Oscar Ugarteche, Armando Negrete
El unilateralismo está de regreso y para quedarse.
Distinto al proyecto de Obama: el TPP, alianzas y pactos estratégicos; Donald
Trump mira que EEUU va a determinar él solo el curso de su país y del mundo en
el futuro. La liquidación del multilateralismo es una reversión de las
políticas instaladas en 1919 y 1944, años de grandeza americana, al final de
dos guerras mundiales ganadas, y de creación la Liga de las Naciones y las
Naciones Unidas. Ahora, lo que quedó es el reflejo de la falta de alianzas y la
pérdida de liderazgo mundial. El proteccionismo ha vuelto también y
permanecerá, hasta que le caiga a la economía estadounidense en la cabeza.
El poder en EEUU, expuso Trump con una retórica por
demás gastada y vacía de contenido, ha estado en los políticos y no en las
empresas trasnacionales y la gran banca, y bajo su mandato se devolverá el
poder “al pueblo”. Insistió “que un pequeño grupo en la capital del país se han
beneficiado de estar en el gobierno mientras el pueblo ha pagado el costo”. Sin
embargo, omitió misteriosamente el escandaloso rescate bancario de Paulson por
700,000 millones de dólares y el regular gasto de 2 millones de dólares diarios
que hace el lobby financiero en Washington para beneficiarse de cambios
jurídicos y tributarios. En la realidad, el poder en EEUU está concentrado en
Wall Street, las empresas trasnacionales y el ejército. De ahí que su gabinete
esté conformado por ex presidentes de trasnacionales (Rex Tillerson,
Exxon-Mobil; Andrew Puzder, CKE-Carl’s Jr; Linda McMahon, WWE; Betsy Devos,
Amway), agentes del sector financiero (Gary Cohon, Goldman Sachs Group; Wilbur
Ross; Steve Mnuchin) y ex generales militares (James Mattis, Mike Flynn, John
Kelly). El poder está y estará intacto en Wall Street y en Washington.
Con cinismo denunció que el “establishment” se
protegió y no cuidó a los ciudadanos. En su gobierno, todo parece indicar, éste
seguirá protegido, sin embargo, la incertidumbre está sobre qué hace con los
ciudadanos y, más importante, a cuáles se refiere. Pues, de acuerdo a su
discurso de campaña: racista, xenófobo, sexista, misógino y anti islámico, de
espíritu neo fascista, Trump está en la misma línea de Huntington cuando
respondía a “quiénes somos y qué país queremos”1 con un reclamo del regreso de
los White Anglo Saxon Protestants (WASPS) al poder. La imagen pudo apreciarse
con la familia Trump subida al estrado y la cantante del himno nacional, al
frente de un público tan diverso como la nación. Fue la imagen de un EEUU
excluyente, anglo sajón y blanco.
Incongruente y peligroso fue también su análisis
económico. Se refirió a cómo durante décadas se enriqueció a la industria
extranjera a expensas de la industria estadounidense. Mencionó que bajo el
esquema anterior “una por una, las fábricas se cerraron […] sin siquiera pensar
en los millones y millones de trabajadores estadounidenses que quedaron atrás”.
Con la misma retórica, afirmó que “la riqueza de nuestra clase media ha sido
arrancada de sus hogares y luego redistribuida por todo el mundo”. Como si la
flexibilización forzada del trabajo en los países emergentes, contrario al
proyecto desarrollista, no hubiera sido una estrategia de saqueo de riqueza del
sur hacia el norte y explotación de trabajo por el capital transnacional.
Mostró, en muy pocos minutos, cuánto ignora el índice
de productividad de su país, la dinámica económica global y el interés de las
empresas trasnacionales productivas por trasladar de vuelta la producción a su país.
Cabe recordar que fue EEUU la potencia que estuvo detrás de las aperturas
comerciales, del consenso de Washington, de la OMC, y del outsourcing y las
cadenas globales de valor. Esta vez, sin respeto al proyecto económico
contingente y, sobre todo, sin ningún soporte teórico que permita explicar la
reversión de estas políticas, Trump se alzó con el proteccionismo. No ha
calculado la pérdida de rentabilidad, la baja de la productividad de los
factores2 y el alza de precios que esto va a traer a su economía. De ésta
forma, el prometido incremento del gasto público para mejorar escuelas,
carreteras, puertos y aeropuertos, con menos impuestos, generará inflación a su
economía y el encarecimiento de los costos de producción por ambas razones.
Confirmó su unilateralismo económico, sobre la
sentencia “la protección nos conducirá a una gran prosperidad y fortaleza”.
Planteó que deberán “proteger las fronteras de los estragos de otros países que
fabrican nuestro productos, robando nuestras empresas y destruyendo nuestros
trabajos.” De esta manera omite que fueron las trasnacionales las que se
trasladaron fuera por los altos costos dentro de EEUU e instalaron el
outsourcing para mejorar su productividad.
Después que esbozó el tipo de gobierno que ejercerá,
dibujó un escenario aún peor. Reconoció que lo importante es si éste lo
controla el pueblo, y no qué partido lo controla. Rememoró, con la referencia
“NOSOTROS EL PUEBLO”, al Artículo 1 de la Constitución de EEUU, inspirado en la
revolución francesa: “NOSOTROS EL PUEBLO para formar una unión más perfecta,
establecer la justicia, asegurar la tranquilidad doméstica, proveer la defensa
común, promover el bienestar general y asegurar las bendiciones de la libertad,
ordenamos y establecemos esta Constitución”. No obstante atacó, repetidamente,
a la clase política gobernante y a sus instituciones. Se refirió a ella como
“un pequeño grupo en la capital [que...] ha cosechado las recompensas del
gobierno mientras que la gente ha soportado el costo”.
De esta manera, el problema que aguarda es: ¿cómo “el
pueblo” se verá expresado si no es a través de la clase política o sus
instituciones? Lo que ha hecho Trump es atacar el centro de la política
partidaria norteamericana, del mismo modo que lo hizo Hitler en su llamado a la
nación3 cuando dijo que “los que están en el poder han creado su propia
sentencia […] la clase media está arruinada; las esperanzas sociales de muchos
millones de personas están destruidas”, o cuando Mussolini dijo que encontró al
estado democrático y liberal como débil y agnóstico4, o Fujimori cuando en el
Perú post-golpe de 1992 atacó a los partidos, o actualmente los ataques de
Marine Le Pen en Francia y Nigel Farage en Gran Bretaña. Es el populismo
encarnado en la derecha alterna, más a la derecha de los conservadores, que
critica la esencia partidaria de la democracia.
Si la racionalidad del neoliberalismo fue devastadora
para la economía mundial y el crecimiento económico global (que se redujo a
2.1%, la mitad la tasa de crecimiento en comparación al periodo 60-80), la
irracionalidad patriótica de Trump y el unilateralismo conformarán un escenario
en el que difícilmente habrá ganadores. Trump espera un 4% de crecimiento vía
gasto publico que, combinado con el alza de la tasa de interés, va a producir
un desenganche donde crecerá EEUU y nadie más, salvo Asia. Para Asia, tendrá
una política del mosquito, una amenaza militar a China para asegurar que su
tasa de crecimiento baje a la mitad, hasta un 3%. En poco tiempo, fruto de los
problemas de productividad dentro de EEUU, no obstante lo que dice Jorgenson5,
se verán problemas de costos y el consumo caerá.
Toda la política económica de Trump será, cuando más,
una recuperación cortoplacista. Mientras tanto, los brazos de política exterior
económica, el FMI y el Banco Mundial, deberán cambiar de discurso y volverse
también proteccionistas. En México sobre todo, pero en general, se deberá
trabajar en otra concepción de la política económica que redefina su posición
frente a EEUU. Las represalias comerciales por las medidas que va a decretar
Trump no tardarán, con lo que nos espera un 2017 de muy poco crecimiento, de un
dólar muy fuerte, de precios de materias primas muy deprimidos y de tasas de
inversión caídas en el mundo. Entierra el muy escaso crecimiento de Europa.
Notas
1 Samuel Huntington, “Who are we?”, 2004, NY, Simon
& Schuster Paperbacks
2 Dale W. Jorgenson, Kevin J.
Stiroh, “Raising the Speed Limit: U.S. Economic Growth in the Information Age”,
The Brookings Institution, 2000.
3 Discurso Adolf Hitler: 15 julio de 1932
4 Discurso Benito Mussolini: 19 de mayo de 1926
5 Jorgenson, Dale W., Mun S.
Ho, and Jon D. Samuels. “The Impact of Information Technology on Postwar U.S.
Economic Growth.” Telecommunications Policy November (2015).
Oscar Ugarteche y Armando Negrete
Integrantes del Observatorio Económico
Latinoamericano (OBELA)
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