Por Raúl Wiener Fresco
A Ollanta Humala le escuché muchas veces develar la paradoja de los recursos naturales en el Perú, que consiste en el hecho de que la Constitución los declare patrimonio de todos los peruanos, representados por el Estado, y que prohíba al mismo tiempo al Estado hacer usufructo de ellos. Eso quiere decir, advertía el candidato, que estos recursos son en realidad de la empresa a la que se le hace la concesión que al sacarlos del subsuelo son para su puro beneficio.
La frase más exacta era que los recursos son nacionales y estatales cuando no se tocan, pero una vez en tierra son totalmente privados, de empresas que a veces no pagan impuestos, y no respetan a las comunidades que estaban en el lugar mucho antes de ellas. Estos no son temas del viejo Ollanta del 2006, ni siquiera de aquel del programa de la Gran Transformación de fines del 2010, sino del que estuvo en campaña hasta el 5 de junio del 2011 cuando ganó la segunda vuelta.
La frase “el subsuelo es de todos los peruanos”, o sea no de las regiones, las provincias, los distritos y las comunidades, le pertenece a Fujimori y fue adoptada sucesivamente por Toledo y García, y quiere señalar que solo el poder central, puede disponer de los recursos que alberga, lo que explica las alianzas entre los gobiernos y las grandes empresas para llevar adelante los megaproyectos de explotación del oro, la plata, el cobre, el petróleo o el gas. Todo el conflicto de Conga y similares, derivan del complemento de la idea anterior: el subsuelo no tiene nada que ver con los que viven sobre él o conforman su entorno.
Durante dos elecciones, Ollanta Humala encarnó a los descontentos del país, pero principalmente a los de las provincias y a los del campo, cuyo reclamo más profundo es el de ser tomados en cuenta en las decisiones nacionales. En este sentimiento están encerradas relaciones de poder, que todos perciben en este momento como que no han cambiado. La sucesión que se inicia con Conga va, no acepto ultimátum de nadie, estado de emergencia y el discurso en el aniversario de la Policía, muestra una tendencia que van separando al Presidente de su pueblo, con algunas fluctuaciones como la suspensión de actividades del proyecto y el intento de diálogo, que no han tenido éxito porque la desconfianza ya ha sido instalada.
Ahora el gran riesgo es que el gobierno crea que triunfó porque con la emergencia hizo retroceder el movimiento y no perciba que está apareciendo como la Policía de Yanacocha. Pero más grave es la inauguración de un nuevo discurso derivado del conflicto que afirma que “si el subsuelo no fuera compartido por todos, no seríamos una República, seríamos simplemente una confederación”.
Esta es una manera de baratear la República y convertir los recursos naturales, por los que se paga bien en los mercados internacionales, en la base de unidad del Estado. Peor aún es una declaratoria en contra de las provincias, es decir, a las bases del nacionalismo, que bien deben estarse preguntando si no es mejor una federación para ser respetados por el centralismo que se cree dueño del Perú entero. En todo caso una afirmación así es gasolina al conflicto social, que no hará sino reforzar las fuerzas centrífugas que existen en el país. Si a eso le agregamos la absurda detención de Saavedra, es como para preocuparse.
La frase más exacta era que los recursos son nacionales y estatales cuando no se tocan, pero una vez en tierra son totalmente privados, de empresas que a veces no pagan impuestos, y no respetan a las comunidades que estaban en el lugar mucho antes de ellas. Estos no son temas del viejo Ollanta del 2006, ni siquiera de aquel del programa de la Gran Transformación de fines del 2010, sino del que estuvo en campaña hasta el 5 de junio del 2011 cuando ganó la segunda vuelta.
La frase “el subsuelo es de todos los peruanos”, o sea no de las regiones, las provincias, los distritos y las comunidades, le pertenece a Fujimori y fue adoptada sucesivamente por Toledo y García, y quiere señalar que solo el poder central, puede disponer de los recursos que alberga, lo que explica las alianzas entre los gobiernos y las grandes empresas para llevar adelante los megaproyectos de explotación del oro, la plata, el cobre, el petróleo o el gas. Todo el conflicto de Conga y similares, derivan del complemento de la idea anterior: el subsuelo no tiene nada que ver con los que viven sobre él o conforman su entorno.
Durante dos elecciones, Ollanta Humala encarnó a los descontentos del país, pero principalmente a los de las provincias y a los del campo, cuyo reclamo más profundo es el de ser tomados en cuenta en las decisiones nacionales. En este sentimiento están encerradas relaciones de poder, que todos perciben en este momento como que no han cambiado. La sucesión que se inicia con Conga va, no acepto ultimátum de nadie, estado de emergencia y el discurso en el aniversario de la Policía, muestra una tendencia que van separando al Presidente de su pueblo, con algunas fluctuaciones como la suspensión de actividades del proyecto y el intento de diálogo, que no han tenido éxito porque la desconfianza ya ha sido instalada.
Ahora el gran riesgo es que el gobierno crea que triunfó porque con la emergencia hizo retroceder el movimiento y no perciba que está apareciendo como la Policía de Yanacocha. Pero más grave es la inauguración de un nuevo discurso derivado del conflicto que afirma que “si el subsuelo no fuera compartido por todos, no seríamos una República, seríamos simplemente una confederación”.
Esta es una manera de baratear la República y convertir los recursos naturales, por los que se paga bien en los mercados internacionales, en la base de unidad del Estado. Peor aún es una declaratoria en contra de las provincias, es decir, a las bases del nacionalismo, que bien deben estarse preguntando si no es mejor una federación para ser respetados por el centralismo que se cree dueño del Perú entero. En todo caso una afirmación así es gasolina al conflicto social, que no hará sino reforzar las fuerzas centrífugas que existen en el país. Si a eso le agregamos la absurda detención de Saavedra, es como para preocuparse.
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