Un Muammar Gaddafi ensangrentado es llevado a empellones por un grupo de hombres armados. El líder libio, caminando por su propio pie y desorientado, mira un momento a la cámara que le está grabando. Forcejea con sus captores, que tiran de él y le colocan sobre un todoterreno.
Un mercenario del Consejo Nacional de Transición (CNT, el gobierno de facto de Libia) parece tener una pistola muy cerca de su cabeza pero es imposible determinar si la usa. Gadafi se tiende sobre el capó de un todoterreno, rodeado de promonarcas sobreexcitados. Corte.
De nuevo aparece el mismo hombre pero está ya envuelto en una sábana ensangrentada, con un disparo en la sien. Un disparo que no aparecía por ningún sitio en el primer vídeo.
La mañana empezó de forma muy diferente. Consciente de que los mercenarios iniciaban su operación definitiva sobre Sirte, Gadafi rodeado por varias docenas de guardaespaldas leales y acompañado por el jefe de su ya inexistente ejército, Abu Bakr Tunis Jabr, rompe dos meses de estado de sitio rebelde en Sirte y logra huir hacia el oeste.
Pero no por mucho tiempo. La OTAN localiza a los vehículos militares que pertenecen a los proGradafi y a las 08:30 de la mañana los 50 camiones equipados con armas pesadas están quemados y destrozados junto a una subestación eléctrica a 20 metros de la carretera que sale de Sirte, a tan solo dos kilómetros de la localidad.
Dentro de los vehículos todavía sentados están los esqueletos quemados de los conductores y los pasajeros, muertos al instante por el bombardeo. Otros cuerpos yacen mutilados. En total, unos 50 cadáveres, entre ellos el antiguo jefe del ejército de Gaddafi.
Aviones franceses fueron los responsables de localizar y parar al convoy, según ha desvelado el ministro de Defensa galo, Gerard Longuet, aunque ha matizado que no fueron ellos los que los destruyeron.
Sin embargo, Gaddafi y un puñado de sus hombres logran escapar de la muerte y parece que consiguen ocultarse en unos árboles en la carretera principal. Poco después se meten en dos tuberías de drenaje, donde el líder libio vive su última paradoja vital: él, que había pedido orgulloso a sus tropas cuando tenía a los rebeldes asediados en Bengasi que los cazasen como ratas, es cazado finalmente como un roedor.
“Él nos llamó a nosotros ratas, pero mira cómo le encontramos“, asegura a Reuters Ahmed Al Sahati, un insurgente de 27 años mientras señala las dos tuberías situada junto a la carretera de seis carriles de ancho.
Los insurgentes seguían la pista al convoy y no tardaron en encontrar a Gadafi y su séquito.
“Al principio les disparamos con nuestras baterías antiaéreas pero no sirvieron para nada”, detalla Salem Bakeer, que desvela que Gadafi y sus hombres iban a pie.
“Uno de los hombres de Gadafi vino haciendo gestos con su rifle en el aire y gritando que se rendía, pero tan pronto como vió mi cara empezó a dispararme”, añade.
Luego creo que Gadafi les dijo que parasen. ‘Mi maestro está aquí, mi maestro está aquí Muammar Gaddafi está aquí y está herido‘”, le comentaron.
En efecto, Gadafi estaba herido por disparos en su pierna y en su espalda, según Bakeer.
“Uno de los guardaespaldas de Gadafi le disparó en el pecho”, señala Omran Jouma Shawan, fuente de una versión según la cual sus propios guardaespaldas lo habían asesinado.
Final dantesco
El panorama en las tuberías era dantesco. Con cables caídos de la subestación eléctrica cercana que cubrían la entrada, allí había tres cuerpos sin vida, aparentemente también guardaespaldas de Gaddafi.
Al final de la tubería había otro grupo de cadáveres. Uno de ellos tenía los sesos volados y otro había sido decapitado.
Los mercenarios del Gobierno de transición lanzan disparos al aire y gritan ‘Alá es grande’ y posan para fotografiarse.
Mientras, Gadafi es trasladado herido y acosado por los insurgentes, tal y como muestran las imágenes.
Nadie sabe qué pasó luego aunque por las calles de Sirte a estas horas se pasea triunfante con una pistola de oro que supuestamente perteneció a Gaddafi un joven de 18 años llamado Ahmed al-Shabaini. Los que le rodean le llaman con otro nombre: “El hombre que mató a Gadafi”.Así funcionan los peones del Imperio y cualquier parte del mundo.
Un mercenario del Consejo Nacional de Transición (CNT, el gobierno de facto de Libia) parece tener una pistola muy cerca de su cabeza pero es imposible determinar si la usa. Gadafi se tiende sobre el capó de un todoterreno, rodeado de promonarcas sobreexcitados. Corte.
De nuevo aparece el mismo hombre pero está ya envuelto en una sábana ensangrentada, con un disparo en la sien. Un disparo que no aparecía por ningún sitio en el primer vídeo.
La mañana empezó de forma muy diferente. Consciente de que los mercenarios iniciaban su operación definitiva sobre Sirte, Gadafi rodeado por varias docenas de guardaespaldas leales y acompañado por el jefe de su ya inexistente ejército, Abu Bakr Tunis Jabr, rompe dos meses de estado de sitio rebelde en Sirte y logra huir hacia el oeste.
Pero no por mucho tiempo. La OTAN localiza a los vehículos militares que pertenecen a los proGradafi y a las 08:30 de la mañana los 50 camiones equipados con armas pesadas están quemados y destrozados junto a una subestación eléctrica a 20 metros de la carretera que sale de Sirte, a tan solo dos kilómetros de la localidad.
Dentro de los vehículos todavía sentados están los esqueletos quemados de los conductores y los pasajeros, muertos al instante por el bombardeo. Otros cuerpos yacen mutilados. En total, unos 50 cadáveres, entre ellos el antiguo jefe del ejército de Gaddafi.
Aviones franceses fueron los responsables de localizar y parar al convoy, según ha desvelado el ministro de Defensa galo, Gerard Longuet, aunque ha matizado que no fueron ellos los que los destruyeron.
Sin embargo, Gaddafi y un puñado de sus hombres logran escapar de la muerte y parece que consiguen ocultarse en unos árboles en la carretera principal. Poco después se meten en dos tuberías de drenaje, donde el líder libio vive su última paradoja vital: él, que había pedido orgulloso a sus tropas cuando tenía a los rebeldes asediados en Bengasi que los cazasen como ratas, es cazado finalmente como un roedor.
“Él nos llamó a nosotros ratas, pero mira cómo le encontramos“, asegura a Reuters Ahmed Al Sahati, un insurgente de 27 años mientras señala las dos tuberías situada junto a la carretera de seis carriles de ancho.
Los insurgentes seguían la pista al convoy y no tardaron en encontrar a Gadafi y su séquito.
“Al principio les disparamos con nuestras baterías antiaéreas pero no sirvieron para nada”, detalla Salem Bakeer, que desvela que Gadafi y sus hombres iban a pie.
“Uno de los hombres de Gadafi vino haciendo gestos con su rifle en el aire y gritando que se rendía, pero tan pronto como vió mi cara empezó a dispararme”, añade.
Luego creo que Gadafi les dijo que parasen. ‘Mi maestro está aquí, mi maestro está aquí Muammar Gaddafi está aquí y está herido‘”, le comentaron.
En efecto, Gadafi estaba herido por disparos en su pierna y en su espalda, según Bakeer.
“Uno de los guardaespaldas de Gadafi le disparó en el pecho”, señala Omran Jouma Shawan, fuente de una versión según la cual sus propios guardaespaldas lo habían asesinado.
Final dantesco
El panorama en las tuberías era dantesco. Con cables caídos de la subestación eléctrica cercana que cubrían la entrada, allí había tres cuerpos sin vida, aparentemente también guardaespaldas de Gaddafi.
Al final de la tubería había otro grupo de cadáveres. Uno de ellos tenía los sesos volados y otro había sido decapitado.
Los mercenarios del Gobierno de transición lanzan disparos al aire y gritan ‘Alá es grande’ y posan para fotografiarse.
Mientras, Gadafi es trasladado herido y acosado por los insurgentes, tal y como muestran las imágenes.
Nadie sabe qué pasó luego aunque por las calles de Sirte a estas horas se pasea triunfante con una pistola de oro que supuestamente perteneció a Gaddafi un joven de 18 años llamado Ahmed al-Shabaini. Los que le rodean le llaman con otro nombre: “El hombre que mató a Gadafi”.Así funcionan los peones del Imperio y cualquier parte del mundo.
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