No
hay nada más cristiano que pedir perdón. Quizás, la Iglesia pueda -incluso-
fortalecerse de la crisis que esta semana estallará.
El
día de ayer se difundieron los primeros avances del libro que Pedro Salinas
publicará este jueves. El texto, llamado “Mitad monjes, mitad soldados” recoge
testimonios de tres hombres que, años atrás -y mientras eran todavía menores de
edad- fueron, de acuerdo con sus versiones, manipulados para tener relaciones
sexuales con Luis Fernando Figari, fundador del Sodalitium. Las denuncias que
el trabajo de Salinas expone fueron ya presentadas frente a la autoridad
eclesiástica correspondiente en el 2011. No ha habido una respuesta.
Germán
Doig, ex Vicario General del Sodalicio de Vida Cristiana fallecido en el 2001,
fue también denunciado por conductas (porque parece que un delito se convierte
en una “conducta” cuando el delincuente es amigo) de este tipo, aunque con
mayores de edad. El mismo Sodalicio publicó un comunicado en el que explica lo
sucedido. En ese momento, los sodálites deslindaron con Doig y -en la práctica-
lo eliminaron como símbolo. En los colegios Villa Caritas y San Pedro pasaron
de rezarle todos los días al silencio más sepulcral.
Desde
que se emitió un reportaje en Cuarto Poder en el que se adelantan partes del
trabajo que ha realizado Pedro Salinas con el apoyo de Paola Ugaz, ha ardido
Troya. Algunos han pedido desde ya cárcel para los responsables y otros han
dicho que una persona no mancha a toda una institución. Yo creo que ambos
extremos están equivocados y que poco suman a la búsqueda de la verdad y de la
justicia. La cárcel debe ser el resultado de una investigación y el proceso que
la siga, no de la ira -justificada- pero desinformada.
El
nombre de una persona sí mancha a toda una institución. Sobre todo cuando esa
persona fundó y lideró la institución en cuestión y cuando sus ideas y formas
han permeado a todas y cada una de las estructuras del grupo. Y más todavía
cuando la institución se ha conformado, como el Sodalicio, en torno a la
mistificación de su líder y a la construcción de todo un código simbólico en
torno a él. De ser ciertas las afirmaciones que se han ventilado, el Sodalicio
habría sido erigido por abusadores sexuales, escorias morales y delincuentes.
Lo
anterior no significa que no haya, en las filas del Sodalicio, gente valiosa y
correcta. Pero sí supone que quienes se precian de ser seguidores de Cristo y
militan en la agrupación deban condenar enfáticamente su pasado y prometer -con
verdadero propósito de enmienda- un proceso de instrospección y de refundación.
No hay nada más cristiano que pedir perdón. Quizás, la Iglesia pueda -incluso-
fortalecerse de la crisis que esta semana estallará. Y ojalá lo haga, por el
bien de las personas de bien que habitan en su seno.
Para
lograrlo, las autoridades de la Iglesia deberán ser tajantes y valientes para
actuar de acuerdo a los verdaderos principios cristianos: amor al prójimo (que
en varios de estos casos fue un niño violado después de manipulaciones y
vejaciones), caridad, fe y esperanza. Nunca comprendí con tanta profundidad
como hoy el pedacito de “Los heraldos negros” en el que Vallejo habla de las
hondas caídas de los Cristos del alma. De una fe adorable que el destino
blasfema. Que Dios los perdone, porque aquí los debe esperar la Fiscalía.
No hay comentarios:
Publicar un comentario