Es tan clamorosamente vergonzosa e indigna la conducta de los gobiernos peruanos (incluyendo el de Ollanta Humala), que incluso en Chile se sorprenden de tan abyecta y corrupta sujeción. Casi ningún medio de comunicación intenta rectificar esto.
A ningún sirviente de Chile le parece malo que Ollanta Humala haya humillado al Perú yendo a ofrecer a Chile el gas peruano*, pese a que ya nos falta; igual servilismo tienen miembros de la Marina de Guerra del Perú, que con la entusiasta actual aprobación de Ollanta Humala (quien antes de ser electo condenó el hecho) erigieron en el patio de honor de la Escuela Naval un monumento al hampón chileno Arturo Prat Chacón.
Señala el señor Ricardo Jiménez la sorprendente alineación del Perú en la llamada “Alianza del Pacífico” —denunciada oportunamente por Con nuestro Perú—, que cumple la doble función de aumentar la injerencia y hegemonía de Chile en el Perú y formar un bloque promovido por los EE. UU. para debilitar los procesos de integración de América Latina.
Leamos la siguiente nota esclarecedora de un chileno, con conceptos que harían que se caiga la cara de vergüenza a personas dignas, lo cual no sucede con los desvergonzados y venales personajes que mantenemos con el pago de nuestros impuestos.
La insoportable soledad de Chile y la incomprensible complicidad del Perú
Ricardo Jimenez A.**
Es un hecho evidente, Chile, como política de Estado, juega contra los procesos de auténtica integración latinoamericana, por un lado ofreciéndose al poder fáctico norteamericano como estado “tapón” contra las políticas de independencia y soberanía continentales; y por otro y conjuntamente, pretendiendo eternizar las relaciones asimétricas hacia sus vecinos Perú y Bolivia, ayer por la vía de la violencia bélica explícita y hoy por la de la subordinación económica y política.
Es una política acendrada, impuesta desde que la oligarquía chilena derrocó al fundador de la república, O'Higgins, a quien, entre otras cosas, no se le perdonó su auténtico continentalismo. Es una política persistente, estratégica, de consenso, compartida por la mayoría de la élite chilena, desde ultrapinochetistas hasta el impresentable chovinismo del actual líder del partido comunista chileno. Hay honrosas excepciones, pero no predominan.
Sin embargo, para mantenerse exitosamente le ha resultado imprescindible la complicidad de la élite dirigente peruana, que con igual y complementaria persistencia muestra una incomprensible complicidad de subordinación a los designios chilenos. Bueno, no es tan incomprensible en realidad. Sucede que la Patria es incompatible con los grandes negocios, y que un Perú que ha asumido como dogma inviolable el neoliberalismo, es decir, el predominio incuestionado de los grandes negocios, pues no puede dejar de subordinar la auténtica defensa de la Patria al lucro de quienes realmente gobiernan el país desde el chantaje de las inversiones y los medios masivos de comunicación.
Por eso el Perú vive una esquizofrenia, que el anterior Presidente hizo explícita, al hablar de “dos cuerdas separadas” para la política peruana con Chile. Reclamar un límite marítimo en la Corte Internacional, pero favorecer en los negocios a Chile y sus socios peruanos. Mientras se reclama un legítimo derecho, necesario además para avanzar a la auténtica integración, se “premia” económica y políticamente al que lo niega porque eso favorece a los dueños de la política peruana. Los títulares y declaraciones "tirantes", tan bulladas como insignificantes en la realidad, son la venda patriotera para poner sobre los ojos de los desprevenidos ciudadanos.
De esa esquizofrenia estratégica, viene la esquizofrenia táctica de los pseudopatriotas neoliberales peruanos, especialmente de los medios de comunicación masivos. Atrapados entre dos fuegos, muestran un caso extremo de doble personalidad. Claman con reiterados titulares contra la demencial carrera armamentista de la oligarquía chilena, sus nuevos aviones espías, sus submarinos nucleares y su satélite, al mismo tiempo que guardan un silencio imbatible de la balanza comercial y de inversiones bilaterales que favorece escandalosamente a Chile, aunque claro también a los dueños de esos mismos medios, socios menores de los negocios chilenos.
Más aún, por debajo de todo este alarde pseudopatriótico de los medios, el Perú no sólo favorece a la oligarquía y Estado chilenos en los negocios, sino que corre a ayudarlo en su insoportable soledad política continental. Además de la firma con Chile de un tratado de libre comercio, que burló con tecnicismos el control del Congreso, ahora se le apoya en su política antiintegración continental en instancias como el denominado “Arco del Pacífico”, levantado con un evidente y público carácter ideológico neoliberal de derecha, en contra de iniciativas estratégicas como la UNASUR o CELAC. ¿Qué hace en este “bloque” el Perú, si el Presidente Ollanta Humala declaró siempre que su política no estaría con bloques ideológicos, sino estratégicos? ¿Y por qué la prensa neoliberal no exige al Presidente que ponga en la agenda de este “bloque” que Chile expresa y públicamente se comprometa a acatar el fallo de la Corte de la Haya, o parar su demencial carrera armamentista?
Muy simple: sería malo para los negocios, y el pseudopatriotismo es sólo para guardar las apariencias ante las mayorías. La única verdadera patria de estos patriotas de titular son las ganancias.
Innumerables estudios y reflexiones de la intelectualidad peruana han demostrado que una de las causas fundamentales de la derrota ante la guerra de saqueo del Estado chileno fue que en el Perú las mayorías populares no sentían como suya una patria que la oligarquía sólo manejaba pensando en sus negocios. Mientras Chile compra más armas, el Perú, como hizo antes de la guerra, y viene haciendo el último siglo, las usa para imponer orden a su propio pueblo descontento, como exigen e imponen los grandes negocios. Cabe preguntarse: si la oligarquía chilena llegara a la improbable locura de desatar una guerra, ¿los pueblos del Perú, Conga por ejemplo, qué tendrían qué defender?
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