martes, 13 de diciembre de 2011

Cajamarca: nuestro antepasados rendían culto al agua


Para nuestros sabios antepasados, todos aquellos seres o elementos que nos permitían existir en este mundo eran considerados sagrados y, lo por tanto, digno de respeto y elevada consideración. De ahí su veneración (no adoración) al sol, a la luna, al agua, a la tierra, al rayo, a los bosques, a las montañas, etc. Recordemos al respecto que una de las principales celebraciones que aún perduran en nuestras comunidades originarias, cuyas tradiciones han heredado desde épocas inmemoriales, es la del culto al agua.

Para nuestros pueblos originarios, este maravilloso e incomparable líquido vital no sólo era un “recurso”, como lo conciben los modernos occidentales mercantilistas; era mucho más que eso, era un ser sagrado,  gracias al cual todos los seres deben su existencia. Dicho de otro modo, para la sabia cosmovisión andina y amazónica, el agua es un ser vivo y es también un ser vivificante que fecunda año tras año la tierra, engendrando el verdor y el florecimiento de la vida por cada lugar donde discurre. De ahí la gran veneración, culto, respeto y agradecimiento que siempre demostraban a los lagos, lagunas, manantiales, puquiales y a la gran Mamaccocha (el mar). Y, por ello mismo, es que se imponían también las más severas sanciones contra aquellos que osaban contaminar, malgastar o atentar de cualquier manera contra este maravilloso ser que otorga y mantiene la vida en nuestro planeta: EL AGUA.

Lamentablemente, con la invasión europea y la imposición y expansión de la “cultura” occidental a casi todo el mundo se desacralizó a la naturaleza, perdiéndose progresivamente todo respeto por los seres y elementos que la integran. Es así como comenzó la catástrofe ambiental que hoy agobia a la humanidad entera. Y hoy en día es precisamente el agua uno de los elementos más despreciados por esta sociedad retorcida, a tal punto que los que la contaminan nunca reciben ninguna sanción por sus latrocinios contra ella; peor aún, incluso ahora se les permite atacarla en las propias fuentes donde nacen, como lo vienen haciendo casi todas empresas mineras del mundo.

Pero, a pesar de este oscuro panorama, la Pachamama no deja de asombrarnos con una hermosa “coincidencia”. En efecto, un reciente descubrimiento arqueológico hallado en la propia Cajamarca, ciudad donde hoy por hoy se viene librando una gran lucha por la defensa el agua, nos demuestra cómo es que nuestros antepasados sí respetaban y valoraban como se merecía este gran ser vivificante y dador de vida que es EL AGUA.

Este grato descubrimiento nos debe llenar hoy más que nunca de orgullo y de fortaleza a todos nosotros y, en especial, a nuestros hermanos cajamarquinos para seguir en pie de lucha por la defensa de las cuatro lagunas que quieren destruir los no-humanos sedientos de oro, pues esas lagunas son los apus tutelares que le dan vida a todos los ecosistemas de las inmediaciones. Esta es, a no dudarlo, la más clara señal de que nuestra Pachamama, nuestra Madre Tierra, está con ellos en esta gesta por la defensa de nuestro medio ambiente. 

Finalmente, debemos recordar que la grandiosidad del Tahuantinsuyo y de las demás culturas que florecieron en estas tierras se debió a su sabiduría, a su conocimiento y a su respeto por nuestra Madre Tierra. La gran crisis del Perú se debe, entre otros factores, a que no estamos siguiendo el camino que nos trazaron y nos enseñaron nuestros sabios antepasados, quienes actualmente son admirados por los científicos de todo el mundo, pero son despreciados por nuestros propio políticos, profesionales y un gran sector de la sociedad peruana, sobre todo aquella asentada en la grandes urbes. Queda la responsabilidad a cada uno de nosotros, entonces, de continuar con el legado de nuestros antepasados y defender a toda costa a nuestra Madre Tierra.

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