No
hay pesimismo en Cuba. La muerte de Fidel a fines de noviembre y la llegada de
Donald Trump al gobierno de Estados Unidos el 20 de enero, parecen no haber
cambiado esencialmente el espíritu y las esperanzas cubanas. Hay discusiones,
hay peleítas entre la gente como en todos lados. Pero aquí tienen un toque de
ironía y de buen humor. Se discute por el precio de una guayaba. Se pelea por
el paso en una bocacalle llena de taxis de los años 50 y 60, donde se escucha
al conductor de uno de ellos decirle sonriendo a un motociclista: “¿Querías
pasar primero? Pues hubieras llegao antes. Te quedaste dormío…” Pero no hay
insultos. Y hasta se dan un golpecito en la espalda, bromeando como si fueran
amigos.
¿Qué pasará en Cuba ahora que un republicano del calibre inusitado de Trump llegó a la Casa Blanca?, muchos se preguntan. Pero sin demasiada ansiedad. Una medida, aprobada de común acuerdo por el gobierno de Barack Obama y de Raúl Castro pocos días antes de la asunción de Trump, parece haber querido eliminar todos los pretextos posibles que podrían haber facilitado que el nuevo presidente se las agarre también con Cuba –como con México– por el tema de los migrantes. El acuerdo, firmado el 12 de enero, estuvo dirigido a garantizar “una migración regular y ordenada” hacia Estados Unidos y eliminó la llamada “política de pies secos-pies mojados” –migrantes que llegan por tierra legalmente y migrantes que lo hacen por mar ilegalmente– y el programa de admisión provisional en EE.UU. para profesionales cubanos de salud que trabajaban en terceros países. Según el gobierno cubano, este acuerdo permitirá evitar el tráfico y la trata de personas así como las violencias que las políticas de otros gobiernos estadounidenses estimularon, provocando la muerte de numerosas personas en el mar que separa Cuba de Miami, tal como está sucediendo desde hace algunos años en el Mediterráneo. Cuba recibirá a los migrantes ilegales repatriados por Estados Unidos y éste se compromete a seguir recibiendo 20.000 inmigrantes cubanos por año.
Pero
las dudas sobre el accionar de Trump siguen pendientes, sobre todo a nivel
económico. ¿Mantendrá el bloqueo a Cuba que Obama intentó eliminar después de
más de 60 años?
Que
Cuba tiene necesidad de inversiones extranjeras lo aseguran los expertos. De
hecho en muchos lugares se verifican serios problemas con el agua –en La Habana
está racionada y muchos edificios tienen que tener tanques y cisternas para
acumularla– y con la electricidad –aunque ahora no hay tantos apagones, también
está racionada, incluso en zonas turísticas–. La producción de azúcar ha bajado
de poco más de 8 millones de toneladas en la década del 80 a 1.6 millones en 2015/2016,
no ha habido modernización tecnológica y la mayoría de los alimentos que se
consumen son importados. De hecho el turismo –unos 4 millones de turistas por
año– se ha transformado en una fuente importante de ingresos. El estado cubano
ha hecho acuerdos con empresas españolas, entre otras, con las cuales mantiene
hoteles en las zonas turísticas. El acuerdo vale 10 años. Al concluir, los
hoteles pasan a manos del estado cubano exclusivamente. Sin embargo esto no
basta. Pero de ahí a aceptar una maniobra económica manejada por Trump en este
sentido, hay una gran diferencia.
El
otro tema es saber cuánto cambiará o ha cambiado Cuba desde la muerte de Fidel
y qué pueden significar esos cambios para el futuro.
“La
figura de Fidel empezó a decaer desde que se retiró del gobierno –contó Edel,
profesor de historia. Cuando se murió llevaba casi 10 años apareciendo sólo de
vez en cuando en televisión”.
“Raúl
ha hecho algunos cambios para favorecer a las familias, como por ejemplo
permitir la apertura de pequeños negocios particulares, o restaurantes u
hospedajes, dándoles a los cubanos la posibilidad de vivir mejor”.
El
dolor por la muerte del líder lo llevan dentro. Y se lo ve en la larga cola que
cada día se hace en el cementerio de Santa Ifigenia, en Santiago de Cuba (al
este de la isla), para visitar el lugar donde el líder de la revolución quiso
ser enterrado, debajo de una piedra gigante que dice simplemente “Fidel” y
frente a la tumba imponente de otro líder de la historia cubana, José Martí. En
la tumba y monumento al Che Guevara, en Santa Clara (centro del país), el
desfile también es imponente, pero esta vez sobre todo de extranjeros:
canadienses, chinos, japoneses, argentinos y algunos pocos estadounidenses. Han
pasado muchos años desde que el Che fue asesinado en Bolivia (1967), pero su
imagen está por todas partes, en toda Cuba, con el lema “Hasta la victoria
siempre”.
No
falta sin embargo quien lanza críticas al gobierno de Raúl Castro. “Mi hijo es
ingeniero informático. Ha elaborado un programa y lo quiso patentar en Cuba.
Pero aquí se lo tiene que dar al estado. No es justo. Por eso lo hizo patentar
en España a través de otras personas
–contó Julimar, el padre del ingeniero–. Y mi hijo no trabaja como
ingeniero y no quiere hacerlo aquí. En cambio se dedica a los turistas, los
lleva de aquí para allá como guía en La Habana, y se gana en un día lo que
ganaría por mes trabajando para el gobierno” (unos 25 euros). Los precios de
los alimentos para los cubanos son fijos y mucho más bajos que en Europa o en
Argentina. Aunque a menudo en los mercados no se encuentra lo que se busca. Los
cubanos están acostumbrados a comprar lo que hay, no lo que quisieran. Tienen
vales de alimentos duraderos como porotos o arroz, por familia o por persona. Y
también vales para las carnes, ya que no pueden superar una cierta cantidad
semanal.
Pero
pese a la muerte del líder y a las dudas por Trump, los cubanos no han perdido
la alegría, el buen humor, las bromas, la solidaridad. Se ven pocos niños por
la calle. A los chicos se los ve al entrar o salir de la escuela o en los
patios internos durante el recreo. Todos con uniformes: minifalda color bordó,
verde, azul, según las escuelas, para las chicas, pantalones de esos colores
para los barones. Y camisa blanca para todos. El pelo recogido para la chicas
parece una regla estricta. “El nivel de escolaridad en Cuba es comparable al de
los países desarrollados” recordó un taxista en Santa Clara. Tiene razón. Según
la Unesco, en efecto, “en América Latina y el Caribe sólo Cuba alcanzó los
objetivos globales de la Educación para Todos en el periodo 2000-2015”. En el
último decenio, Cuba ha alcanzado cifras notables en materia de alfabetización
y educación primaria, logrando niveles cercanos al 97 por ciento de su
población juvenil. La alfabetización de adultos ha llegado al 100 por ciento,
dijo la Unesco. La educación es gratis para todos, incluso la Universidad. Lo
mismo sucede con la salud.
Un
lugar de reunión para jóvenes y adultos son las plazas públicas donde funciona
casi exclusivamente Internet, que uno puede conseguir comprando una tarjeta que
dura una hora. En casa son poquísimos los que tienen wifi. Y las plazas son
lugares de encuentro donde por la noche, además, hay casi siempre música.
La
música, otro factor fundamental de esta cultura, por supuesto no falta ni
faltará, pase lo que pase. Hasta en los más impensables lugares hay grupos de
cinco, de siete músicos con guitarras, trompetas, percusiones varias, bongós,
entonando las más bellas canciones caribeñas. Cada restaurant tiene su grupo,
cada plaza, cada rincón famoso como el Floridita, el bar que frecuentaba en La
Habana el periodista y escritor estadounidense Ernest Hemingway –que vivió en
Cuba entre 1944 y 1960–, donde ahora
casi no se puede circular por la cantidad de gente que se empuja para
entrar y donde el grupo musical del local está apretujado en un rincón. Pero no
por eso deja de tocar.
La
solidaridad sigue siendo normal en Cuba. Es la moneda cotidiana como en muchos
otros países latinoamericanos. La gente se ayuda, se apoya, y no importa si son
cubanos o no. Como en el caso de una turista que se estrelló contra el
pavimento en una calle de Santiago de Cuba mientras caminaba. Al menos 6
personas se detuvieron para ayudarla y ofrecieron llamar al hospital. Entre los
taxistas también se ayudan, algunos son legales y otros no. Pero eso a ellos no
les importa. Se pasan los clientes sin problema. Y la gente en la calle trata
de llevar a los turistas a comedores privados, con tres o cuatro mesas, donde
cocina la tía o el vecino de enfrente.
Qué
pasará de ahora en más es difícil preverlo. Pero, como dice un amigo periodista
y cubano, “si el alma cubana ha sobrevivido a los españoles, a los yanquis, a
los soviéticos, sobrevivirá también a lo que venga”.
En
el Museo de la Revolución, en La Habana, donde se conservan documentos, fotos,
armas y hasta el barco Granma con el que los revolucionarios viajaron de México
a Cuba para empezar lo que sería el golpe definitivo contra el dictador
Fulgencio Batista, hay una sala en la que aparecen cuatro personajes titulada “El rincón de los cretinos”: el
primero es Batista, seguido de los ex presidentes estadounidenses Ronald
Reagan, George Bush padre y George Bush hijo. Ya hay quien se pregunta si el
próximo será Trump.
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