Por Raúl Wiener
Hay errores y horrores. Lo de “Mocha” bailando era un error, un grueso error que le ha costado caro. Lo de Chehade es un horror. Y no me refiero a lo más grave del caso que es la versión del general Arteta de que la reunión del vicepresidente con los generales fue para pedir una intervención policial en la todavía Cooperativa Azucarera Andahuasi, para facilitar la entrada de los Wong, que administran el Complejo de Paramonga, unos kilómetros más al norte y que aspiran al control del mercado del azúcar de Lima.
Intento creer que no es verdad que el vicepresidente nacionalista hace gestiones para grupos económicos, pero eso supone que el general del que se dice que está resentido por su baja, sería directamente un calumniador que miente para causar daño al gobierno. No sé. Pero eso deberá aclararse con pruebas: ¿se dictó finalmente la orden de desalojo que Arteta dice que no acató?, ¿dónde está ese documento y la respuesta del general?
Pero más allá de ese punto, Chehade ha cometido una grave falta al decoro al reunirse como vicepresidente con generales que no tenían relación funcional o personal con él, a dos de los cuales conoció en la misma comida según su propia declaración, dando a entender a todo el mundo y principalmente a los mandos policiales que el vicepresidente encarna una especie de poder de facto que puede interferir en el funcionamiento de instituciones jerárquicas.
La explicación de que quería agradecer al general Salazar por los cuidados de la etapa electoral y de que a la vez quería conversar sobre el asunto de la gresca en el Estadio de la U, y que el poco después nominado director de la Policía le propuso invitar al jefe de Lima Norte y al jefe de Tumbes, que no tenían relación alguna con cualquiera de los dos temas, ofende la inteligencia y se presta para que las especulaciones sigan adelante.
¿Quería Chehade lograr alguna influencia en los mandos policiales? ¿O, era al revés, que los generales lo habían buscado esperando algo de él? ¿Y, junto a todo eso, cómo se puede entender que se mezclen parientes del vicepresidente en una reunión con altos oficiales? ¿No pensó don Omar que estaba haciendo un uso indebido de su posición y creándole un nuevo frente al gobierno que intenta tomar la iniciativa y no lo dejan, a punta de escándalos?
Por eso digo que estamos ante un horror. Y que quienes apoyamos la candidatura de Ollanta no podemos silenciar. No se llegó al gobierno para lidiar con titulares de prensa y para desgastarse en investigaciones y sanciones a personas cercanas al presidente. Pero que el propio vicepresidente muestre tan poca conciencia de sus errores, es algo que no deja de dar pena.
Ahora, todo depende del presidente Ollanta Humala. Y algo se sabe que Chehade dejaría la megacomisión sobre Alan García por sus propios desaciertos y tendría que responder ante otras comisiones donde están desfilando los congresistas con rabo de paja. El problema es que además ha dañado una fórmula presidencial que lucía joven y distante de la vieja política corrupta. Ni Marisol ni Ollanta, merecen lo que les ha hecho su segundo vicepresidente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario