jueves, 22 de octubre de 2015

SODALITIUM: UNA FE ADORABLE QUE EL DESTINO BLASFEMA, POR MIJAEL GARRIDO LECCA


No hay nada más cristiano que pedir perdón. Quizás, la Iglesia pueda -incluso- fortalecerse de la crisis que esta semana estallará.
El día de ayer se difundieron los primeros avances del libro que Pedro Salinas publicará este jueves. El texto, llamado “Mitad monjes, mitad soldados” recoge testimonios de tres hombres que, años atrás -y mientras eran todavía menores de edad- fueron, de acuerdo con sus versiones, manipulados para tener relaciones sexuales con Luis Fernando Figari, fundador del Sodalitium. Las denuncias que el trabajo de Salinas expone fueron ya presentadas frente a la autoridad eclesiástica correspondiente en el 2011. No ha habido una respuesta.
Germán Doig, ex Vicario General del Sodalicio de Vida Cristiana fallecido en el 2001, fue también denunciado por conductas (porque parece que un delito se convierte en una “conducta” cuando el delincuente es amigo) de este tipo, aunque con mayores de edad. El mismo Sodalicio publicó un comunicado en el que explica lo sucedido. En ese momento, los sodálites deslindaron con Doig y -en la práctica- lo eliminaron como símbolo. En los colegios Villa Caritas y San Pedro pasaron de rezarle todos los días al silencio más sepulcral.
Desde que se emitió un reportaje en Cuarto Poder en el que se adelantan partes del trabajo que ha realizado Pedro Salinas con el apoyo de Paola Ugaz, ha ardido Troya. Algunos han pedido desde ya cárcel para los responsables y otros han dicho que una persona no mancha a toda una institución. Yo creo que ambos extremos están equivocados y que poco suman a la búsqueda de la verdad y de la justicia. La cárcel debe ser el resultado de una investigación y el proceso que la siga, no de la ira -justificada- pero desinformada.
El nombre de una persona sí mancha a toda una institución. Sobre todo cuando esa persona fundó y lideró la institución en cuestión y cuando sus ideas y formas han permeado a todas y cada una de las estructuras del grupo. Y más todavía cuando la institución se ha conformado, como el Sodalicio, en torno a la mistificación de su líder y a la construcción de todo un código simbólico en torno a él. De ser ciertas las afirmaciones que se han ventilado, el Sodalicio habría sido erigido por abusadores sexuales, escorias morales y delincuentes.
Lo anterior no significa que no haya, en las filas del Sodalicio, gente valiosa y correcta. Pero sí supone que quienes se precian de ser seguidores de Cristo y militan en la agrupación deban condenar enfáticamente su pasado y prometer -con verdadero propósito de enmienda- un proceso de instrospección y de refundación. No hay nada más cristiano que pedir perdón. Quizás, la Iglesia pueda -incluso- fortalecerse de la crisis que esta semana estallará. Y ojalá lo haga, por el bien de las personas de bien que habitan en su seno.
Para lograrlo, las autoridades de la Iglesia deberán ser tajantes y valientes para actuar de acuerdo a los verdaderos principios cristianos: amor al prójimo (que en varios de estos casos fue un niño violado después de manipulaciones y vejaciones), caridad, fe y esperanza. Nunca comprendí con tanta profundidad como hoy el pedacito de “Los heraldos negros” en el que Vallejo habla de las hondas caídas de los Cristos del alma. De una fe adorable que el destino blasfema. Que Dios los perdone, porque aquí los debe esperar la Fiscalía.

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