Por Rocío Silva Santisteban
Han sido semanas de tensa espera, largos procesos serios de transmisión de mando en cada una de las carteras, y de investigación para analizar la situación real del Estado peruano. Con el liderazgo de Marisol Espinoza se ha hecho, al parecer, un trabajo serio, en equipo, teniendo en cuenta también las exigencias burocrático-administrativas de todas las carteras.
Sin embargo, como sabemos, a la hora de la hora, las decisiones son del presidente electo. Por eso las propuestas del primer gabinete, desde los sectores que apoyamos la lucha contra la impunidad y la elección de un gobierno que no repitiera al fujimorismo, son percibidas como insuficientes y en algunos casos, francamente, decepcionantes.
En primer lugar, lo que me preocupa por mi propia trayectoria: el cambio de nombre del Ministerio de la Mujer a Ministerio de Desarrollo e Inclusión Social. Me pregunto: ¿para qué estuvieron presentes en el proceso de transferencia feministas conocidas y reconocidas si finalmente nos han vuelto a invisibilizar? La primera propaganda del equipo de gobierno de Ollanta Humala no presentaba a ninguna mujer, excepto a Cecilia Israel de espaldas; ahora se confirma la presencia simbólica más fuerte de los varones en el gabinete. Pero la paridad, lo sabíamos, era un imposible. Ahora el cambiar de nombre al ministerio, que ya había dejado de tener el perfil de un Ministerio de la Mujer con la presencia de Virginia Borra, es un retroceso en las políticas de visibilización de las mujeres. Se dirá, los que ataquen este argumento, que no tiene la menor importancia en tanto que la mujer está “incluida” en las políticas de desarrollo social. Falso: el gran aprendizaje que hemos hecho las mujeres ha sido que, en cuanto a políticas públicas, es muy fácil invisibilizarnos con la “yuca” de la transversalidad. De hecho, la presencia de Mocha García Naranjo, una mujer de temple en el gabinete, es sumamente importante, sin embargo, ya no será ministra de la Mujer sino ministra de Desarrollo e Inclusión Social en un ministerio que deberá “incluir” a la mujer y olvidarla como paradigma. Por este punto en concreto, me siento muy decepcionada.
Y sobre el tema económico sabíamos que Humala seguiría las recomendaciones de Pepe Mujica, ministros de centro-derecha a economía y de izquierda a sectores sociales, pero el Ministerio de Economía que bien pudo estar en las manos de Kurt Burneo, según se presagiaba, ha pasado a las de Miguel Castilla, un funcionario y ex viceministro que, no dudamos, debe tener cualidades como profesional y burócrata, pero que representa a los sectores más conservadores incluso en América Latina, apoyado y avalado por la CAF (Confederación Latinoamericana de Fomento). Castilla sería, pues, una versión reloaded de Luis Carranza y la mano dura que por supuesto debe exigir rigor fiscal pero que tiene una propuesta de visión del Perú cercana a aquel por quien NO hemos votado: PPK.
Sin embargo, debo advertir que la presencia de Ricardo Gieseke y, sobre todo, de Rafael Roncagliolo, quienes me parece son personas idóneas para ambos cargos en Medio Ambiente y en Relaciones Exteriores, son una muestra de que las cosas no están dichas ni cantadas del todo. Por eso mismo debemos dejar constancia de nuestra preocupación por el ministro de Justicia, que debería recaer en la persona de Avelino Guillén, quien ha estado a cargo de la transferencia y ha sabido tener el perfil, la consistencia y el rigor profesional de un hombre probo dentro de un aparato administrador de justicia que, en la mayoría de los casos, aplasta hasta las más elevadas pretensiones éticas. O, en todo caso, en el jurista Fernando Eguiguren, si es que se están guardando a Guillén para un momento posterior más álgido.
En primer lugar, lo que me preocupa por mi propia trayectoria: el cambio de nombre del Ministerio de la Mujer a Ministerio de Desarrollo e Inclusión Social. Me pregunto: ¿para qué estuvieron presentes en el proceso de transferencia feministas conocidas y reconocidas si finalmente nos han vuelto a invisibilizar? La primera propaganda del equipo de gobierno de Ollanta Humala no presentaba a ninguna mujer, excepto a Cecilia Israel de espaldas; ahora se confirma la presencia simbólica más fuerte de los varones en el gabinete. Pero la paridad, lo sabíamos, era un imposible. Ahora el cambiar de nombre al ministerio, que ya había dejado de tener el perfil de un Ministerio de la Mujer con la presencia de Virginia Borra, es un retroceso en las políticas de visibilización de las mujeres. Se dirá, los que ataquen este argumento, que no tiene la menor importancia en tanto que la mujer está “incluida” en las políticas de desarrollo social. Falso: el gran aprendizaje que hemos hecho las mujeres ha sido que, en cuanto a políticas públicas, es muy fácil invisibilizarnos con la “yuca” de la transversalidad. De hecho, la presencia de Mocha García Naranjo, una mujer de temple en el gabinete, es sumamente importante, sin embargo, ya no será ministra de la Mujer sino ministra de Desarrollo e Inclusión Social en un ministerio que deberá “incluir” a la mujer y olvidarla como paradigma. Por este punto en concreto, me siento muy decepcionada.
Y sobre el tema económico sabíamos que Humala seguiría las recomendaciones de Pepe Mujica, ministros de centro-derecha a economía y de izquierda a sectores sociales, pero el Ministerio de Economía que bien pudo estar en las manos de Kurt Burneo, según se presagiaba, ha pasado a las de Miguel Castilla, un funcionario y ex viceministro que, no dudamos, debe tener cualidades como profesional y burócrata, pero que representa a los sectores más conservadores incluso en América Latina, apoyado y avalado por la CAF (Confederación Latinoamericana de Fomento). Castilla sería, pues, una versión reloaded de Luis Carranza y la mano dura que por supuesto debe exigir rigor fiscal pero que tiene una propuesta de visión del Perú cercana a aquel por quien NO hemos votado: PPK.
Sin embargo, debo advertir que la presencia de Ricardo Gieseke y, sobre todo, de Rafael Roncagliolo, quienes me parece son personas idóneas para ambos cargos en Medio Ambiente y en Relaciones Exteriores, son una muestra de que las cosas no están dichas ni cantadas del todo. Por eso mismo debemos dejar constancia de nuestra preocupación por el ministro de Justicia, que debería recaer en la persona de Avelino Guillén, quien ha estado a cargo de la transferencia y ha sabido tener el perfil, la consistencia y el rigor profesional de un hombre probo dentro de un aparato administrador de justicia que, en la mayoría de los casos, aplasta hasta las más elevadas pretensiones éticas. O, en todo caso, en el jurista Fernando Eguiguren, si es que se están guardando a Guillén para un momento posterior más álgido.
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