Emir
Sader
La
era de la hegemonía estadunidense y de
neoliberalismo es, por definición, un tiempo de turbulencias e incertidumbre.
Nadie ni nada permite preveer con un mínimo de certidumbre ni el futuro
inmediato, menos todavía los de mediano y largo plazos. Pero el cúmulo de
acontecimientos permite proyectar a 2017 como un año en que se dibujará, con
más claridad, el surgimiento de un mundo multipolar.
El
final de la guerra fría hizo al mundo retroceder al periodo histórico de
hegemonía británica, cuando una sola potencia detentaba el predominio mundial.
La decadencia británica introdujo un tiempo de disputas hegemónicas; primero
entre Estados Unidos y Alemania, con dos guerras mundiales de por medio,
después, entre Estados Unidos y la Unión Soviética, en el escenario llamado de
guerra fría.
Sin
embargo, la Paz Americana no trajo el final de los conflictos bélicos, sino su
multiplicación, al tiempo en que el reino del mercado no trajo de vuelta el
crecimiento económico, sino la recesión prolongada. Como resultado de esas
contratendencias han surgido gobiernos antineoliberales, como en América
Latina, así como fuerzas que se coordinan por la construcción de un mundo
multipolar, como las congregadas en los Brics.
Un
episodio que parecía ser simplemente uno más del ejercicio de la superioridad
militar de Estados Unidos y de sus aliados del bloque imperialista occidental
–como ya había ocurrido en Afganistán, Irak y Libia–, el de la destrucción del
gobierno de Siria, como paso previo al bombardeo de Irán, terminó promoviendo
una gran contrarrevuelta que, sumada a otros fenómenos, apunta hacia el
surgimiento de un mundo multipolar.
Estados
Unidos no había logrado crear las condiciones del bombardeo de Irán, ni
adentro, ni con sus aliados externos. Rusia aprovechó para proponer un proceso
de negociación entre Estados Unidos e Irán, que tuvo éxito, desarticulando los
planes bélicos de Israel, apoyado por Arabia Saudita y poniendo en práctica el
primer proceso de resolución pacífica de un conflicto bélico importante en el
mundo en mucho tiempo.
Este
éxito fue el preámbulo que permitiría también una resolución de la también
aparentemente interminable guerra en Siria. Arabia Saudita, contradicha en las
negociaciones con Irán, intensificó el apoyo al llamado Estado Islámico (EI),
que se ha vuelto la fuerza fundamentalista y terrorista que pasó a amenazar no
sólo a gobiernos de Medio Oriente, sino de todo el mundo con sus acciones. Como
uno de sus efectos, la guerra en Siria quedó polarizada entre el EI y el
gobierno sirio, sacando definitivamente del escenario supuestas fuerzas
moderadas de oposición, usadas como pretexto por Estados Unidos para apoyar
intentos de derrubar al gobierno sirio. El acuerdo entre Rusia, Turquía e Irán,
apoyado por el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, sustentado en la
derrota militar del EI, por intervención decisiva de las tropas rusas, promovió
un nuevo acuerdo de paz, esta vez sin Estados Unidos.
A
este nuevo horizonte se suma la alianza alrededor de los Brics, con Rusia y
China como protagonistas esenciales, como fuerzas que promueven el
fortalecimiento de modelos de desarrollo económico con distribución de renta,
en contrapartida del agotamiento del neoliberalismo y la prolongada recesión a
que ha desembocado ese modelo.
El
Brexit y la victoria electoral de Donald Trump en las elecciones estadunidenses
apuntan hacia retrocesos en el proceso de globalización, con políticas
proteccionistas y debilitamiento de los procesos de libre comercio,
imponiéndose en las dos potencias que desde hace más de un siglo han estado a
la cabeza del bloque imperialista en el mundo.
La
combinación de esos factores tendrá en 2017, con la retirada de Gran Bretaña de
la Unión Europea, así como la toma de posesión de Donald Trump, haciendo con lo
que ya se venía dibujando como el agotamiento del modelo neoliberal, la
incapacidad de Estados Unidos de concluir las guerras de Afganistán y de Irak,
así como su impotencia frente a la extensión de los conflictos bélicos en toda
la región, así como el fortalecimiento de Rusia como actor político y militar
global, un nuevo escenario mundial.
Un
nuevo escenario que tiene que ser, para América Latina, un espacio de nuevas oportunidades,
para salir definitivamente del modelo neoliberal y de la hegemonía
estadunidense, buscando profundizar alianzas que promuevan la solución pacífica
de los conflictos y apoyen políticas de desarrollo con distribución de la
renta. Brasil, Argentina, México y todos los países del continente tienen que
decidir dónde quieren ubicarse en ese nuevo escenario mundial.
No hay comentarios:
Publicar un comentario