domingo, 22 de enero de 2017

Peces chicos para peces grandes


Rosa María Palacios

La noticia de la detención preventiva de Edwin Luyo Barrientos, capturado el viernes en la noche, es positiva. El ex presidente del Comité de Licitación de la Línea 1 del Metro es acusado de haber recibido 2.5 millones de dólares en asociación con el prófugo Jorge Cuba Hidalgo, ex viceministro de Comunicaciones. Los hechos ocurrieron, de acuerdo a información proporcionada por Odebrecht, en el año 2009. La República informa que el dinero fue transferido a un Banco en Andorra y que ambos personajes habrían solicitado originalmente 8 millones de dólares para favorecer a Odebrecht otorgándole la buena pro de la licitación.

La estrategia de defensa de Odebrecht en el Brasil respecto a las coimas del Perú es que ellos fueron “víctimas” de la extorsión de funcionarios peruanos corruptos y que no tuvieron más remedio que pagar para poder entrar al sistema podrido del Estado peruano. Reconocen el delito pero el matiz importa. Es decir, colocan la mayor responsabilidad en el funcionario corrupto que en la empresa que corrompe.

Como era de esperarse, el ex presidente Alan García ha usado su cuenta de Twitter para felicitar a la fiscalía y referirse a sus propios funcionarios como ratas: “Muy bien la Fiscalía de la Nación. A la cárcel. Ratas como estas ensucian grandes obras que sirven al pueblo”, ha escrito desde Madrid. ¿Y su responsabilidad? Ninguna. Nos dice que la obra es estupenda y que algunas ratitas deben ir a la cárcel.

¿Así de fácil? Veremos. El capturado Luyo tiene varias cosas para contar. Por ejemplo, ¿por qué vive en una modesta casa del barrio de Pueblo Libre si se levantó millones? Curioso, el mismo distrito en donde residía Agustín Mantilla, el hombre al que, llevando una vida austera se le encontró 6 millones de dólares en cuentas en el exterior. Mantilla, expulsado del Partido Aprista, se llevó lealmente sus secretos a la tumba. La pregunta es ¿lo hará Luyo?

En Brasil, la clave del éxito de la operación Lava Jato consistió en jalar la lengua en los niveles intermedios de la cadena de responsabilidad. Por ejemplo, la delación premiada de Paulo Roberto Costa, ex director de Petrobras, fue crucial para transformar un caso que se inició por lavado de divisas en el año 2008 en el caso de corrupción más grande de Brasil. De la persecución de los funcionarios de Petrobras el 2014 se pudo saltar a las detenciones de todos los presidentes de compañías constructoras de Brasil el 2015. Al principio, negándose a cantar, hoy todos se han acogido a los beneficios de la delación premiada. Poco a poco, con mucho esfuerzo de jueces y fiscales brasileños, se ha logrado disipar la niebla y encontrar una telaraña gigantesca de corrupción que cruza continentes y océanos y va desde presidentes hasta toda la estructura de poder de países enteros.

Es imposible que Odebrecht depositara un centavo a Luyo sin autorización de niveles superiores. Eso lo sabe la empresa y lo sabe Luyo. La pregunta es hoy ¿para quién recibió? Para sí mismo, en parte. ¿Y el resto? Es posible que el dinero esté sin moverse en Andorra (tan cerca de España) o también es posible que la ruta de ese dinero lleve a otras detenciones y a otras delaciones. Luyo es hoy, con las normas vigentes, un potente candidato a colaborador eficaz si es que quiere salvarse de muchos años de cárcel. Espero que el fiscal se lo explique bien.

Lo mismo sucede con el prófugo viceministro de Comunicaciones Jorge Cuba Hidalgo. ¿Qué tiene que hacer el viceministerio de Comunicaciones con la Linea 1 del Metro? Nada. En este caso, el funcionario no tenía poder de decisión alguno. ¿Y a ese le deposita Odebrecht? Eso solo puede haber sucedido por indicación de alguien. No hay otra explicación lógica.

Como sucedió con el caso Fujimori-Montesinos, la fiscalía tiene urgencia de reclutar colaboradores eficaces con los que se negocie la entrega de información a cambio de su libertad e incluso garantías para sus vidas y las de sus familias.


Los testaferros tienen dos caminos. Ser Matilde Pinchi Pinchi o ser Agustín Mantilla. La historia ha probado que el primer camino es mucho más ventajoso por donde se mire.

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