viernes, 1 de julio de 2011

El pensamiento primitivo


Por Gerardo Seminario

Derrotar las ideologías absurdas, panteístas, […] volver a esas fórmulas primitivas de religiosidad donde se dice “no toques ese cerro porque es un apu, está lleno del espíritu milenario” y no sé qué cosa ¿no? Bueno, si llegamos a eso, entonces no hagamos nada, ni minería.

“¡No! No me toquen a mí esta zona, que es un Santuario”. Yo me pregunto, ¿Santuario de qué, no? […] Y deje usted que los que ahora viven se nutran, o tengan trabajo en la inversión en esos cerros.

(Alan García Pérez, presidente del Perú… aún).

Pienso que a poco de acabar su mandato, alguien debiera encerrar y amordazar a Alan García: que no diga más, que no tome otra decisión; cada palabra o acto nuevo lo confirman como capataz de la Sociedad Nacional de Petróleo y Minería, y como líder y pensamiento guía de lo más cavernario del Facebook. No está de más decir que su prosa es tan absurda y de mal gusto como el Cristo del Pacífico. Pero esta nueva retahíla de tonterías no es un simple desvarío: esconde un proyecto de país poco democrático, y, por tanto, merece algunas líneas de análisis.

Las expresiones de García me parecen la puntada de cierre de un gobierno a favor de la explotación indiscriminada de las industrias extractivas y claramente en contra de una buena ley de consulta previa para los pueblos indígenas. El Presidente busca ridiculizar el pensamiento indígena haciendo una presentación tergiversada e infantil, que parte de una visión evolucionista del mundo según la cual la manera indígena de entenderlo es primitiva y la manera de García es el punto máximo del desarrollo de la humanidad. Lejos de ser un dato frío de la realidad, sus opiniones son producto de una forma particular de comprender el mundo que es necesario examinar.

Haciendo un resumen muy apretado, podríamos decir que nuestra cosmovisión considera que el hombre ha evolucionado desarrollando una diversidad de culturas, separándose del estado de naturaleza original. El hombre sería un sujeto cognoscente y la naturaleza un objeto inerte del que el hombre se distancia para aprenderlo mejor. Las cosmovisiones indígenas de América y otras partes del mundo, aunque diversas, suelen coincidir en una visión contraria: la humanidad original habría ido diversificándose, tomando distintas formas naturales, que permiten conocer de manera particular. El mundo estaría poblado de humanos con intencionalidad que han tomado formas de animales, plantas y fenómenos meteorológicos: La única manera de conocer es entender las cosas desde el punto de vista del otro, determinado por la particular corporalidad que ha asumido, y no separándose de un supuesto objeto.

Contraria a nuestra visión multiculturalista, la visión indígena es multinaturalista. De manera fría, debo decir que si la verdad es aquello que se ajusta a la realidad, no encuentro en ninguna de estas dos interpretaciones más verdad que en la otra. Aun más: debo afirmar que, como método de conocimiento, la epistemología indígena es más vanguardista. Pero lo cierto es que aun con todo lo expuesto, indígenas y no indígenas tienen en común la capacidad de comprender y respetar al otro, y probablemente por eso a ningún indígena se le ocurriría lotizar y concesionar la Catedral de Lima.

Pensemos, a partir de lo hasta aquí expuesto, la relación del indígena con el territorio. Cuando se reconoce un derecho sobre una tierra o territorio, lo que se reconoce es cierto tipo de relación con el bien. Por ejemplo, el territorio es para los indígenas fuente de recursos y vida, pero estos recursos son a su vez seres con intencionalidad y no objetos inertes sobre los que se pueda establecer derechos de propiedad. En un sentido, cada uno de los seres que pueblan el universo mantiene ciertos derechos sobre los otros; en algunos casos hay derechos compartidos sobre un mismo espacio, y en otros derechos diversos. Esta compleja percepción del mundo no se corresponde con la razón de García, para quien el cerro es solo un objeto. No es éste el lugar para extenderse, pero cabe señalar que está ampliamente documentado cómo el tipo de relación del indígena con el medio llevó a prácticas de aprovechamiento más equilibradas y menos depredadoras.

Seguramente, siguiendo a De Soto —el otro elemento de este tándem—, se me dirá que el indígena que he dibujado no existe más, que ahora todos los indígenas están insertos en el mercado, profesando religiones evangélicas, metidos en política, vendiendo su tierra. Esta teoría fue conocida en la antropología como aculturación, y hoy sabemos sin dudas que el mundo no funciona así. Lo que en realidad pasa en el contacto cultural es que las personas articulan diversos referentes, a veces en armonía, a veces en contradicción, recreando nuevas formas de ser, olvidando algunas cosas, aprendiendo otras nuevas y combinando muchas veces de manera poco equilibrada. Decir que, de plano, la otra cultura te absorbe, es ridículo, como bien pueden dar cuenta todos los que tienen un primo peruano viviendo en Kendall.

Bagua es en parte prueba de que la cosmovisión que he expuesto no ha sido absorbida por el racionalismo mercantilista. Como bien ha señalado el Informe en Minoría de la Comisión Especial para Investigar y Analizar los Sucesos de Bagua, una de las motivaciones que llevó a las comunidades wampís y awajún a movilizarse fue el recorte del Parque Nacional Ichigkat Muja en el 2007. En el libro Crónica de un engaño, ODECOFROC (Organización de Comunidades Fronterizas del Cenepa) ha relatado cómo para la creación del Parque se requirió un paciente y prolongado trabajo para encontrar coincidencias con el INRENA. Una de ellas fue que la zona que se iba a delimitar era considerada históricamente como reserva por los indígenas, pues la integraban espacios como el cerro Kumpanam, donde habitan cinco Tijai o dueños de los cerros que cuidan las aguas, nubes, los animales y las plantas. Pero esta coincidencia con los criterios científicos del INRENA no valió de nada y finalmente el Parque fue recortado a favor de la minería, con los resultados que ya conocemos. Traigo a colación este ejemplo pues no tiene nada de casual que el Presidente se pregunte “¿qué es un santuario?” teniendo justamente al Santuario Nacional de Magantoni constantemente amenazado por nuevas propuestas para centrales hidroeléctricas y el tendido de los ductos de Camisea.

Juzgue usted quién es el primitivo. Para mí, García es una amenaza, un elefante suelto en cristalería que en solo un par de frases pretende tumbarse un Santuario, el ideario conservacionista, la diversidad cultural y religiosa del país, el derecho internacional y la Constitución peruana; y no quiero imaginarme de qué es capaz en los días que nos quedan por sufrirlo.

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