Por Raúl Wiener
Si el mayor error de la ministra Mocha García Naranjo fue no moverse de inmediato hacia la zona de la tragedia en Cajamarca, tal vez porque sintió que le habían hecho pisar en falso con el primer informe sobre la causa del envenenamiento de los niños de Redondo y quiso hacer frente, una por una, a la avalancha política que cayó sobre ella, como si fuera la encargada directa de la entrega de los alimentos, esta semana se subsanó la falta con su presencia en el mismo lugar de los hechos y con el abrazo con las madres que evidentemente no la culpaban de lo que había pasado.
Pero antes de eso un diario de cincuenta centavos que tiene el alma de Fujimori cuando caminaba sobre muertos y que tiene su paradigma liberal en Cipriani, la declaró insensible por no ir a Cajamarca y pidió su cabeza. Y cuando fue, al siguiente día, dijo que lo había hecho por presión de la prensa –es decir de ellos- y que seguía siendo "insensible". Sobre "sensibilidad" tiene bastante poco que hablar el director del diario, que siempre ha hecho ascos al esfuerzo de muchas mujeres e instituciones, una de cuyas líderes ha sido siempre Mocha, por apoyar las organizaciones de madres pobres y fortalecer su sentido de derechos.
Pero Mocha tiene un pecado mucho más grave que aceptarle inoportunamente una pieza de baile al Puma Carranza, ex candidato del fujimorismo, y es su militancia nítida y firme en la izquierda. Es decir es el blanco ideal para quienes sueñan en desestabilizar a Ollanta con derrotas parciales y al mismo tiempo romper los equilibrios políticos de su primer gabinete. Es evidente que el presidente no ha visto una razón suficiente para cambiar a la ministra que ya se adelantó destituyendo al jefe del PRONAA en cuya área de influencia se produjo las contaminación de alimentos con sustancias venenosas. Si hubiera querido responder al escándalo entregando una cabeza política ya lo hubiera hecho, sin duda.
Pero el fujimorismo ha visto una brecha por la cual golpear al gobierno y colocar al resto de la oposición parlamentaria en la línea dura. Ellos que tienen sus propios cadáveres de niños cusqueños (25 muertos en 1999), no cuando comenzaba el gobierno y la mayoría de funcionarios del Estado seguían siendo los del gobierno anterior, sino cuando tenían todo el control de las instituciones, y no cayó ningún ministro. Claro que la lección de este doloroso suceso está demasiado a la vista como para dejarla de lado. Aún la persona con una mayor trayectoria de compromiso social y más segura en sus convicciones, puede terminar traicionada por la burocracia indolente y por la vastedad impersonal de los sistemas de Estado.
Muy pocos además se han preguntado cómo existe Redondo, sin energía eléctrica y con escuelas miserables, carencias absolutas en materia de salud y una agricultura que no alimenta a los suyos, después de la década de mayor crecimiento nuestra historia, en el departamento del oro y la plata. ¿Por qué el sistema que nos legó el fujimorismo y mantuvieron los gobiernos siguientes, hace convivir una inmensa riqueza blindada con contratos intocables y bancadas pro-mineras, con familias dependiente de la ayuda alimentaria de un Estado que quiere repartir alimentos a todas las regiones, exponiendo a los niños y demás beneficiarios a errores de manipulación que los lleven a la muerte, no ha podido ser superado con la bonanza fiscal, la regionalización y los óbolos mineros?
Los que quisieran tumbar a la Mocha saben que ella es un factor de cambio de todo esto. Por eso le temen y la odian.
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