viernes, 16 de diciembre de 2011

Caretas: Galones, sudor y lágrimas


El sello militar, la cronología y los entretelones del recambio ministerial, las consecuencias congresales del distanciamiento con Toledo y detalles del pasado del premier Valdés Dancuart. Fue una de esas ocasiones en las que el grado de la crisis se mide por el punto de la conversación. Eran el carro y la seguridad del presidente Ollanta Humala aparcados en la entrada de la casa del premier Salomón Lerner en San Isidro, y no al revés. Rozaban las diez de la noche del viernes 9. Humala se sintió movido a visitar a Lerner, pero lo más probable es que buscara una última bocanada de oxígeno político que le permitiera al gabinete llegar al Año Nuevo. Bajo la manga, y la de su esposa Nadine, ya guardaba los nombres de los posibles recambios. Lerner había entregado esa tarde su carta de renuncia, consensuada con sus asesores de la Presidencia del Consejo de Ministros. Sinesio López, Manuel Dammert, Cecilia Israel y César Valega asistieron al almuerzo de emergencia convocado por Lerner. En su casa, Lerner le hizo los últimos reclamos al Presidente. Corría fuerte el rumor de un vídeo en el que se observaba a López, Dammert y Carlos Tapia, el otro asesor defenestrado en medio de una guerra de tuits con el misterioso Luis Favre, en conversaciones con la dirigencia de Patria Roja. Lerner se quejó. Él mismo les encomendó la misión. Era parte de la estrategia para aislar a Gregorio Santos, presidente regional de Cajamarca, militante de PR y protagonista del lío del proyecto minero Conga.
 
Esta antesala del final transmite el nudo de tensión que terminó por tumbarse al gabinete Lerner. El premier sentía cada vez más que un aparato político alterno cercano al presidente recortaba su cancha de acción, al punto de hacerles seguimientos de Inteligencia a sus propios asesores. Como Lerner lo comentó entre amigos los días previos, ocurría lo que en una empresa cuando el presidente del directorio no le deja las riendas del día a día al gerente general. En parte, es la compleja relación entre los presidentes, o jefes de Estado, y sus primeros ministros, las cabezas constitucionales de gobierno.
 
Pero el recelo, que esta vez explotó tan rápido, conlleva aquí consecuencias todavía imprevisibles. Humala tuvo al nuevo premier, Óscar Valdés, como instructor durante sus días en el Ejército. Pero como el segundo lo reconoció, recién se reconectaron durante un viaje aéreo en el que coincidieron el año pasado y Valdés ni siquiera aceptó integrar su lista parlamentaria. Lerner, en cambio, fue el mentor y principal soporte político de Humala desde la campaña de 2006.
 
Entrevistada por CARETAS ese año, Nadine Heredia le asignaba un “papel importante” dentro de un grupo de cinco fundadores del que solo queda Daniel Abugattas. Era Lerner señalado como el concertador del gobierno, un empresario que tranquilizó al capital y tendía la mano a los actores de izquierda. CRONOLOGÍA DEL RECAMBIO Tras la crisis generada con la renuncia de Tapia, Lerner le propuso a Humala una suerte de “segundo debut” en la PCM, con relevos ministeriales y su permanencia en el cargo. Apuntaban como fecha entre enero y febrero.
 
El Presidente aceptó pero donde no llegaron a un acuerdo fue en las carteras a renovar. Lerner puso sobre la mesa los despachos de Agricultura (Miguel Caillaux), Cultura (Susana Baca), Energía y Minas (Guillermo Herrera Descalzi) y Ambiente (Ricardo Giesecke). Humala quería despachos que habían tenido tintes más políticos, como Justicia (Francisco Eguiguren), Producción (Kurt Burneo), Mujer (Aída García Naranjo) y Trabajo (Rudecindo Vega).
 
Lerner no transó. Se comenzaba a vislumbrar su salida del gabinete. Luego llegó el desenlace de Cajamarca. Fue un acuerdo tomado en el gabinete de crisis que, agotada la vía del diálogo político, se imponía la salida de declarar el Estado de Emergencia. Pero a Lerner le quedó la sensación de que no se había jugado lealmente la primera posibilidad. La influencia de los aparatos de seguridad e Inteligencia se dejó sentir en Cajamarca.
 
En la mañana del domingo 4 el premier se dio con la sorpresa de que participaría en un desfile militar en la Plaza de Armas. Al momento de la negociación trunca, no solo Valdés ejerció una presión protagónica (CARETAS 2210) sino que también el presidente Humala era informado del desarrollo de las discusiones en tiempo real, de nuevo sin el concurso de Lerner, y ordenaba que se respondiera de tal o cual forma. CARETAS 2210 apareció el miércoles 7 con una premonitoria carátula que daba cuenta de la estrella ascendente del ministro Valdés. Ya su nombre era voceado como el próximo PCM entre el compacto círculo que rodea al primer mandatario.
 
En aquellos días se produjeron dos hechos adicionales que precipitaron la decepción del primer ministro: la detención preventiva del dirigente Gerardo Saavedra y el congelamiento de las cuentas del gobierno regional. En ninguna de las decisiones fue consultado Lerner y en ambas tuvo mucho que ver Valdés. Con respecto a las cuentas, el propio Luis Miguel Castilla, titular del MEF, reconoció que su sector tomó la decisión en respuesta a un informe enviado por el Ministerio del Interior.
 
Lerner ordenó revertir la situación pero ya había llegado a un acuerdo con Humala sobre su salida. Saldría de vacaciones desde el 20 de diciembre hasta fin de año. Luego, al volver, presentaría su renuncia los primeros días de enero. Todo indica que terminó por adelantar su decisión debido a que se enteró de que Humala se encontraba desde semanas atrás en pleno sondeo para encontrar nuevos miembros del gabinete. Luego de oficializar su renuncia convocó a una reunión de emergencia con los ministros para la mañana del sábado 9. Ahí les pidió a todos proceder con cautela y expresó su agradecimiento al Presidente.
 
 A diferencia de Tapia, no se iría con un portazo. Humala le ha reiterado la posibilidad de que vuelva al Ejecutivo en un futuro. En conversaciones privadas, Lerner ha señalado que el gobierno ha tomado un rumbo que podría, o no, tener éxito. Tampoco descarta su retorno si el experimento termina en fracaso.
 
LA SALIDA DE TOLEDO
 
Uno de los rebotes más trascendentes con el cambio de once carteras se encuentra en el Congreso. Con Perú Posible fuera de juego se abre un gran signo de interrogación sobre el balance de poderes en Pasos Perdidos (ver Mar de Fondo). Alejandro Toledo ha insistido en que él no demandó ministerios para continuar con el apoyo al Ejecutivo.
 
 Humala lo llamó el sábado para comunicarle de la recomposición del gabinete. Versiones provenientes de Palacio y del equipo saliente de la PCM coinciden en afirmar que fue el propio Daniel Abugattas, presidente del Legislativo, quien visitó a Toledo bien entrada la noche del sábado 10 en su residencia de Camacho. Es comprensible que el nacionalista viera con mucha preocupación la posibilidad de perder a un aliado fundamental pero no queda claro si afinó bien su coordinación con Humala. También es concurrente la versión del ofrecimiento de cinco despachos, lo que se antoja desproporcionado para los verdaderos planes del Presidente.
 
  En la mañana del domingo Toledo se reunió con el estado mayor de Perú Posible (Carlos Ferrero, Juan Sheput, Marcial Ayaipoma, Carmen Omonte) e integrantes de la bancada de Alianza Parlamentaria como los acciopopulistas Víctor Andrés García Belaunde y Manuel Merino. Luego de más de una hora de debate decidieron terminar su identificación con el Ejecutivo. En la chakana reiteran que, por encima de la discusión sobre los ministerios, primó el criterio de no asumir el riesgo político que entraña el golpe de timón del gobierno.
 
El miércoles 30, Toledo y Lerner cenaron en el restaurante La Gloria y el entonces premier ya había mostrado su incomodidad con la influencia creciente de Valdés, el asesor Adrián Villafuerte y los organismos de Inteligencia. Días después, en Madrid, donde hacía escala en su retorno de Marruecos, Toledo declaró a la prensa sobre su preocupación en torno al Estado de Emergencia. Humala lo llamó para tranquilizarlo y le aseguró que el papel de los militares se limitaría al apoyo a la Policía.

LOS SOCRÁTICOS
 
El viernes 9, horas antes de que el gabinete hiciera implosión, Humala pronunció su discurso por el aniversario de la Batalla de Ayacucho en la Pampa de la Quinua. “Necesitamos revisar, para no politizar a nuestras Fuerzas Armadas, si se debe mantener el voto al personal militar”, dijo. “Porque si votan, también tienen derecho a recibir visitas de políticos”. También instó a “alejar a los guardianes socráticos de la nación, de la República, de lo que es la política del día a día, porque la tarea del soldado es superior… El soldado es como un sacerdote, que está más allá del bien y del mal; su único objetivo es mantener la tierra, nuestra tierra, por la que muchos han muerto”. Tampoco hay que magnificar los términos bajo una lupa. En octubre último también se refirió a los periodistas como “guardianes socráticos” y los comparó, igualmente, con los religiosos.
 
Pero proponer eliminar el voto a los uniformados otorgado hace apenas seis años y volver al servicio militar obligatorio sí extiende la impronta castrense en el ejercicio del gobierno. La composición del nuevo gabinete no es un indicativo. Nadie podría escatimar las credenciales democráticas de nuevos ministros como Juan Jiménez (Justicia) y Luis Peirano (Cultura).
 
También se ha hecho notar que dos puestos antes ocupados por militares en retiro, Interior y Defensa, están ahora en manos de los civiles Daniel Lozada y Alberto Otárola. Ambos, claro está, hombres de confianza del premier, que es un militar retirado. Lozada, economista y empresario, era jefe del gabinete de asesores de Valdés en Córpac. Y Otárola era su viceministro. Como ocurrió en la pampa ayacuchana, la militarización puede medirse en un talante y un estilo.
 
 La izquierda como jugadora en el procesamiento de los conflictos sociales ha sido descartada. Óscar Valdés Dancuart tiene experiencia como el llamado a poner orden. Su suegra, Vera Trebse de De Col, recurrió a él a mediados de los 90 para cumplir con esa tarea en la corporación ADC que, como tantas empresas familiares, experimenta períodos de desajuste. Valdés enderezó el conglomerado que se originó con minas, pero hoy tiene su fuerte en las molineras y fábricas de fideos. Luego, en su trabajo al frente de la Cámara de Comercio de Tacna y su posterior candidatura a la presidencia regional, mantuvo una tensa relación con los sectores de la zurda.
 
Ya como ministro, Valdés se esmeró en tomar el control de la Dirección de Inteligencia del Ministerio del Interior (Digimin) que, después de la Dirección Nacional de Inteligencia (DINI), a su vez muy próxima al presidente, es el órgano de inteligencia más poderoso del Perú. Rompiendo con la tradición policial, Valdés puso al frente de la Digimin a otro militar retirado, el coronel EP (r) Eduardo Arbulú Gonzales. A inicios de este mes, Arbulú presentó un informe a Valdés que implicaba al jefe de la Oficina de Administración de Palacio de Gobierno, coronel PNP Belermino Vásquez Guevara, en un sistemático robo del combustible asignado a los vehículos de la familia presidencial. Acompañó su informe con videos y fotografías de seguimiento. El pasado jueves 6, el diario La República reveló que Valdés ordenó la destitución de Vásquez. Este argumentó al mismo diario que el asesor presidencial Adrián Villafuerte, también militar retirado, utilizó la denuncia como un pretexto para reemplazar a los policías del resguardo presidencial con militares. Humala acaba de incorporar a personal de la Brigada de Fuerzas Especiales del Ejército en su custodia personal, pero todavía mantiene a un grupo de Seguridad de Dignatarios de la Policía.
 
Algunos personajes cercanos al Presidente observan todos los cambios con incertidumbre. En un país de complejidades peruanas, donde las demandas sociales se entremezclan con agendas radicales –y el actual presidente fue quien más se aprovechó del escenario– es un trayecto casi natural para un gobierno pasar de la apertura política al ajuste del diálogo. Pero aquí las etapas parecen quemarse demasiado rápido, más por las ansias de resolver problemas casi inherentes al crecimiento que por un calculado diseño ideológico. El ruido de la calle y los números de las encuestas esbozarán las primeras respuestas. (Enrique Chávez) La Brigada de Ollanta Humala acaba de incorporar a personal de la Brigada de Fuerzas Especiales del Ejército en su custodia personal, pero todavía mantiene a un grupo de Seguridad de Dignatarios de la Policía. El hecho ocurrió después de que la Digimin descubriera que el jefe de la Oficina de Administración de Palacio de Gobierno, coronel PNP Belermino Vásquez, estaba involucrado en un sistemático robo del combustible asignado a los vehículos de la familia presidencial.

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