Por Augusto Álvarez Rodrich
Mucha incertidumbre a solo once días del debut.
A solo once días de la inauguración del nuevo gobierno, existe una incertidumbre creciente sobre la manera como lo empezará el presidente Ollanta Humala, lo cual perjudica a su gobierno y al país.
Las seis semanas desde el 5 de junio se han utilizado en las comisiones para obtener información detallada sobre cada sector con el fin de afinar los planes del quinquenio y especialmente los de ese periodo crucial de los cien primeros días.
Pero el resultado visible de dicho esfuerzo –al menos para los que no son habitúes de la ‘oficina del presidente electo’ instalada en el PNUD en Magdalena– no es alentador pues sus expresiones externas no parecen andar en la dirección correcta.
Estas son, primero, críticas estridentes a lo que se recibe, como herencia, en cada sector, las cuales van desde bombas de tiempo que pronto se revela que no son tales, hasta la declaración de una recesión que no existe –pues el consumo sigue fuerte– ni le conviene al nuevo gobierno decir que existe.
Segundo, el equipo de transferencia se ha dedicado a pelearse con el periodismo al culparlo de todos sus problemas, incluyendo el escándalo de Alexis Humala, el cual es imposible callar aun cuando esto debilite al próximo presidente.
Esto, además, ha rasguñado la relación del equipo de la campaña con Ollanta Humala, y demostrado, también, que el presidente electo está bien pichón en cuanto al manejo de crisis.
Tercero, organizar los viajes presidenciales, lo cual están bien salvo que le robe tiempo de lo que debe ser la agenda prioritaria para empezar a gobernar bien dentro de solo once días.
Dicha agenda debiera comprender, primero, un acuerdo político para tener mayoría en el Congreso. Con Perú Posible solo existe una tibia intención de actuación conjunta, pero que no sería reforzada con presencia chakana en el gabinete.
Vinculado a lo anterior, aún se desconocen los miembros del primer gabinete, lo cual añade incertidumbre a un gobierno que requiere, con urgencia, proyectar confianza. Esta definición también es crucial para conformar los equipos básicos que acompañarán a los nuevos ministros.
Como consecuencia, sigue la incertidumbre sobre los planes del nuevo gobierno.
El gobierno de Humala requiere, mucho más que los previos, administrar sus mensajes con sagacidad y oportunidad para reducir el déficit de confianza que proyecta, comprensiblemente porque él propuso cambios más profundos.
Lo que viene ocurriendo confirma una preocupación antigua de esta columna: que el riesgo principal del gobierno del presidente Ollanta Humala no es un chavismo supuesto que algunos medios maleros todavía levantan, sino su improvisación, lo cual se está confirmando cada día que pasa.
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