Pasaron las fiestas patrias; tenemos nuevo presidente; pero esto no fue impedimento para que el periodista César Hildebrandt le dedicara a través de las páginas de su semanario Hildebrandt en sus trece un sentencioso adiós al doctor Alan García Pérez.
El polémico periodista le recrimina su ausencia en la ceremonia de cambio de mando; aunque no se sorprende pues -para Hildebrandt- esto es solo una de tantas incoherencias y sobre saltos de su vida polìtica. Asimismo, considera que no hizo un mal gobierno en comparación a su primera gestión; pero pésimo si consideramos las circunstancias históricas en la que vivimos.
No ha hecho usted un gobierno apocalíptico como el que hizo la primera vez. Lo que ha hecho es administrar, con un gran sentido de la oportunidad, el envión de la prosperidad que nos viene, fundamentalmente, del precio internacional de los minerales.
En ese sentido, denunció la incapacidad del mandatario para reducir la brecha social; lo que no permite involucrar a todos los peruanos en un proyecto de país reconciliado.
Si Basadre estuviera vivo diría que hemos perdido otra oportunidad y que otra prosperidad falaz pasará delante de nuestras narices. Porque el Estado empírico y el abismo social – los dos grandes males que él diagnosticara- nos siguen persiguiendo. Claro, a usted estas consideraciones no le importan. Le interesa más, como a Odría en la derecha y a Belaunde en el centro, la ‘obra’.
Pero el cemento, los rieles, los colegios se vuelven anónimos con el tiempo y los años los agrietan, oxidan y minan. Son las obras del espíritu. las grandes ideas, las visiones generosas y la honradez las que prevalecen. Desde ese punto de vista, doctor García, usted es excepcionalmente perecedero.
Finalmente, César Hildebrandt le da la despedida definitivo al líder aprista; pero no debido al fin de su mandato presidencial, sino es el último adiós a lo queda del García de juventud. En pocas palabras, con decepción, un poco de pena al ser que lo perdió todo y mucho coraje, asiste a los funerales de Alan García Pérez, el soñador, el aprista cabal y el rebelde que alguna vez quiso cambiar la trágica historia de los pobres del Perú.
Hace tiempo que usted, doctor García, renunció a todo aquello que amó su juventud. No hay en usted ni un asomo de las ideas que lo encendían. Usted no solo ha cumplido años estas décadas: ha tenido que olvidarse de quién fue, ha asistido, con gran serenidad y mucha elocuencia disimuladora, a sus propios funerales. Y quien nos ha gobernado este lustro es lo que quedó de usted cuando hizo las sumas y las restas que acabaron por perderlo.
Produce nostalgia recordarlo, doctor García. Era usted brillante, pobre de solemnidad, desprendido como Haya, honrado como quienes murieron en Chan Chan.
Esa promesa viviente empezó a morir en 1885, cuando usted acumuló sus primeros dineros de inexplicable origen. Terminó de morir en estos cinco años en los que usted ha redondeado sus proezas financieras. Adiós, doctor García. Hasta el 2016.
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