¿Qué significado debe asignarse a la invocación de Ollanta Humala al espíritu y los principios de la Constitución de 1979?
Para el fujimorismo, lo que ha hecho Ollanta es prácticamente un golpe de Estado.
Para la derecha que ha dirigido el país durante la década anterior, incluido el APRA, es un gesto retórico de reivindicación, tal cual podría ser juramentar por cualquier otro espíritu.
Después de todo la beligerante Martha Chávez lo había hecho por su líder preso.
En los sectores populares, las bases nacionalistas y de izquierda, en cambio, el juramento de Ollanta es una bandera de esperanza, que nos hace recordar que todavía estamos prisioneros en la constitución golpista pero no sometidos a ella.
Demuestra que el tema constitucional no quedó zanjado con las cartas al pueblo peruano, las hojas de ruta y los juramentos de campaña. Porque Ollanta nunca negó la necesidad de una nueva Carta Constitucional, aunque convino que no había aún condiciones para ese cambio por una vía democrática.
Salgado, Chávez, Chacón, han dicho que el juramento de Ollanta es una provocación. Si fuera así, cayeron redonditas. Porque el país las vio pelear por el documento que en campaña no tuvieron reparos en declarar “su programa”, reclamando que el presidente se someta a él.
Que conste, Ollanta no ha derogado la Constitución del 93, ni la ha desconocido. Pero le ha opuesto una idea democrática. No olvidar que el artículo 307 de la Carta del 79 decía: “¬Esta Constitución no pierde su vigencia ni deja de observarse por acto de fuerza o cuando fuere derogada por cualquier otro medio distinto del que ella misma dispone. En estas eventualidades todo ciudadano investido o no de autoridad tiene el deber de colaborar en el restablecimiento de su efectiva vigencia”.
Ollanta ha recogido este espíritu, como no lo hicieron Toledo y García. Recién ahora se puede creer que los crímenes contra la Constitución y la democracia, no prescriben.
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