leche ideológica.
¡No, señor, que va!. Aquí hay un empresariado patriota que sacrifica sus ganancias y sus sobreganancias y lo pone al servicio del Perú. ¿No está viendo cómo ahora van a poner tres mil millones de soles al año para costear el desarrollo en favor de los más pobres?. ¡En qué pensaba usted profesor Macera cuando soltó tamaña afrenta desconsiderada y poco comedida contra los dueños del Perú!.
Más, uno va enterándose gota a gota de los términos del acuerdo. Y va enterándose no por boca de Diez Canseco, el panegirista del acuerdo, ni del señor Lerner, ni de los columnistas caviares, sino por otras fuentes. Acabo de escuchar en un video por internet una entrevista concedida por el señor Martínez, Presidente de la Sociedad Nacional de Minería, y considero que debo decir algo, aunque pueda parecer junto a otros con mejores argumentos técnicos en este tema, un aguafiestas en medio de tanto jolgorio. Lo primero que me sorprende, al igual que a miles de peruanos es que ¿cómo es que Alan García sólo les sacó un óbolo de 500 millones de soles al año a estos tacaños y ahora firman un acuerdo por tres mil millones de soles anuales?. No soy experto, apenas un curioso que mete sus narices en un tema complicado, pero me llama la atención este repentino ataque de abrimiento de manos que han tenido las mineras, esta súbita generosidad que debe estar revolviendo a Moliere allá en su tumba parisina de Peré Lachaise.
Claro, las mineras dicen que los 500 millones ofrecidos como aporte voluntario el 2006 era la cantidad que a lo sumo podían ofertar debido a que el escenario en esa época era diferente a la actualidad porque los precios eran distintos, estaban “deprimidos” y no alcanzaron las cifras históricas que ahora han alcanzado al asumir el nuevo gobierno. Ponen como ejemplo, el precio del cobre que en el año 2006 estaba en 60% menos de su precio actual. Es una explicación, pero francamente no nos satisface. Sigo pensando que hay aspectos que no están transparentados en este acuerdo.
Es evidente que el “gravamen” de tres mil millones de soles no es el impuesto a las sobreganancias ofrecido en campaña electoral. Es más, aparentemente, las mineras han aceptado el pago de este “gravamen” a cambio de una redefinición de las regalías que pagan en el sentido de que la tasa que por este concepto abonan no sea de aplicación a las ventas sino a lo que ellos llaman “utilidades operativas”. Ese término de “utilidades operativas” suena manejable porque en Perú, cuando se pregunta en lenguaje contable cuanto es cuatro menos dos, la respuesta es cuánto quieres que sea -me disculpan mis amigos contadores pero esta es una broma muy difundida entre ellos-, significando con ello que las ganancias se pueden maquillar manipulando cifras, inflando costos y estableciendo una serie de deducciones que lleven al final a que sólo cambiemos mocos por babas, o como dicen los críticos, óbolo por propina. Por eso, el señor Martínez en sus declaraciones dice que al hacer sus cálculos sobre las “utilidades operativas” y no sobre las ventas obtienen un diferencial que les permite asumir el monto del “gravamen”, de manera que no les reste competitividad frente a las facilidades que brindan Chile, Canadá y Australia. Eso es lo que entiendo viendo el video en http://rocotop.blogspot.com/2011/08/2011-08-25-la-propina-minera.html, salvo error u omisión.
Otro aspecto. Cuando al señor Martínez le preguntan qué pidieron las mineras, bajo la premisa de que en toda negociación se pide algo a cambio, el señala que han hecho notar que en Perú se demoran mucho los estudios de impacto ambiental. ¿Será acaso que en la negociación se ha tocado el tema de la aceleración de estos estudios?, ¿de qué manera lo van a hacer?, ¿cuál ha sido la respuesta de los negociadores del gobierno?. Es bueno conocer todos estos detalles y otros más, porque de no ser así todavía seguiremos dudando que nuestros empresarios mineros se han vuelto patriotas de la noche a la mañana.
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